VALÈNCIA. Nuevo concierto de abono en una sala que presentaba una buena entrada para recibir a unos comparecientes íntegramente valencianos: solistas, director y orquesta. Por otro lado, más música rusa, en la programación de nuestras dos orquestas locales, en los programas de las formaciones extranjeras que nos visitan y los solistas como hace unos días Boris Giltburg con la intergral de preludios de Rachmaninov. Para que luego digan algunos que si hay un veto o “nosequé” de la cultura de aquel enorme país.
No es fácil abrir con esta breve pero intensa obra de Mussorgsky, orquestada de forma tan virtuosa por su amigo Rimsky. No obstante, la lectura fue precisa y la lectura tuvo esa dosis de extrema espectacularidad en la exposición del célebre motivo del aquelarre, aunque quizás eché de menos un sonido global más denso. Buena intervención del clarinete y la flauta en la parte más religiosa y recogida con la que cierra la obra.
Spanish Brass es una formación de un prestigio internacional incuestionable, tras más de tres décadas en los escenarios y su currículum, obras estrenadas, premios y conciertos por todo el mundo precisarían de un grueso volumen. La obra del compositor catalán Salvador Brotons presenta la forma de concierto para quinteto de metales y gran orquesta, aunque esta última es despojada por completo de todo el viento metal. El quinteto valenciano es el dedicatario de la misma, y aunque es un estreno para la Orquesta de València, Josep Vicent la ha dirigido en otras ocasiones. El primer movimiento es posiblemente el más comprometido para los solistas pues cada uno de ellos desempeña una breve cadencia y los unísonos del conjunto son vertiginosos. En el segundo movimiento, Andantino, el tono cambia radicalmente. Se cierra con el movimiento más melódico, de intenso lirismo, en el que toma protagonismo la orquesta. Impecable la lectura por parte de cada uno de los músicos del quinteto y un acompañamiento a la altura de los grandes solistas. Una obra que Spanish Brass ha interpretado en numerosas ocasiones y que forma parte de su repertorio. Intensos aplausos que condujeron a una virtuosa obra a solo del quinteto que provocó los vítores del respetable.
Más allá de cuestiones intrínsecas de una y otra formación orquestal, ¡qué diferentes resultados los obtenidos en esta Quinta respecto de la Sexta escuchada recientemente en esta misma sala por la OCV y su director titular!. Cuan importantes son las múltiples decisiones que ha de tomar el director a la hora de afrontar una obra. Fue la de esta Quinta una lectura, la de Vicent, en la línea de intensidad de la planteada por Heras-Casado hace algo más de un año con la misma orquesta, en el Teatro Principal, aunque desde otros postulados. Dos excelentes versiones de las dos últimas sinfonías del compositor ruso. El director alicantino plantea la obra desde una visión global coherente de inicio a fin: no es tan partidario de diseccionar cada una de las frases e intervenciones contrapuntísticas, ni tampoco de una búsqueda obsesiva por el detalle bajo el riesgo de poner en peligro la narración. Existe en la lectura de Vicent una clara apuesta por ir en todo momento hacia delante de forma compulsiva, sin regodeos, haciéndose valer de una irresistible intensidad en el fraseo, eso sí, sin recurrir a trucos decibélicos o contrastes manieristas de la que, particularmente esta obra, puede ser objeto, pues es muy golosa para ello. El alteano apoya el discurso en las cuerdas que sonaron en todo momento con peso, empaste y también con virtuosismo, llevando la voz cantante del grueso de la partitura, por lo que, a nadie se le oculta, debieron trabajar de lo lindo en los ensayos, sin menospreciar el notable trabajo del resto de familias.
Dentro del apartado solista mención de honor para la trompa de María Rubio en el inicio del andante cantábile mostrando un sonido expansivo y denso. Javier Eguillor colosal a los timbales llevó “más allá” la batallas que se libraban en la mente del genio ruso como en el terrorífico clímax del andante o el inmenso redoble antes inmediatamente anterior a la última declamación del motivo por la cuerda, que da inicio a la coda. No sería justo dejar de citar a los primeros atriles de Fagot, Flauta y Clarinete o al conjunto de trombones y tuba que sonaron con encomiable precisión, pero sin hacerse especialmente presentes por encima del sonido global conseguido, decisión esta última del director musical.
Éxito clamoroso y merecido de Vicent y la Orquesta de València, y lo que es más interesante, no buscado por el camino más fácil, como se puede hacer en otras lecturas en las que en la coda especialmente se echa el resto pirotécnico para buscar un aplauso que cae por su propio peso. Más al contrario, Vicent, en toda esta parte final, reguló y controló llamativamente las dinámicas para no restar a la lectura coherencia y una premiosidad, una ansiedad, que, si bien, en otros casos puede resultar contraproducente, en esta “Quinta”, (pues estamos hablando de Tchaikovsky y sus circunstancias), fue piedra de toque para culminar una lectura verdaderamente memorable y un verdadero alegato sobre la absoluta genialidad de esta partitura inmortal.
Ficha técnica:
Viernes 24 de noviembre de 2023
Palau de la Música de València
Obras de Mussorgsky, Brotons y Tchaikovsky
Spanish Brass
Orquesta de València
Josep Vicent, director musical