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el tintero / OPINIÓN

La antigua Fe, quién te ha visto y quién te ve

Triste situación la del histórico hospital, respecto a su antiguo edificio claro. Porque La Fe en su actual ubicación, además de un edificio espectacular, sigue siendo el Hospital Universitario de referencia de la Comunidad Valenciana y uno de los destacados en España

3/02/2021 - 

El cruel virus que lleva sembrado de muerte, miedo y miseria nuestra sociedad desde hace un año ha puesto patas arriba el siempre considerado mejor sistema de salud del mundo, el español. Probablemente sino el mejor, es uno de los mejores, y sin duda por la capacidad técnica y la calidad humana de los miles de profesionales del sector sanitario. Tengo la suerte de conocer a muchos de ellos y doy fe de su entrega, vocación de servicio y rigor a la hora de practicar su profesión. Pero el coronavirus ha desbordado todas las previsiones de un sistema que no estaba (ni está) acostumbrado a vivir en un estado de guerra constante como el actual. 

Desde que en la pasada primavera las cifras de ingresos y contagios no parara de aumentar, las autoridades sanitarias empezaron a plantearse acondicionar la llamada popularmente “vieja Fe” para atender a pacientes de Covid19. El histórico hospital ubicado en el barrio de Campanar forma parte de la ciudad con una fuerza total, de hecho, en el argot popular da nombre al barrio, la zona de La Fe. Durante décadas fue el todopoderoso centro donde atender las operaciones más graves y significó el éxito de la sanidad valenciana y española, junto a otros centros hospitalarios de referencia en Madrid y Barcelona. Tras su abandono, a punto estuvo de ser derruido, pero finalmente se realizó una reforma integral que le ofreció una segunda vida.

 

Esa segunda oportunidad que miles de valencianos que están siendo ingresados en la antigua Fe no tienen, a veces porque el virus les ataca cruelmente y nada humano se puede hacer por salvar esas vidas, pero otras, y según hemos conocido en los últimos días, por la falta de recursos humanos y materiales, por la situación de colapso y saturación total que parece que viven los sanitarios de este histórico centro y que tiene mortales consecuencias para muchos de los ingresados que fenecen en total soledad y sin llegar a prestarles todos los auxilios pertinentes. Qué duro es siquiera pensarlo y que difícil (para quienes no lo hemos vividos) imaginarnos que algún familiar o amigo pase por una circunstancia tan penosa. 

La situación actual nos confronta con lo más profundo de nuestro ser, nos pone algo que habíamos querido desterrar de nuestra vida en el día a día: la muerte y el sufrimiento. La cultura y la educación de las últimas décadas ha querido marginar el tratamiento digno de estas circunstancias tan reales y humanas, y lo más injusto es que la mayoría de quienes están pagando con su vida esta dramática situación, son justamente quienes sí entendían que el sufrimiento y el sacrificio formaban parte de la vida, porque lucharon y mucho por sacar adelante sus familias y ahora mueren entre las paredes de ese lugar que fue el santo y seña de nuestra Sanidad en las más estricta soledad. Qué paradojas nos depara la vida y cuánto deberíamos reflexionar sobre cómo vivimos y cómo educamos en estos tiempos. 

Los responsables políticos de nuestra Comunidad, como le sucede al gobierno central, intentan generar sensación de control y seguridad con medidas muy mediáticas pero de dudosa efectividad para la propagación del virus, mientras olvidan lo verdaderamente importante: dotar de medios a través e la financiación necesaria a los sanitarios, a todos, en la pública y en la privada, porque son ellos quienes están viviendo y sufriendo tantas carencias y además sintiendo la impotencia de no poder atender en condiciones y ayudar a todos los ingresados. Nos preocupamos de tener hasta cinco tipos de contenedores para tirar la basura, pintamos carriles bici para llegar a la luna, pero vaya, cuesta dotar de más personal y más y mejor material a todo el personal que está dando la batalla con un riesgo elevado y en condiciones durísimas. Algo falla en esta sociedad, y uno ya no sabe si es la falta de empatía de los dirigentes al gobernar o la de los ciudadanos al votar.  

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