VALÈNCIA. El resultado de los comicios locales ha supuesto en la práctica un status quo digno de El gatopardo: todo ha cambiado para que nada cambie. El Govern de la Nau reedita su mayoría si bien en esta ocasión con sólo dos partidos, tras la caída de Unidas Podemos; como el Valencia CF, el gobierno municipal reeditó la victoria pero acabó pidiendo la hora. El alcalde Joan Ribó, que cumplirá su segundo mandato, tuvo un detalle y se acordó de la formación morada durante las celebraciones del domingo noche. Todo apunta a que, como apuntan fuentes de Compromís, "a excepción de los ajustes necesarios por la perdida de tres concejales", el gobierno se quedará prácticamente cómo estaba. Ribó siempre se mostró moderadamente optimista, algo que él mismo no sabía si atribuir a sus deseos o una correcta interpretación de la realidad. El tiempo le ha dado la razón, como suele pasar con los profesores, y él hace gala de haberlo sido. Con el resultado electoral ya sobre la mesa, se pueden extraer algunas conclusiones sobre las estrategias políticas de estos últimos cuatro años y señalar cuáles aparentemente no han servido para nada y cuáles sí.
1. El carril bici, ese problema que quizás no lo es. La obstinación con la que el PP y Ciudadanos han atacado las políticas de Movilidad del concejal Giuseppe Grezzi no ha tenido aparentemente rédito en votos. En los distritos más afectados por la implantación del carril bici durante esta legislatura, Ciutat Vella y Ensanche, es cierto que el PP gana pero por ejemplo en el primer distrito pierde un 15% de votos (mucho más que la bajada de participación) y en el segundo también baja; Compromís sube. Por su parte, Ciudadanos, que ha hecho caballo de batalla de esta cuestión, no sale especialmente beneficiado por sus críticas a la gestión del concejal. Si el carril bici es un problema, no parece importar mucho a la hora de votar o dejar de votar. Y además, para criticarlo ya está el PSPV de Sandra Gómez. Si alguien puede haber obtenido rédito de las críticas, es ella; sólo hay que ver cómo ha subido la candidatura socialista en los Pobles del Sud.
2. ¿Quién teme al Fuset feroz? El PP puso la proa contra el concejal de Cultura Festiva. Las críticas contra el regidor de Compromís más popular en redes sociales, Pere Fuset, se sucedieron a lo largo de estos cuatro años. Las broncas con la Interagrupación de Fallas fueron casi norma al principio de la legislatura. Y a todo esto se vino a sumar el conflicto por la encuesta fallera, que acabó costándole la imputación al alcalde de València, Joan Ribó. Pese a ese supuesto malestar, las fiestas populares eran y son de lo mejor valorado de la ciudad por los vecinos. El resultado electoral, con la victoria de Compromís y la reedición del Govern de la Nau, viene a poner en tela de juicio la trascendencia de estos enfrentamientos. Las Fallas importan, sí, pero si ha habido malestar no se ha traducido en nada concreto.
3. El pancatalanismo, ese terrible enemigo. El torpe intento de reeditar la llamada de Batalla de València con una confrontación de símbolos, ubicando a Compromís en la órbita del catalanismo secesionista y al PSPV-PSOE como cómplice de un plan arcano para desgajar la Comunitat Valenciana de España, aparentemente, no ha servido para que el PP retuviera el liderato en València ni para que Ciudadanos aumentara considerablemente sus escrutinios. Especialmente significativo es el caso de la formación naranja, que ha llevado ante los tribunales subvenciones a entidades como el Centre Octubre, y que cuestiona, pleno tras pleno, las ayudas que concede el Govern de la Nau a estas mismas entidades. Giner mismo, en el debate en À Punt insistió en su hostilidad al “pancatalanismo”, esa némesis. El PP exhibió por su parte al presidente de Lo Rat Penat, el polémico Enric Esteve. De él se dice que no despierta unanimidad en las filas blaveras; ahora también se puede decir que no es un factor decisivo para ganar elecciones.
Tanto populares como Ciudadanos podrán argumentar que por adoptar esa línea valencianista la sangría de votos hacia Vox no fue mayor; en cualquier caso, los datos son los que hay, y la lucha identitaria no ha sido bastante para ganar. No parece de hecho que vaya a calar. La aparición de destacados miembros de Compromís con la señera valenciana en actos públicos, empezando por las celebraciones por los resultados electorales de este domingo, con su azul canónico a la vista; la exhibición reiterada de estos símbolos en mítines, o las alusiones de Ribó a que se opone a que Cataluña se separe de España, sí parecen haber calado en la sociedad valenciana y, por el contrario, el número de personas que identifican a Compromís con ese supuesto pancatalanismo o no es muy significativo, o no lo consideran relevante a la hora de gestionar una ciudad.
4. Denuncia, que nada queda. Una de las estrategias más agresivas emprendidas por el PP en su oposición al Govern de la Nau ha sido la denuncia ante los tribunales de cualquier cuestión, por peregrina que fuese, para así imputar a concejales del gobierno municipal y exigir su dimisión. La estrategia la dirige el asesor municipal del PP Luis Salom, que según fuentes populares "va por libre", y hasta ahora no ha servido para nada. Hasta la fecha todas las denuncias se han cerrado sin condena y no han generado descrédito suficiente del Govern de la Nau entre la ciudadanía, o al menos no se ha percibido en el resultado electoral.
5. Yo soy más ecologista que tú. Diferenciándose de sus socios de gobierno, en el segundo tramo de la legislatura València en Comú adoptó un perfil más conservacionista con la Naturaleza y la huerta. De la resignación inicial con la ZAL pasó a una postura hostil a la misma y defensora de su anulación. Otro tanto sucedió con la V-21, donde se posicionó en contra de la ampliación, plantando cara a sus socios de gobierno PSPV-PSOE y Compromís. La ciudadanía no parece haber valorado estas posturas a la hora de ir a votar y estos rasgos que diferenciaban a Unidas Podemos de sus compañeros de gobierno no se han traducido en aparentemente nada, no han sumado y si lo han hecho no ha servido para lograr regidores.
6. Abrir el balcón del Ayuntamiento. Lo admitían desde la oposición: había sido uno de los grandes aciertos de la legislatura. La decisión de abrir el balcón del Ayuntamiento de València a la ciudadanía, hacerlo visitable, era una buena medida no sólo por su valor simbólico sino por lo que en la práctica suponía: el consistorio ahora no es un monstruo hostil, el ciudadano de a pie lo podía sentir como suyo. No en vano, el propio Ribó aludió a ello en su minuto de oro en el debate de À Punt. Compromís estaba para que el Ayuntamiento fuera de todos. Y esa idea, tan clásica, tan antigua, tan física, en la era de Facebook, de Instagram, de Twitter, ha funcionado. O al menos eso parece porque, parafraseando a Campoamor, todo es del color del filtro que se usa.