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EL DEDO EN EL OJO

La aldea valenciana de Vox

  • José María Llanos, diputado en Les Corts y presidente de la provincial de Vox (FOTO: VOX)
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VALÈNCIA.- Guste o no la política, a los dirigentes de ámbito nacional de los partidos se les suele reconocer. Puede que no se ubique a uno en su puesto, pero más o menos, uno sabe quien es, ya no Pedro Sánchez, Pablo Casado o Inés Arrimadas, sino aquellos que pertenecen a la segunda fila, como Teo García Egea, el fontanero del PP, o Iván Espinosa de los Monteros, una de las caras más reconocibles de Vox. Cuando se pregunta a los ciudadanos por el grado de conocimiento de sus representantes autonómicos o locales, la cosa empieza a complicarse, tanto que al principio de alcanzar la presidencia de la Generalitat, a Ximo Puig le paraban por la calle llamándole alcalde y pidiéndole que solventara alguna situación de un barrio. Esto Puig lo contaba y ahora, ya, dice que no le pasa. 

Esta introducción que nos sirve de contexto para el tema que vamos a tratar tiene su ejemplo más paradigmático en unas palabras de Manolo Mata, síndic socialista en Les Corts, cuando terció en la polémica de la marcha de Rubén Martínez Dalmau de la vicepresidencia segunda. Al relativizar su marcha dijo que a la ciudadanía poco le importaban los nombres. «Si la mayoría de los valencianos no sabían quién era Dalmau tampoco van a saber quién es Illueca [su sustituto]». Queda claro.

Pues ese grado de desconocimiento se multiplica en el caso de la estructura de Vox en territorio valenciano. No solo están sometidos a los dictados de Madrid, como en otros partidos, sino que aquí la invisibilidad de sus líderes parece producto de la ausencia de un dirigente capaz de aglutinar a una fuerza que tiene muchos correligionarios en territorio valenciano.  Pero a Santiago Abascal y compañía no les importa mucho. Saben de la potencia de su marca que trasciende de nombres en provincias y aledaños.

Ello no extraña mucho teniendo en cuenta que en su primigenio programa electoral y en comparecencias ante los medios, proponían eliminar las comunidades autónomas, tanto que Santiago Abascal consideraba que el Estado autonómico era «el principal cáncer de la nación española». Ese anhelo se arrinconó una vez llegaron a ser socios de gobierno en varias comunidades. Un clásico del populismo. 

Pero vamos a lo que estábamos. La forma de proceder de Vox con la estructura del partido en las malignas CCAA es clara, diáfana, férrea. No hay posibilidad de que aparezca un Carlos Mazón, un Toni Cantó o similar, que se convierta en la cara visible de la formación por estos lares. No. Aquí la cara, la marca, es Vox. Indiscutiblemente. Y entre eso, y la falta de peso de sus cabezas en la Comunitat, tenemos un partido de obediencia estricta a Madrid cuyos votantes en este territorio no tienen ni idea de quién es el que maneja los hilos orgánicos. Pero haberlo, haylo.

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