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políticos al habla / OPINIÓN

La Cataluña necesaria

18/10/2018 - 

18/10/18. La Cataluña necesaria es la que los catalanes, que son españoles, necesitan. Se hace difícil trabajar políticamente en la tierra catalana cuando los que dicen respetar la libertad no respetan los derechos de los que no piensan como ellos. El nacionalismo, y Europa tienen muchos ejemplos, elude la responsabilidad que supone asumir a los que piensan diferente. El mantra ideológico perverso de la superioridad moral del pensamiento único es la razón inequívoca de que unos quieren hacer callar a otros.

La sociedad moderna, esa que llamamos democracia representativa, se sustenta en el acatamiento de las leyes que nos hemos dotado. Una quiebra de ese sistema por parte de una parte de la sociedad, sólo lo pervierte y lo dota de incertidumbre, de tensión en la calle, de enemistades y de quebranto económico. Allá donde se dijo que las empresas no huirían de la deriva nacionalista e independentista, tardaron segundos en mover sus sedes sociales. ¿Quién pensaba que las empresas se iban a quedar a mantener un sinsentido social y económico?

"Tendríamos que poder ponernos de acuerdo en hacer las reformas que necesitemos, sin una dependencia directa de un desafío de una parte de Cataluña, que se expresa en el independentismo. Y, por cierto, menuda forma de golpe de estado lo ocurrido en Cataluña, no el 1-O, sino el 6 y 7 de septiembre".  Quien así se expresaba este pasado domingo en el diario El País es Felipe González. Poco sospechoso de ideologías pasadas. Aunque a los nacionalistas, en esa retórica tan necesaria para su relato, cualquiera que no comulgue con sus planteamientos es "enemigo de Cataluña".

El expresidente Felipe González durante su visita con motivo del aniversario de Broseta. Foto: EVA MÁÑEZ

Mal haremos si nos dejamos arrastrar por la autopista del odio. Mal hacemos en no detestar los ataques a personas y negocios que no están en la rueda del independentismo. La violencia ejercida contra aquel que no es parte de la "tribu nacionalista", es puro fascismo. Se alimentan a los extremos, derechas e izquierdas, cuando se quebranta el mandato constitucional.

Existe, también, una retórica nacida del nacionalismo, que siempre es excluyente, que pronostica una visión anacrónica e irreal de unos supuestos "països catalans". Esa elucubración mental, solo atribuible a la falta de sentido común y la guerrilla de los términos, es utilizada para soliviantar a la gran mayoría de valencianos que nos sentimos valencianos, españoles y europeos con el mismo grado de afinidad.

No es ningún secreto que el Bloc Nacionalista Valencià, no lo olvidemos, integrante mayoritario de Compromís, tiene entre sus objetivos, configurado como 'summum político' alcanzar la asociación política con la quimérica república de Cataluña, y ello se ve en que no han tardado en trasladar los tentáculos del sectarismo nacionalista a los más de doscientos colegios en la Comunitat Valenciana, en cuyas clases de infantil no se imparte ni una sola hora de castellano.

Alumnos en un colegio de València. Foto: KIKE TABERNER

Nada más inútil que una "guerra" utilizando la lengua como bandera que atiza a los otros. Nada más estéril que engalanar balcones con banderas inexistentes para proclamar ilusas esperanzas. La realidad siempre se hace hueco ante el matonismo. No hay nada debajo de la ley, excepto su cumplimiento. Los ciudadanos que necesitamos al Estado como salvaguarda de la defensa de los derechos y libertades individuales, no podemos arrodillarnos ante la prosa nacionalista que "tolera" el incumplimiento de la ley.

El filósofo Hayek decía que la tolerancia "no debe incluir el derecho a predicar la intolerancia".  Porque eso supondría justificar la violencia ejercida contra aquellos que, por ejemplo, decidieron dar clases en la Universidad de Barcelona, cuando los piquetes les empujaban a salir de clase. Esa violencia ejercida, de un derecho individual, bien por un comité rebelde, bien por otro individuo, es solo el síntoma de una verdadera ausencia de libertad.

La libertad está en juego cuando los preceptos que se promulgan son los de acabar con la libertad de los “otros”. Entonces la Cataluña necesaria se hace innecesaria. Quebrantando el mandato constitucional, es cuando los extremos ideológicos se alimentan.

Todo argumento falaz para construir una sociedad donde la escuela, la televisión pública y parte de la sociedad civil se pone al dictado de una ideología concreta tiene nombre y apellidos. No quieren escucharlo porque sus mandamientos pertenecen a ese lenguaje onírico de sentimientos, tan bien utilizados en la historia de la humanidad por los más nefastos personajes. La verdadera Cataluña no lo es por estar con unos u otros. La verdadera Cataluña es la que no está en contra de una parte de la misma. No estar en contra es ya sinónimo de fortaleza democrática. Pero en este juego tan atroz de romper las reglas, las leyes democráticas, siempre hay dos perdedores. Los que las rompen porque no conseguirán los objetivos,  y los damnificados por respetar la ley, y hacerla cumplir, porque siempre sufrirán las consecuencias de amar más a Cataluña que aquellos que quieren romperla.

Nadie está por encima de la ley en una sociedad democrática. Si la violencia, si la intimidación, si la perversión por contar una historia irreal, acampa en una sociedad, la reconstrucción política necesita algo más que puro diálogo. Necesita que la ley se cumpla, para que el diálogo se pueda ejercer. Si no, nadie se sentirá protegido cuando unos se crean más necesarios que otros. Cataluña es muy necesaria en España, en Europa. Pero sin exclusiones, y cumpliendo la ley.

Emilio Argüeso es secretario de Organización de Ciudadanos en la Comunitat Valenciana y secretario primero de la Mesa de Les Corts

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