En ciertas ocasiones mi madre se dirigía a mi como un hereje, la mujer lo veía un insulto, aquel exabrupto, no me ruborizaba ni me preocupaba en absoluto. Hablar de religión nunca me ha incomodado, lógicamente siempre desde el respeto. Me casé por la iglesia por la ilusión de ambas, madre y esposa, con una condición, no comulgaría. Así fue. En los cursillos prematrimoniales di un portazo en la charla sobre el aborto.
He aprendido en esta vida a no dañar al prójimo ni por su himno, ni por su bandera, ni por la religión que profesa. Silbar, quemar o mancillar es de mediocres. Desde hace décadas estoy alienado a la filosofía de Victor Hugo, hay que tener fe en el ser humano y creer más en la ciencia.
De hecho a veces tengo que salir en legítima defensa ante muchos conocidos, por el mero hecho de portar una melena rizada, al ser machacado constantemente por los y las, que no aceptan mi larga caballera. En alguna ocasión, ante el tijeretazo que debo soportar, les replico con un piropo que no les hace ni pizca de gracia. En el momento que cortéis el cabello a Jesucristo de todas las cruces, yo pasaré por una peluquería. Es justo.
He mamado la religión católica por imposición hasta que tuve uso de razón. Acabé plantándome. Tuve la suerte de que mis padres crecieron y yo también. Mi travesía por la grada me hizo comprender que en el fútbol las reivindicaciones políticas eran de ingratos. Esa actitud responsable ha servido para mantenerme en una postura clara y coherente sobre lo que en la actualidad, en una sociedad multicultural, todos y digo todos, debemos respetar el culto de los otros. Evitaremos conflictos.
Ante el repentino cambio de gobierno municipal en las pasadas elecciones, y observando las promesas electorales, los nuevos dirigentes de la ciudad han dejado claro que ciertas tradiciones religiosas volverán al Ayuntamiento. Con todos mis respetos hacia el anterior alcalde, criticado duramente por parte de la sociedad valenciana, la oposición y el clero, al separar del Consistorio las tradiciones católicas, decisión, creo más que acertada.
Quizás por lo único que se le pueda achacar algo, es por la no presencia en actos de fuerte tradición popular. Un ejemplo, cuando soy invitado a una ceremonia religiosa, por respeto a los contrayentes suelo cruzar el umbral de las puertas de las iglesias aunque no comulgue con ello.
La Concejalia de Cultura festiva es la más afectada en este sentido. Recordar que el Consistorio representa todas las sensibilidades y voluntades de los ciudadanos residentes, existiendo mecanismos o alternativas para que nuestro Ayuntamiento siga siendo aconfesional sin perder la fe ¡No es ninguna herejía!