Todos aseguran que se apuntan a eso de la política para cambiar el mundo, pero es siempre la política la que los cambia a ellos. Y, por lo general, no siempre para bien. Aquí los únicos que esta semana han dado una lección han sido los votantes. Me refiero en este caso a las elecciones de Madrid que parece que hayan sido las de todo el país, como cuando se producen en Estados Unidos, aunque su sistema no se parezca en nada al nuestro ni nos afecte, salvo económicamente de refilón, pero parezca que mediáticamente nos vaya la vida en ellas con esos despliegues mediáticos que hasta nos llevan a comprar banderitas de colores e incluso tomar partido cuando en la mayoría de sus estados les da absolutamente igual y hasta no nos sitúan ni en el mapa.
Quien haya pasado un tiempo en los USA sabe de lo que hablo. No nos parecemos en nada, salvo en que nos vestimos todos los días por los pies, pero nuestra influencia en su sistema es el mismo que en Birmania, salvo si suben aranceles. Pero es lo que nos preocupa, estar al tanto del otro y escudriñar. Eso sí es muy nuestro y parece que nos pone en el ojo del debate mundial. Sin embargo, creo que Biden aún no ha llamado para presentarse.
Nos han dado por todos los lados con las elecciones en Madrid, como si nos fuera la vida. Pero sí. Nos iba la vida porque estos políticos son cicateros y capaces de aguantar en un hangar las vacunas Covid en función de las encuestas. Sin complejos, ni escrúpulos.
Menudo espectáculo nos han dado estos trepas del menudeo frente a esas colas que esperaban a votar para luego ir a aportar a las cuentas del Estado, bien por IVA, por IRPF o por derramas de autónomos. La casta política, en coche oficial y con escolta, por supuesto.
Aquí, insisto, quienes han dado una lección han sido los votantes que aguantaron en fila para votar. Me da igual el resultado. Eso es problema de los madrileños. Pero sí me solidarizo con ellos porque nos han dado una lección de paciencia y democracia después de unas semanas de auténtica vergüenza nacional y esperpento social y político, entre altercados, enfrentamientos, balas, navajas y pintura. Hay que ser miserable para aprovecharse de tantas historias mezquinas por un puñado de votos que no protegen la economía de la ciudadanía ni sus deseos, sueños o aspiraciones, sino simplemente intentan justificar el reparto de poder y el mantenimiento del mismo a base de miedo urbano.
Este espectáculo que nos han dado éstos que están a lo suyo pero no a lo de los demás ha sido de nota. Afortunadamente les ha pasado factura. Y espero que sea el comienzo de otras muchas. Tanto por la derecha como por el centro o la izquierda. Me refiero al hecho de que, según mi impresión, la ciudadanía ha salido de ese letargo en el que estaba metido. ¡Al fin! Como si hubiera despertado del sueño de la marmota para tomar el rumbo de las cosas y poner a cada uno en su sitio, para bien de unos o para mal de otros, que ese es otro cantar.
La gente está harta de guerra civilismo y confrontación social. Es un hecho. No van con nosotros. No somos así. Lo que queremos es que nos dejen vivir en paz, no nos suban más impuestos y que las cuentas estén claras y no escondidas entre líneas. Y por ahí la ciudadanía les ha dado a esta casta que ya era hora de ir poniendo en su sitio y hasta quitarle privilegios que debería ser lo siguiente. Insisto, sea del color que sea.
Esta misma semana salía del hospital un familiar después de casi un mes al límite. Quien se ha ocupado de él han sido sanitarios y sanitarias en todas sus escalas. A muchos de ellos nos les van a renovar contratos porque los muertos están decreciendo. Además, ya dejan de formar parte de una estadística que es en lo que se ha convertido la lucha del Covid para nuestros gestores que se creen en poder de la verdad universal.
Sin embargo y al mismo tiempo, los demás seguían en sus cuitas mientras nos amenazaban con subidas de impuestos escondidos en decretos que luego eran supuestas erratas y normativas surrealistas.
Me pregunto o hago la pregunta sobre la necesidad de tener más de una veintena de ministerios en un país que lo debe todo, añadiendo agencias y comisionados, como el que nos ha montado recientemente nuestra Generalitat para llenarlo de cargos políticos y no técnicos. Me pregunto para qué queremos tantas consellerias sin funciones y direcciones generales que sólo suenan bien por el nombre
Estas elecciones que nos ha dado tanto dolor de cabeza me ha dado un golpe de fe. Me ha permitido, en cierto sentido, volver a confiar en la ciudadanía y a creer que está de nuevo despierta. Eso espero. Despierta, preocupada y envuelta en un nuevo pragmatismo que no lleve a votar por simpatía/empatía sino por realidades y objetivos, los mismos que afectan a tantas familias en las colas del hambre, las listas de desempleo y las subidas injustificadas de impuestos. Menos banderitas, asesores, disfraces, márquetin y decoración y sí más hechos y realidades. No se gobierna para “los nuestros” sino para todos. A ver si lo asumen de una vez o hemos de volver a recordárselo.
Espero que sea sólo el principio. Y que el Gobierno que gobierne en pro de su sociedad reciba un premio, pero aquel que sólo piense en sus intereses partidistas y en dividirnos, lo sufra. No estamos para tonterías. Y menos conociendo y palpando a diario la situación en la que vivimos y la que nos espera.
Democracia es alternancia. Consiste en confiar, examinar y cambiar si decepciona. Es muy fácil.