VALÈNCIA. Tras la presentación de Partenope de Händel, sigue la programación operística del Reina Sofía con el estreno del viernes de Un avvertimento ai gelosi del polifacético Manuel García, quien a pesar de su colosal historia, sigue siendo un perfecto desconocido 200 años después. Aplausos para Les Arts por ir al rescate de los grandes autores españoles olvidados, con independencia de que constituya una de sus imperiosas obligaciones. E incomprensible, sin embargo, -pues todo hay que decirlo-, el desprecio del teatro hacia otros grandes, como Plácido Domingo.
Realmente este andaluz universal, Manuel García, contemporáneo de los belcantistas Rossini, Bellini y Donizetti, tiene una historia singular, repleta de episodios extraordinarios, vinculados a conceptos como la valentía y el esfuerzo, que le rindieron sus frutos para ser reconocido en Europa y América por la calidad de su trabajo.
Fue profesor de canto abriendo escuela tanto en París como en Londres. Fue compositor de cerca de 45 óperas, regista, y empresario teatral. Previamente había triunfado como cantante en los mejores teatros de Europa, confiándole su amigo Rossini el Almaviva en el estreno de El barbero de Sevilla. Curioso es que llegara a cantar el papel principal del Don Giovanni mozartiano, ya que su voz de tenor fue evolucionando hacia un registro baritonal, al igual que el mencionado Plácido Domingo, también vinculada su fascinante trayectoria a conceptos como la valentía y el esfuerzo, además de la excelencia.
Los 6 cantantes solistas que escuchamos ayer en la sala Martín i Soler, son alumnos miembros del Centro de perfeccionamiento de la casa, que antes tenía la suerte de llevar el nombre del enorme Plácido Domingo. Y todos ellos a buen seguro, no solo habrán repasado el contenido del Método de canto que Manuel García escribió en 1824, sino que además, aspiran a llegar tan lejos como ambos, -sevillano y madrileño-, y se miran en su espejo, en cuyo marco reza valentía y esfuerzo.
Todos se entregaron a su labor con notable profesionalidad, a falta en general, de un rendimiento de adecuado nivel tanto en lo musical como en lo actoral. Pero para eso están en el estudio. Hay que destacar a la mezzo Laura Orueta por su Ernesta bien construida y creíble, por su voz versátil y completa, y por su técnica capaz de realizar un controlado discurso canoro. No es fácil su corto papel, pero lo resolvió acertadamente con un color vocal homogéneo, y una acertada y musical línea de canto, además de atender como la mejor las exigencias escénicas.
También sobre las tablas fue muy solvente el tenor Xavier Hetherington, quien resolvió su breve rol de Menico con acierto gracias a su limpia voz de emisión lograda y ejecución natural. Eso ya es mucho para cantar bien, como demostró en la fugaz aura robada por García a Mozart. Con movimientos en las tablas deslavazados, interpretó Il conte el también tenor Jorge Franco, de línea belcantista estilosa. Dispone de una voz de cierto cuerpo para un lírico ligero, pero castigada por un evidente e inadecuado vibrato aislado, que le resta claridad en la emisión, y eficacia en la proyección, quedando rotas y veladas las partes de coloratura.
Algo similar le sucede a la soprano Rosa María Dávila, tanto en lo teatral como en el trémolo que enturbia su emisión, a pesar de lo cual resolvió una Sandrina con cierta frescura y eficacia, y todo ello a pesar de lo endiablado de su partitura. Falta en su voz brillo, proyección y homogeneidad. Berto fue el barítono Marcelo Solís, que desplegó su voz llena de armónicos. Con tan buen cuerpo y timbre definido, como falto de homogeneidad y línea canora, hizo un canto descuidado y por momentos distraído. Don Fabio fue Carlos Fernando Reynoso, barítono de voz centrada y fresca, que progresará ganando volumen con la utilización de los resonadores.
También tuvo problemas en las tablas Don Fabio. Y es que los jóvenes cantantes, además de atender las enormes exigencias de la partitura de García, fueron sometidos a una serie de distracciones traídas por los actores que completan el desarrollo escénico, a base de movimientos, aspavientos, ruidos, e incluso interrupciones al pianista.
En una escena de encaje plástico atractivo, quizá la regia de Bárbara Lluch recurra a todo eso a falta de imaginación, pero nada de ello es necesario. Y además no aporta más que peligro para los cantantes, y distracción para todos. Se puede disponer una acción de movimientos en exceso, y demasiado lío, hasta lo caricaturesco, porque estamos en una farsa giocosa. Pero, en cualquier caso, lo de generar ruido mientras los cantantes intentan seguir a García es un despropósito para hacérselo mirar.
Los jóvenes cantantes fueron dirigidos y acompañados al piano por el también joven, y a pesar de eso sabio y experimentado Rubén Fernández Aguirre, quien llevó el acto sin exigir ni aportar virtuosismo, y con momentos precipitados como los propios parlatos. Más tosco que de costumbre, el pianista dio forma y sabor a la obra en un discurso paralelo al de las voces. García creó la obra como una obra de salón. Y Aguirre, con entrega y brío tecleó desabrido a la búsqueda del fraseo de una orquesta que no está ni debe estar. La vocación del vasco es la de acompañante. Y esta es la ocasión perfecta para ello, en el marco del muy acertado carácter teatral que imprime.
Un avvertimento ai gelosi es una de las 6 óperas de salón, -opera per soscieta-, escritas por el ilustre artista español, compuesta con exclusivo acompañamiento de piano en los últimos años de su carrera para sus alumnos de canto. Se trata de una de sus obras menores, con un libreto al uso de escasa trascendencia, sobre celos y enredos amorosos, inspirado en la comedia del arte. En cualquier caso queda patente la soltura del autor en la creación de obras para canto melismático de compleja ornamentación.
Manuel García, en su avvertimento hace uso de sus amplios conocimientos del arte del canto, como buen conocedor de ellos, llegando a la fusión del estilo español, y la ópera bufa italiana, en el estilo florido belcantista de la época, donde anota un registro vocal amplio para los cantantes, con abundancia de juegos para las escalas, que requieren gran precisión para el rítmo y la entonación, destacando, a falta de arias, los números de conjunto.
De los grandes olvidados, Manuel García es un ilustre superviviente gracias a iniciativas como esta de Les Arts. Con su espectacular trayectoria, todavía por airear, al autor advierte que sin valentía y esfuerzo nada se consigue. El Reina Sofía ha dado un paso más en la buena dirección de la recuperación y puesta en valor de lo mejor de la historia de la lírica española.
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía, 12 noviembre 2021
Ópera. Un avvertimento ai gelosi
Música, Manuel García
Libreto, Giuseppe Maria Foppa
Dirección musical y pianista, Rubén Fernández Aguirre
Dirección escénica, Bárbara Lluch
Sandrina, Rosa María Dávila. Berto, Marcelo Solís
Il conte, Jorge Franco. Don Fabio, Carlos Fernando Reynoso
Ernesta, Laura Orueta. Menico, Xavier Hetherington