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'La Capilla de los Niños' combina autoficción y thriller para indagar en el crimen de Alcàsser

La obra de Perros Daneses, programada este fin de semana en La Mutant, opta a tres premios Max

11/12/2019 - 

VALÈNCIA. Existe una atracción turística en Palermo de tintes macabros: los muros de las catacumbas del convento de los capuchinos están surtidos de cadáveres momificados. Entre las seis cámaras subterráneas hay una dedicada a menores. Se llama La Capilla de los Niños y es el nombre que Javier Sahuquillo ha elegido para titular la última obra de su compañía, Perros Daneses

Con su propuesta, programada los días 14 y 15 de diciembre en La Mutant, el dramaturgo y director de escena quiere llamar la atención sobre la desaparición de críos y adolescentes en nuestro país. De hecho, la trama gira en torno a la investigación del crimen de Alcàsser

“A pesar de las desorbitadas cifras de desapariciones de menores de edad en España, donde cada año se echan de menos a entre 30 y 40, no hay muchas ficciones sobre este tema. Mi intención es reivindicar que los niños tengan una vida tranquila y buena. Y lo mejor es que hablemos para poder solucionarlo”, considera el autor valenciano.

La pieza bien podría haber orbitado en torno al olvidado caso Macastre o a sucesos mediáticos como los protagonizados por Diana Quer o Marta del Castillo, si no fuera porque las muertes de Toñi, Miriam y Desirée han obsesionado desde siempre a Sahuquillo.

El director de escena no guarda tanto recuerdos del descubrimiento de los cuerpos, como del juicio: “En el instituto había compañeros que se quedaban a ver el programa de Pepe Navarro (Esta noche cruzamos el Mississippi). A mí no me dejaban, así que cada mañana estaba pendiente de la información que traían los de clase. Y me fui ofuscando, porque las piezas no encajaban del todo. Durante años, fui haciendo una investigación a la que he vuelto de tanto en tanto. A día de hoy hay elementos no resueltos en la investigación criminal”.

Desmemoria histórica

Pero no sólo es la turbación personal la que ha motivado la propuesta de Perros Daneses, sino también la conmoción de todo un pueblo: “La memoria histórica no va sólo de 1936 a 1979, sino que pasa por analizar y cuestionar nuestro imaginario colectivo en todos los sentidos, desde El Cid, del que se acaba de publicar un ensayo que cuestiona el paradigma creado por la propaganda fascista (El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra, de David Porrinas González), hasta la obra de teatro sobre Rodrigo Rato que ha estrenado Pablo Remón (Sueños y visiones de Rodrigo Rato)”.

El crimen de Alcàsser ha sido objeto en los dos últimos años de dos películas (75 días, de Marc Romero, y Las niñas, de Manuel Giménez de Llano), de una serie documental producida por Netflix (El caso Alcàsser), y de una obra de teatro firmada por Jordi Casanovas (Valenciana, (la realitat no és suficient).

En esta ocasión, para acercarse al suceso, el director valenciano se ha servido de la autoficción, un género que alaba en la pluma de Javier Cercas, pero lamenta que se haya convertido en moda. Sin embargo, este tipo de escritura de ficción desde el yo le permite la estructura idónea para abordar los crímenes “de forma elegante y respetuosa, sin dañar a las familias en su duelo”.

Sus pesquisas adolescentes las ha trasladado a un alter ego en la obra que aunque lleva su nombre está interpretado por Laura Sanchís, nominada al Max a mejor actriz, como también lo está Sahuquillo en las categorías de dirección y de texto.

“Con la muerte de estas chicas se hizo absoluta pornografía mediática. Fue francamente asqueroso. Así que consideré que para hablar de este tema, lo correcto era hacer pornografía de mí mismo”, argumenta el dramaturgo, que le ha dado un giro paródico al género de la autoficción y en lugar de loarse, presenta a un personaje torpe, “un Sancho Panza más que un Quijote, un personaje de Rilke que busca la muerte sin saberlo”.

Retiro y fogones italianos

En la ficción, Javier Sahuquillo es un escritor de teatro que ha decidido retirarse y vive en Palermo. En ese punto de partida hay una importante dosis de realidad. Tras la mala acogida de su anterior montaje, Nagg i Nell. Després de Beckett, el director estuvo planteándose dejar las artes escénicas. La capilla de los niños ha sido un último disparo al aire. Y por suerte, ha dado en la diana, pues se ha convertido en una de las producciones de teatro valencianas más aclamadas a escala nacional. 

La decisión de instalar a su personaje en la ciudad italiana le reconecta con la beca Erasmus que lo trasladó a Palermo entre 2005 y 2006, donde vivió una experiencia vital muy intensa, “no tanto feliz, como oscura”. Allí se enamoró de la urbe y de sus gentes, y aprendió a cocinar.

El juego metateatral también se nutre de los referentes literarios de su creador. En la escenografía, diseñada por Ximo Rojo, se pueden observar libros en el suelo de Walt Whitman, Valle-Inclán y Borges, retratos de Pasolini y el cómic italiano de culto Dylan Dog, obra de Tiziano Sclavi.

Name-dropping

“Mi gran maestro es Borges, un cuentista, y la investigación que realiza mi personaje tiene mucho que ver con su idea del laberinto, pues pasa por encontrar pistas que conducen a un camino cerrado que te lleva a volver de nuevo hacia atrás”, explica Sahuquillo.

A Valle-Inclán lo conecta con la autoficción en las mentiras y fabulaciones que el escritor gallego creo en torno a su figura. Y con el retrato de la España truculenta y esperpéntica que también caracterizó al triple crimen de Alcàsser. 

Los ecos de Whitman resuenan en el personaje secundario de la obra, Natale, interpretado por Juan de Vera, un efebo italiano del que se enamora el protagonista: “El escritor estadounidense amaba la belleza masculina, ahí está, por ejemplo, el poema Veintiocho muchachos, y fue una persona muy vitalista en medio de una posguerra, lo que se puede identificar con esa España oscura del 92, que aun no se ha liberado del franquismo, donde la Guardia Civil se escapaba del control de Felipe González, pero que empieza a resurgir”.

El personaje de Natale podría ser uno de los muchachos de barrio, uno de los hombres de baja estofa por los que se sentía atraído Pasolini, “un artista muy comprometido y dispuesto a llegar hasta el final”. Y Dylan Dog es un detective de lo paranormal, del mismo modo que el escritor de la pieza, convertido en investigador, opta por la teoría de la conspiración.

También cita como inspiraciones el cine negro y la novela detectivesca, a Michael Mann, a Agatha Christie, a Sherlock Holmes y la película El tercer hombre (Carol Reed, 1949)

Sahuquillo opina que todo buen escritor es, por extensión, un buen cocinero, porque cocina sus ingredientes a fuego lento. Y en este guiso no será por buena materia prima. 

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