Estas elecciones municipales se darán en la Comunidad Valenciana en un contexto particular. Por primera vez desde 1979, las elecciones no coinciden con las autonómicas. Sin embargo, aunque no coincidan, puede considerarse que sí derivan de las Autonómicas, puesto que se celebrarán tan solo un mes después. Y ese mes de distancia, con los resultados de la jornada electoral previa (victoria del PSOE en las elecciones generales, debacle del trifachito, y victoria por la mínima del Botànic en las autonómicas) muy presentes en el electorado, puede ser determinante.
En Valencia ciudad se dirimen tres cuestiones ligadas entre sí: en primer lugar, qué bloque (derechas o izquierdas) logra vencer. Vencer es sumar 17 concejales, la mayoría absoluta. En segundo lugar, quién prevalece dentro de cada bloque (y muy especialmente dentro del bloque vencedor, porque quien prevalezca se hará con la alcaldía). Finalmente, si las dos opciones minoritarias, una en cada bloque (Unidas Podemos en la izquierda, y Vox en la derecha), logran entrar en el ayuntamiento.
Vayamos por partes. En cuanto a los bloques, históricamente la ciudad de Valencia, como la mayoría de grandes capitales españolas, ha configurado mayorías sólidas y prolongadas en el tiempo en torno a la candidatura que en un momento dado lograra hacerse con la alcaldía. Sucedió con el PSPV, que ocupó la alcaldía durante doce años (1979-1991), primero merced a un pacto con el PCE y luego en solitario. Dicho gobierno tuvo altibajos, pero el PSPV siempre fue el vencedor en todas las elecciones municipales de ese período, salvo la de 1979 (perdió por la mínima en votos frente a UCD, 36,23% frente a 36,88%). Eso incluye la victoria de 1991, que no sirvió de nada pues, a la postre, un pacto entre PP y Unión Valenciana aupó a Rita Barberá a la alcaldía.
Barberá ostentó una clara hegemonía, primero junto con UV y muy pronto (1995) en solitario. Tras veinte años de victorias aplastantes, con mayorías absolutas en escaños y casi siempre también en votos, Barberá gana por la mínima las elecciones en 2015, pero es destronada por un pacto de perdedores... como el de la propia Barberá con UV en 1991 o el del PSPV con el PCE en 1979. Como ven, la historia parece repetirse. En esta tabla (que proviene de un texto académico sobre los resultados de 2015 que pueden consultar aquí, si lo desean) pueden ver la evolución electoral de las elecciones municipales en Valencia ciudad, en porcentaje de votos (en negrita, el porcentaje del partido más votado):
Como pueden ver, siempre que un partido político logra la alcaldía por primera vez, ha sido para quedarse. Y, además, siempre mejora resultados cuatro años después. Cabría pensar que esto puede suceder también el domingo, aunque las encuestas no son claras al respecto, y a lo sumo detectan que Compromís mantendría resultados o aumentaría en un concejal.
Sí que son claras las encuestas, en cambio, en pronosticar una mayoría de las izquierdas. Sobre todo, las encuestas más recientes. Aquí sí que se percibe un cambio de tendencia muy claro, marcado por la encuesta del CIS, publicada justo después de las Elecciones Generales, pero realizada poco antes. Cogemos los datos de la completísima web en inglés de la Wikipedia sobre las elecciones municipales en Valencia ciudad:
Es difícil no ver la relación entre el resultado de las elecciones del 28 de abril y el cambio en los pronósticos para el 26 de mayo. Antes del 28 de abril, las encuestas eran mucho menos claras al respecto, y algunas vaticinaban el retorno de las derechas. El claro fracaso del trío de las derechas en España ha recalibrado sus expectativas en muchos municipios (sobre todo, en las grandes ciudades) y en las comunidades autónomas que también celebran elecciones este domingo. Y también cabe suponer que es posible que la victoria del PSOE en abril pueda animar a sus votantes, mantenerles movilizados, mientras que el votante conservador tienda más al abstencionismo.
Habrá que ver si este giro a la izquierda iniciado el 28 de abril se culmina el próximo 26 de mayo (con bastiones históricos de la derecha tan importantes como Madrid, la Comunidad de Madrid, o Castilla y León que podrían cambiar de signo, según varios sondeos). Pero, en cualquier caso, parece claro que han mejorado las expectativas de la izquierda, incluso si tenemos en cuenta que, con los resultados de abril, tanto en las Generales como en las Autonómicas, en València ciudad gobernarían las derechas.
Por lo que se refiere a la victoria interna en cada bloque, parece que Compromís tiene ventaja en la izquierda, y el PP en la derecha. Y es normal que así sea, dado que las diferencias de partida son muy grandes: cuatro concejales, casi el doble (nueve a cinco de Compromís al PSPV y diez a seis del PP a Ciudadanos en 2015). Sin embargo, tampoco es una ventaja absolutamente determinante, y son varias las encuestas que prevén una ajustada victoria de Sandra Gómez frente a Joan Ribó (y de Fernando Giner frente a María José Catalá). Aunque todas las miradas estarán puestas en quien logre la victoria en el bloque electoral que resulte ganador de las elecciones, que será también el alcalde a partir de junio, es importante también ver quién obtiene la victoria en el bloque perdedor, pues quien lo haga liderará la oposición (y no, como parece pensar Albert Rivera, quien Albert Rivera afirme que es líder de la oposición: habitualmente, el propio Albert Rivera).
Por último, hay una cuestión que podría cambiar significativamente los resultados, y es la posibilidad de que alguno de los partidos minoritarios de cada bloque electoral obtenga menos del 5% de los sufragios y, por tanto, se quede sin entrar en el ayuntamiento, como sucedió con EUPV en 2015. Tal tesitura, obviamente, podría cambiar las tornas, porque implicaría, en una contienda muy igualada (aunque con ventaja, parece, de las izquierdas), perder un porcentaje importante de los votos afines.
Pues bien: también aquí tenemos malas noticias para las derechas. El socio minoritario de la izquierda, València en Comú (o más bien su alma mater, Podemos), en previsión de este riesgo llegó a un pacto con EUPV. Es difícil pensar (como lo era en las Autonómicas) que dos partidos que por separado obtuvieron casi un 15% de los votos en 2015 ahora no logren llegar al 5%. Aunque desciendan mucho, entrarán (como sucedió en las Autonómicas).
En cambio, es una incógnita cómo se comportará Vox en estas elecciones municipales. Entre otros motivos, porque seguimos sabiendo muy poco sobre su comportamiento electoral. Pero hay tres cuestiones claras. La primera, que Vox creció, entre otros factores, a base de generar expectativas, que se vieron parcialmente defraudadas el 28 de abril (obtuvieron un muy buen resultado para un partido nuevo, pero insuficiente para lo que ellos mismos habían estado pregonando que esperaban alcanzar). La segunda, que Vox es un partido claramente ligado al eje nacional, que por ahora tiene mucho menos que aportar en unas elecciones municipales. La tercera, y más importante, que Vox puede sufrir en sus carnes el fenómeno del voto útil, es decir: que muchos votantes de Vox, arrepentidos al ver que el experimento del trifachito ha constituido una debacle para la derecha española, vuelvan al redil del PP (o se vayan a Ciudadanos como auténtica alternativa de los populares).
En tal caso, y paradójicamente, estos votantes pueden ahondar en la debacle de la derecha (en València y en muchos otros lugares): harían voto útil a otros partidos precisamente cuando es posible que el voto más útil sea el voto a Vox. Todas las encuestas dicen que entrará, pero muchas lo ubican peligrosamente cerca del 5%. Vista su evolución, tal vez esta última semana de campaña electoral acabe de darles la puntilla.