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tribuna libre / OPINIÓN

La Comunitat Valenciana en su desarrollo histórico (I)

18/05/2023 - 

Una sociedad, la valenciana, alicantina y castellonense, con interpretaciones diversas y contrapuestas, en una geografía con muchos kilómetros de costa, dos cadenas montañosas que confluyen, por el N. el sistema Ibérico y por el sistema Bético. Un litoral con gran concentración humana donde se ubica gran parte de los principales núcleos de población y la dinámica económica más desarrollada, donde subsiste una agricultura de exportación, una industria autóctona que ha tenido gran proyección y unos servicios que tienen como principal base el turismo, frente a un interior más despoblado y montañoso. Las comarcas históricamente más vinculadas al Antiguo Reino de Valencia tienen una mayor densidad de población, con predominio relativo del valenciano, y en otras, incorporadas en el siglo XI o de nueva repoblación después de la expulsión de los moriscos, predomina el castellano. Tres provincias que ha costado, y sigue costando, ensamblar. Castellón con menor población, pero más vinculada al nacionalismo, tal vez por su cercanía a Cataluña, y con un dominio importante del valenciano. Alicante, una provincia compleja en sí misma por la rivalidad entre comarcas y ciudades, con zonas de dominio lingüístico diverso, y donde su relación con Valencia ha tenido, históricamente, distintas diatribas, como se han destacado en los medios. De hecho, la alternativa del sureste aparece de vez en cuando explícita o implícitamente. Y Valencia capital, sin la suficiente fuerza e impulso para ser claramente hegemónica. En fin, nada que no se sepa.

Pero como eje histórico contemporáneo tenemos una sociedad donde conviven múltiples tendencias y opciones ideológicas. En la Comunidad, desde principios del siglo XX, han crecido movimientos sociales y políticos para todos los gustos: anarcosindicalistas de la CNT de todas las tendencias (el teórico del Partido sindicalista de Pestaña era el valenciano Marín Civera y su revista Orto), anarquistas revolucionarios del Comunismo Libertario (en el Cabañal se creó la FAI), sindicalistas de la UGT, sindicalistas católicos con fuerza en Gandía y Ontinyent, PSOE, con socialistas de Largo Caballero y de Indalecio Prieto, trotskistas del POUM, socialistas nacionalistas, carlistas, comunistas pro PCE y pro chinos, trostkistas de Liga Comunista Revolucionaria, nacionalistas comunistas, nacionalistas anticatalanistas de UV, FRAP, GRAPO, Movimiento Comunista, Partido del Trabajo, monárquicos conservadores, liberales monárquicos, republicanos blasquistas de Blasco Ibáñez, sorianistas (de Rodrigo soriano), azañistas, radicales-socialistas, lerrouxistas, Derecha Regional Valenciana de Luis Lucia vinculada a su manera a la CEDA, falangistas, hedillistas y franquistas, demócratas cristianos... en una amalgama de convivencia en compartimentos estancos como familias en las que cada cual cuida de los suyos y donde no cabía permeabilidad con los otros. También en otras sociedades podía existir esa disparidad de opciones, pero no, tal vez, con la misma capacidad de aceptar que cada cual tiene su espacio que hay que admitir y tolerara porque, en realidad, nadie resulta hegemónico. Hubo un tiempo en que se hacían interpretaciones globales sobre qué significaba pertenecer a una sociedad como la valenciana, sea desde Castellón, Alicante o Valencia, para explicar cuáles eran sus características principales. Desde Joan Fuster, a principios de los años sesenta hasta el segundo decenio del siglo XXI, contamos con varios trabajos que analizaban la historia o la realidad social y económica en distintos periodos. Y también desde diversas perspectivas teóricas e ideológicas. Pero en los últimos tiempos la investigación se ha parcelado en exceso y el ensayo ha quedado relegado, como si ya fuera difícil decir algo más de lo dicho. Existe como un cansancio de retomar debates que parecen concluidos, dejarse de relatos alternativos y concretarse en el día a día, con expectativas de resolver los problemas cotidianos que afrontamos. Ya no parece dar más de sí. ¿Vamos a seguir desentrañando si somos una región española, una nacionalidad o una nación? Todo parece estar en stand by, o latente, hasta que alguien se atreva, de nuevo, a recoger lo aportado desde hace casi un siglo y darle una nueva dimensión. El análisis histórico del último tercio del siglo XX, cuando se abrió la posibilidad de construir unas instituciones propias dentro del marco de la España de las autonomías, es una ocasión para retomar la proyección de si es conveniente aportar algo nuevo. ¿Hemos cambiado en algo? ¿seguimos en la misma dinámica? ¿Hay alguna originalidad que manifestar?

Permanece una obsesión o vocación de ser algo más de lo que se es, superar ese lugar intermedio entre Madrid y Barcelona. Por una parte, unirnos con otras Comunidades para formar una entidad que nos remita a una historia pasada como fue la Corona de Aragón, pero ahora limitada a un área lingüística en la que se configurarían Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana, en lo que se ha denominado Països Catalans, término ya poco utilizado, pero de alguna manera sustentado, con discreción, por algunos como un objetivo a largo o medio plazo. otros, en cambio, reacios a este fin, reclaman la existencia propia, reivindican su independencia como entidad individual, y consideran que existe una personalidad singular que perdería sus características si se vinculara a una comunidad como la catalana que, por su dinámica política, social y económica, la absorbería. En esta tesitura pueden existir diversas variables, la de un nacionalismo propio que puede reclamar su propia consistencia, incluso un Estado, o una vinculación con el resto de las autonomías, recalcando su españolidad. Fuera de estos paradigmas están aquellos que no entran en estos debates y los consideran inútiles para resolver los problemas o asuntos surgidos. De alguna manera se distancian de la excesiva dependencia de uno u otro historicismo, que dificultan la dedicación a las cuestiones actuales que afectan y preocupan a la ciudadanía. Qué más dará, piensan, de dónde venimos y qué somos, lo sustancial es que estamos en un Estado, España, y dentro de la Unión Europea.

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