Vuelve con fuerza el bipartidismo, y la batalla se libra en València. Lo saben los dos grandes partidos y así están trazando sus estrategias con parada obligatoria en el Cap i Casal, una plaza estratégica para mostrar músculo, unión y fuerza orgánica. El PP lo hizo la semana pasada con su convención nacional y el PSOE lo hará en su 40º Congreso Federal que se celebrará entre el 15 y 17 de octubre.
Los grandes necesitan a València para conseguir su victoria final. Valencia, así nos llaman en los cuarteles generales del PP y PSOE, aunque se refieran a la Comunitat Valenciana, es clave. Porque somos una autonomía numerosa y porque es estratégica para decantar la ajustada balanza electoral.
Al PP una vez recuperada Andalucía, un feudo que le hace de contrapeso ante la ‘imposible’ Cataluña, y habiendo consolidado con éxito Madrid, solo le falta la Comunitat para volver a reconquistar sus graneros de votos tradicionales que le darían la entrada a la Moncloa. En el PSOE no se pueden permitir perder una Comunitat que les ha costado tantos años recuperar, y la necesitan para mantener los escaños para conservar la presidencia del Gobierno.
Por tanto, tenemos visitas aseguradas y por lo que parece a lo grande. En los últimos años con la depreciación del bipartidismo, las formaciones dejaron de lado los baños de masas y apostaron por escenografías más contenidas, bien para asemejarse a sus pequeños competidores, dígase Podemos o Ciudadanos, o porque en época de gran desafección hacia los políticos era un desgaste con un riesgo innecesario.
Pero el PP decidió volver a las andadas y le salió bien. Por primera vez el PP de Casado se ve con serias posibilidades de llegar a la Moncloa.
En primer lugar, por razones cuantitativas. La caída libre de Ciudadanos le permite recuperar esos votos e incluso rascar votos socialistas (esto sería, en gran parte, mérito de Sánchez). La fragmentación del centro-derecha en tres partidos, les dificultaba ese éxito electoral por muy ajustados que pudieran estar los bloques.
En segundo lugar, por razones emocionales. La semana de la convención ha sido crucial. Una inyección de autoestima. Tras años de desconcierto, buscando su lugar, encajonados entre Vox y Ciudadanos, el PP ha levantado la cabeza y ha dicho: aquí estamos.
Tras muchos vaivenes y cambios de estrategia, Casado ha marcado su proyecto. Un posicionamiento ideológico más parecido al PP de Madrid que al periférico, en el que se siente más a gusto y convencido. Aunque el mejor caso de éxito que tienen se encuentre en Galicia, donde Feijoo ha ido sumando mayorías absolutas aglutinando todo el voto del centro derecha, hasta el punto que ni Ciudadanos ni Vox han llegado a pisar el parlamento gallego.
El optimismo también ha calado en el PPCV. Tras su éxito de organización ha vuelto a erigirse como la maquinaria de movilización que era antaño. Mazón estrena su presidencia regional con méritos y ha demostrado arrojo por atreverse a llenar el coso y recobrar el talismán del PP. Porque además de estructura, organización y trabajo se necesita cierta atmósfera de ganas de cambio e ilusión en los militantes para llenar la plaza de toros, y por lo que vimos parece que algo se mueve.
La plaza de toros de Valencia ha sido un revulsivo para el PP, pero el control de los tiempos los marca el PSOE. Pedro Sánchez en Madrid y Ximo Puig en la Comunitat son los que tienen el poder para activar la convocatoria electoral, tienen ese as bajo la manga, a pesar de sus socios de gobierno.
El PSOE confía en que los Fondos Europeos sean la palanca de la recuperación económica, y cuentan con ellos para regar de optimismo su relato. Pero no solo será decisivo salir airosos de esta etapa postcovid, porque los movimientos en el tablero de la izquierda pueden provocar importantes cambios.
Podemos a la baja, con Yolanda Díaz, la ministra mejor valorada del Gobierno, desmarcándose con marca propia y con una apuesta por la transversalidad, siguiendo la estela de Errejón. Su reto, asumir el liderazgo del espectro a la izquierda del PSOE. Un proyecto que si fragmenta más el bloque de la izquierda no hará más que perjudicar a los socialistas que necesitan que Podemos aguante para que no les supere la derecha.
Con este panorama, y para responder a los populares en modo triunfal, no me cabe duda que el PSOE aprovechará su capacidad de movilización la próxima semana en Feria Valencia.
La exhibición de fortaleza genera un estado de ánimo colectivo que invita a sumarse al carro ganador, el efecto bandwagon, que indica que tenemos tendencia a votar a quienes vemos como ganadores.
Saben que en la era digital más que nunca manda la escenificación y la imagen. Según la regla de Mehrabian lo que se comunica tiene muy poca importancia frente a lo que vemos. Lo que más nos influye es el impacto visual un 55%, un 38% lo auditivo y un 7% el contenido del mensaje.
Abierta la veda de la contienda electoral con València como testigo de excepción, esperemos que esta valencianización sirva para que se tomen en serio la principal injusticia y agravio que sufrimos en la Comunitat y de una vez, reformen el sistema de financiación.