Vox es Vox. En Madrid y en toda España. Sus líderes están en Madrid y no necesitan barones autonómicos o provinciales, aunque haberlos, haylos. Eso sí, pasan desapercibidos para el gran público
VALÈNCIA.- Guste o no la política, a los dirigentes de ámbito nacional de los partidos se les suele reconocer. Puede que no se ubique a uno en su puesto, pero más o menos, uno sabe quien es, ya no Pedro Sánchez, Pablo Casado o Inés Arrimadas, sino aquellos que pertenecen a la segunda fila, como Teo García Egea, el fontanero del PP, o Iván Espinosa de los Monteros, una de las caras más reconocibles de Vox. Cuando se pregunta a los ciudadanos por el grado de conocimiento de sus representantes autonómicos o locales, la cosa empieza a complicarse, tanto que al principio de alcanzar la presidencia de la Generalitat, a Ximo Puig le paraban por la calle llamándole alcalde y pidiéndole que solventara alguna situación de un barrio. Esto Puig lo contaba y ahora, ya, dice que no le pasa.
Esta introducción que nos sirve de contexto para el tema que vamos a tratar tiene su ejemplo más paradigmático en unas palabras de Manolo Mata, síndic socialista en Les Corts, cuando terció en la polémica de la marcha de Rubén Martínez Dalmau de la vicepresidencia segunda. Al relativizar su marcha dijo que a la ciudadanía poco le importaban los nombres. «Si la mayoría de los valencianos no sabían quién era Dalmau tampoco van a saber quién es Illueca [su sustituto]». Queda claro.
Pues ese grado de desconocimiento se multiplica en el caso de la estructura de Vox en territorio valenciano. No solo están sometidos a los dictados de Madrid, como en otros partidos, sino que aquí la invisibilidad de sus líderes parece producto de la ausencia de un dirigente capaz de aglutinar a una fuerza que tiene muchos correligionarios en territorio valenciano. Pero a Santiago Abascal y compañía no les importa mucho. Saben de la potencia de su marca que trasciende de nombres en provincias y aledaños.
Ello no extraña mucho teniendo en cuenta que en su primigenio programa electoral y en comparecencias ante los medios, proponían eliminar las comunidades autónomas, tanto que Santiago Abascal consideraba que el Estado autonómico era «el principal cáncer de la nación española». Ese anhelo se arrinconó una vez llegaron a ser socios de gobierno en varias comunidades. Un clásico del populismo.
Pero vamos a lo que estábamos. La forma de proceder de Vox con la estructura del partido en las malignas CCAA es clara, diáfana, férrea. No hay posibilidad de que aparezca un Carlos Mazón, un Toni Cantó o similar, que se convierta en la cara visible de la formación por estos lares. No. Aquí la cara, la marca, es Vox. Indiscutiblemente. Y entre eso, y la falta de peso de sus cabezas en la Comunitat, tenemos un partido de obediencia estricta a Madrid cuyos votantes en este territorio no tienen ni idea de quién es el que maneja los hilos orgánicos. Pero haberlo, haylo.
Para empezar, la estructura autonómica de Vox en la Comunitat Valenciana no existe. Eso sí, tiene organizaciones provinciales, pero no gozan de autonomía. Si se pone cara a los líderes provinciales, aparece José María Llanos, diputado en Les Corts y presidente de la provincial de Vox. A pesar de la invisibilidad, las disputas por manejar el poder son sangrientas. Aquí y en las otras dos provincias. Aún se recuerdan las brutales acusaciones de Vicente Noguera, excoordinador en Benicarló, que hablaba de dedazos, secretismo, trepas y arribistas, al referirse a la dirección comandada por Llanos Massó, «institución provincial sectaria, autoritaria, dictatorial y con falta de humanidad», rezaba la carta de despedida que publicaba eldiario.es. Puede interpretarse como una rabieta de los ofendidos que se quedaron en el camino, como otras acusaciones que se han hecho a Llanos en Valencia, pero los presuntos patrones son comunes.
Un ejemplo de la idiosincrasia de este partido lo tenemos en la forma en que Llanos se mantuvo como presidente de la formación en la provincia. En 2019, dimitió como presidente del partido que obligó a que se constituyera una gestora y a que la dirección nacional de Santiago Abascal nombrara al presidente de dicho órgano.
Finalmente, el elegido por el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) para dirigir la gestora fue el propio Llanos, lo que evidenció la estrategia que se escondía detrás de su dimisión: cortar el paso a las posibles voces críticas de la anterior dirección provincial. De hecho, los miembros de la nueva gestora era gente de confianza del presidente provincial. Y la mayoría de cofundadores de la formación ha quedado fuera, como si de una purga se tratara. Y aunque algunos han alertado a Madrid de las presuntas malas prácticas de Llanos en Valencia, parecen hacer caso omiso. Aunque lo curioso es que algunos de ellos le ningunean cuando visitan Valencia.
El 13 de diciembre de 2021, Reyes Romero, diputada y vicepresidenta 3ª de Vox, visitó el Centro Ocupacional «Miguel Soler» de Enguera acompañada de Juan García Sentandreu. El mismo que, en 2020, denunció a Llanos por un supuesto «fraude» y «atropello democrático» en el proceso de primarias y del que salió vencedor el presidente de la provincial. Sentandreu aún quiere ser el líder del partido.
«Llanos es una persona que carece de dotes de liderazgo, que no ha sido capaz de estructurar el partido presentándose en las últimas municipales a 27 municipios de 200 que tiene la provincia», denuncia un crítico
Antes, Macarena Olona, portavoz de Vox en el Congreso, había visitado València para asistir a una jornada de la Agencia Antifraude. Aprovechó para fotografiarse con Cristina Seguí, otra de las fundadoras de Vox en la Comunitat y que ha acusado a Llanos, entre otras cosas, de llevar una estrategia «decepcionante y frustrante». Llama pues la atención que Llanos, el líder provincial, la cara (invisible) de Vox en la Comunitat, no se encontrara ni con Olona ni con Romero cuando estuvieron en València y sí lo hicieran con sus archienemigos. Llamativo y significativo.
El caso es que durante este tiempo Llanos ha sido muy criticado por su falta de liderazgo y sus supuestas depurativas. Él niega las acusaciones. Dijo que «no se había desecho de nadie nunca». Aun así, hay mucho rencor hacia él desde los fundadores. Es que es «una persona que carece de dotes de liderazgo, que no ha sido capaz de estructurar el partido desde 2015, presentándose en las últimas municipales a 27 municipios de doscientos que tiene la provincia», dice uno de ellos.
Además se le acusa de haber enchufado a su hijastra, Miriam Turiel, que es diputada del grupo parlamentario en Les Corts. Turiel trabajaba antes como asesora en el grupo municipal en Paterna y ya participó en la gestora del partido presidida también por Llanos;quien negaba el enchufismo. «Mi hijastra no está enchufada, lleva muchos años trabajando para Vox», declaraba en 99.9 Plaza Radio allá por marzo de 2020. En este sentido, Vox, en su programa, proponía echar a todos los asesores y consejeros, y demás enchufados de todos los cargos políticos, «porque ya está bien de que en España trabajemos para mantener a políticos y amigos de políticos». Populismo del bueno.
Pero también han salido a la luz asuntos del pasado de Llanos que ponen en entredicho su trayectoria. En El Confidencial se publicó hace años que el entonces candidato de Vox a la Generalitat cobró durante ocho años de un chiringuito del PP cerrado por corrupción. Facturó por doble vía a Fundar, la fundación ligada al caso Blasco en la que el PP enchufó a la mujer de Ricardo Costa y que estuvo también bajo guía de Juan Cotino. Vox también apuesta por eliminar chiringuitos en su programa. Como el que disfrutó Santiago Abascal en Madrid en la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social creado por Esperanza Aguirre y por el que se llevaba ochenta mil euros. Canela fina.
Más allá de eso, a la invisibilidad de este partido en territorio valenciano tampoco ayuda su actividad parlamentaria. En la página web de Les Corts hay un buscador para ver cuántas iniciativas han presentado. Y aunque han mejorado con respecto a su primera legislatura, lo cierto es que da la sensación de que currárselo no es lo suyo.
* Lea el artículo íntegramente en el número 87 (enero 2022) de la revista Plaza