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el callejero

Karmen, hija de kikos, peluquera y estrella del ska

Foto: KIKE TABERNER
26/11/2023 - 

La peluquería de Carmen Cercós es una peluquería de barrio al uso. Unos cuantos ejemplares de la revista Hola apilados en un rincón, dos o tres secadores, productos de belleza desperdigados por todo el salón, tijeras aquí y allá, pinceles… Carmen va de negro de arriba abajo. Zapatos negros, medias negras, vestido negro, maquillaje negro, pelo negro… Aunque al final de las trencitas irrumpe el blanco. Carmen es Carmen, la peluquera, de día, y Karmen, la cantante de ska, por la noche. Su grupo, Skaparapid, acaba de celebrar su treinta aniversario con un concierto fastuoso en una Sala Repvblica a reventar. Allí celebraron un ‘fiestón’ rodeados de cuarentones y cincuentones cargados de añoranza y ganas de lío.

El salón de peluquería está en Benimaclet. Ahí están sus dominios: el negocio, la mítica Bodega Seguí, el bar de al lado, la cafetería Sa Calma, donde le han guardado un rincón para ella, sus padres… Su madre también fue peluquera. Y su abuela. Y hasta la bisabuela. Carmen es la cuarta generación. Pero aquí se acaba la sucesión. “Mi hija, que ahora tiene 11 años, no piensa seguir con esto. No le gusta”. La hija de Carmen ya es Karmen de pleno derecho. Así figura en su DNI. A su madre le costó dos años y medio y un par de juicios conseguir que consintieran inscribirla con la K delante. “Es la primera Karmen del mundo. Lo conseguí porque soy muy cabezota. A mí no se me doblega fácilmente. Yo, cuando no me dan razones, no me rindo, me rebelo. Ahí emerge la Karmen combativa. Para mí la es un signo de rebeldía. Me recuerda mucho al euskera, me gusta mucho y me parecía una cosa transgresora. Yo escribo mucho con en lugar de ‘qu’. Eso me identifica. Por eso no bauticé a mi hija y le puse el nombre que me dio la gana, con K”.

La peluquera y artista es madre monomarental. Después de nacer, Carmen empezó una relación con un hombre, Lucas, que ahora es el padre de la niña. En su cuello, en el de la madre, brilla un colgante dorado con el nombre de Karmen Gabriela. La primera parte ya la conocemos. La segunda es una concesión a Gabriel, su padre biológico. “Nunca la reconoció, pero es un guiño a su contribución, a sus espermatozoides”. Carmen se escucha decir esto y le entra la risa. Luego le da un sorbo a la copa de vino tinto que nos ha servido Victoria, su asistenta personal, y recupera la seriedad.

Sus padres fliparon

En verano cumplió 50 años. No le da vértigo y asegura que ella sigue siendo una guerrera, una frontwoman en el escenario y una mujer que no se calla. Este año también han celebrado el treinta aniversario del grupo que fundó cuando era poco más que una adolescente. La chica con aires de “skineta” que iba al Kasal Popular de la calle Flora, al lado de Viveros, a empaparse del ambiente de las casas okupadas. Aquella joven era la ‘oveja negra’ en una familia de kikos. Un matrimonio muy religioso, que estaba en las comunidades neocatecumenales y que respiraba tranquilo cuando la tercera de sus cuatro hijos, Carmen, se despedía y decía que iba al casal. Los padres pensaban que iba a una falla, pero un día descubrieron que el casal era el Kasal Popular, un lugar lleno de gente alternativa y pintas raras.

Karmen dice que no ha cambiado en estos treinta años. “Mi discurso es el mismo. Soy roja de corazón y de pensamiento. Eso hasta que me muera. No es un disfraz. Soy antifascista, antirracista y antimonárquica todos los días de mi vida. Es mi ideología. Soy una mujer de Benimaclet que viene de una familia de clase obrera. Mi padre empezó a trabajar en una farmacia del barrio con 13 años y no paró hasta que se jubiló. Mi madre entró en una peluquería con 11 años, también en Benimaclet, enfrente de la Bodega Seguí. Aprendí solfeo en la escuela de música de Benimaclet. Mis abuelos también han vivido aquí”.

No fue fácil el desarrollo de una chica que iba con la cabeza rapada, botas militares y chaqueta bomber entre unos padres kikos. “Ellos flipaban, claro. Pero un día llegué a casa y me sinceré. Les conté que iba a las kasas okupadas y que tocaba por ahí con un grupo que tenía. Mi padre nunca ha tolerado la mentira y, aunque no le gustaban los sitios a los que iba, valoró mi honestidad. A ellos les hubiera gustado que yo hubiera llevado una vida más convencional, pero ven que no hago mal a nadie y que soy una persona responsable. Entre nosotros hay mucho respeto y mucho cariño, aunque haya diferencias”.

Aquellos padres, que aún viven, influyeron en aquella chica rebelde a su manera. La música que suena en casa siempre va calando en los hijos. En casa de los Cercós sonaban Los Panchos, María Dolores Pradera, Mocedades, Pink Floyd, José Luis Perales… Y la niña comenzó a tocar la guitarra en la iglesia. “A mis padres siempre les gustó la música y bailar. Yo iba a nacer un 15 de julio y mi madre dejó las maletas en La Cigüeña, donde nacimos muchos valencianos, y se fue a bailar a una verbena de la falla Exposición. Así que yo he salido bailonga, y mi hija vino igual”.

Treinta años de Skaparapid

Su primera experiencia como cantante se produjo en el colegio, el Patronato de la Juventud Obrera, donde era la cantante solista en los festivales de Navidad y fin de curso. Allí y en el Instituto de la Mujer empezó a formar sus primeros grupos y a tocar su primera Fender Stratocaster. A los 19 años fundó Skaparapid en el Kasal Popular, donde encontró el ambiente necesario para expresarse. “Empecé a ir con 16 o 17 años. Al principio, sólo a cotillear. Allí había una vivienda, un comedor social, una cafetería, locales de ensayo, una distribuidora que se llamaba Soroll, sala de conciertos… Y ahí se sacaba dinero para las cajas de resistencia de presos, el ejército zapatista o lo que fuera. Y salas para hacer reuniones de Dones Esmusades, de la asamblea antifascista, el colectivo animal… Y una vez al mes se hacía una asamblea entre todos los colectivos.

En su vida, como siempre ocurre, hubo un momento en el que los gustos del momento pasaron por encima de los gustos de los padres. “Yo siempre he sido siniestra y punki. Gracias a mi hermana mayor he escuchado música de Parálisis Permanente, Golpes Bajos, Los Burros… Y mi hermano y yo íbamos mucho a Pachá y éramos más de Nick Cave, Oasis, Pixies, Sugarcubes antes de que Björk tuviera el boom… Empezaron a gustarme grupos como Kortatu, La Polla Records, Decibelios, Eskorbuto… Aunque mi grupo favorito siempre ha sido Radio Futura. He escuchado de todo. Sólo he sido antibakalao. No me gustaba la Ruta. Yo era más de pubs como El Vito, el Colacao, La Marxa y el Kasal Popular, donde nació Skaparapid en 1993, aunque se gestó en 1991, pero me fui un año a Londres y allí estuve componiendo. Al volver fue cuando montamos el grupo”.

La banda prosperó rápidamente. Pero Karmen tenía claro que también quería ser Carmen. “Soy una persona muy afortunada porque he logrado ser las dos cosas que me he propuesto en la vida: cantante y peluquera. Yo estudié para administrativa para que mis padres se callaran, pero yo quería ser peluquera. Después de montar Skarapid, sacaron una maqueta que les colocó en el escaparate musical. Un presentador alemán visitó un día el Kasal Popular, se compró la casete del grupo y a la vuelta a su país comenzó a poner sus canciones. Unos meses después estaban en una sala de Friburgo dando un concierto sin apenas repertorio. Tocaron dos veces las cinco o seis canciones que tenían y al ver que el público quería más, los vientos comenzaron a tocar Paquito el chocolatero y cosas así.

Treinta años después aún quedan cinco de los integrantes originales. Al principio llegaron a ser doce. Había un teclista, un saxofonista, una gaita… No se han bajado del escenario. “Nos hemos aguantado 30 años. Hemos llorado, hemos reído, nos hemos enfadado, hemos peleado. Y no siempre estamos reivindicando cosas, también amamos y nos los pasamos bien”. El mundo ha cambiado más que ellos. Ahora es mucho más fácil llegar a diferentes países gracias a las plataformas. Pero en 1993 los periodistas que querían entrevistarles mandaban las preguntas en un sobre a un apartado de correos que tenían en Primado Reig, y las radios llamaban a la peluquería de su madre y ella les atendía desde allí.

Aún así llegaron lejos. En México adoran a Skaparapid. “En Latinoamérica nos quieren un montón. Hemos hecho giras por México y allí vamos y es fervor total. Hemos tocado delante de 67.000 personas. La gente te va a recibir al aeropuerto, me envían flores al hotel. También somos muy conocidos en Chile y Colombia. Aunque es difícil moverse porque somos gente obrera y todos tenemos nuestros trabajos. A mí no me ha hecho falta económicamente. Me gusta mi oficio de peluquera y siempre me ha funcionado bien. Pero también ha habido momentos, como en la pandemia, en que la música me ha permitido mantener el negocio y seguir pagando a mis empleadas”.

Karmen y el K-pop

En estos 30 años tampoco han cambiado mucho sus gustos. No han desaparecido Kortatu, La Polla, Negu Gorriak ni Björk. Tampoco Los Pixies, Spandau Ballet, Simple Minds, Los Cafres, Los Pericos, los Auténticos Decadentes… No reniega del reguetón como género, pero sí detesta y denuncia muchas de sus letras. “Estoy en contra del reguetón que degrada y denigra a la mujer. No entiendo cómo hay mujeres que aceptan canciones con unas letras que son una barbaridad. Luego no me extraña que estén las manadas y todas esas mierdas, con esa educación. La música se te queda en la cabeza y llegas a normalizar las letras machistas y degradantes. Y los vídeos ya ni te cuento”.

Su hija se sabe las canciones de Skaparapid, pero su música es otra. Karmen anda enloquecida por el K-pop. Siempre la k. “Lleva dos años estudiando coreano y le gusta mucho bailar”. El día del 30 aniversario en la sala Repvblica se la llevó con ella, la subió al escenario y la puso a cantar una canción de Julio Bustamante, que además de artista musical es su abuelo. También aparece al principio del vídeo de Desapareix, un tema que grita contra el machismo y el maltrato. La madre se emocionó aquel día. Sobre todo cuando cantaron la canción que recuerda a Guillem Agulló, un joven asesinado por un neonazi hace también 30 años. Estuvieron algunos de sus referentes, como Fermín Muguruza, Banda Bassotti, Potato o el propio Julio Bustamante.

A pesar de la k, de sus letras contundentes y de su outfit oscuro, Carmen conserva mucho de sus padres. Ella se considera creyente. Entonces da otro sorbo de vino y parece que empiece a justificarse. “Creo en Dios. Lo que no creo es en la Iglesia ni comulgo con el papa.  A lo mejor creo porque me lo han inculcado, pero a mí me ha ido bien. Así que llámalo Dios, llámalo Alá, llámalo como lo quieras llamar. Pero también creo en Indira Gandhi, en el Che Guevara, en Chavela Vargas, en Frida Kahlo… Para mí Jesucristo fue uno de los primeros revolucionaros que hubo en la historia. ¿Por qué no?”.

Foto: KIKE TABERNER

También está rematando un disco de boleros con su otro grupo, más calmado, que se llama La Peluquera, donde colabora con Antonio José Iglesias, que fue baterista de Toreros Muertos y Malarians. “Llevamos siete años con este proyecto y el disco yo creo que va a ser una joyita. Además estoy escribiendo dos libros: uno biográfico y otro más político y musical”. Carmen se va convirtiendo en Karmen. Esta noche tiene ensayo con la banda en Alboraia. Mientras, no deja de preguntarle a Victoria por su hija. Muchos platos girando a la vez. Así es la vida de Carmen y de Karmen.

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