València a tota virolla

La creación que mejor define el ‘Verano València’ (II)

Después de la primera tirada, viene la segunda. Objetos, obras, diseños, sensaciones, magdalenas de Proust de un verano intangible que se condensa en una creación a la valenciana.

25/07/2020 - 

VALÈNCIA. Porque el verano, como muy pocos otros instantes, genera un apego intenso por sensaciones, objetos o sabores, escudriñamos cuál es para ti la mejor textura estiuenca.

Un nuevo paseo por las estaciones de los recuerdos con calina. Diseñadoras, músicos, arquitectas y paseantes ofrecen nuevos aportes al muestrario. Del mimbre a la vespino, de los carteles de Bascuñán en la A-7 al cuadro Brecha de Genovés. 

Insistamos: este verano, como ninguno, requiere acariciar la epidermis propia y retener la mirada hacia dentro. Vamos allá. 

El mimbre

Sara Mansanet, Festival La Cabina: "El verano para mí empieza con olores intensos: a frutas nuevas, a crema para el sol, a colonia fresca… Pero si hay un material y un olor que representa mis veranos en València, es el mimbre. Creo que me ha acompañado desde bien pequeña en todas sus variantes: canasta, baúl, balancín, sombreros, sillitas y cestos de todo tipo. En este inicio de verano tan extraño, sacar del armario mi bolso redondo de mimbre para salir a la calle ha sido un golpe de alegría. Será por los olores que guarda."

El abanico

Vicent Martínez, diseñador: “Uno de los objetos que siempre aparecen en verano es el abanico. Siempre saca brisa de donde no hay, resuelve de una manera fácil y sostenible el alivio de calor. Es funcional, se pliega y se puede guardar en poco espacio. Los hay de todos los tamaños y para todos los gustos. En verano, el abanico hace que viaje a las vacaciones de mi infancia en las que iba todos los días a Marxalenes, cerca de Bombas Gens, al taller de pintura de abanicos de mi abuelo, mi padre y mi tío, eran unos maestros. Mis vacaciones las pasaba en un espacio mágico, mi destino era ser también pintor de abanicos, fui aprendiz. Hasta que se me cruzó por el camino el Sr. Diseño. Ahora… igual volvemos a encontrarnos. En la imagen, el abanico del taller de Vicente Martinez Esteve, del año 1930. 

Las cangrejeras

Lucía Meseguer, diseñadora: “En mi niñez, todo buen verano empezaba con la compra de unas cangrejeras. Me encantaba el ritual que marcaba el principio de las vacaciones, ir con mi madre y mis hermanas a la tienda de la esquina a elegir las cangrejeras del verano. Las he tenido de todos los colores y tamaños. El estilo de la cangrejera definía un poco la etapa vital, desde la purpurina y los colores flúor de la tierna niñez a las discretas gomas transparentes de la adolescencia. Su parte triste es que al final del verano generalmente tocaba tirarlas, eso sí, con olor a mar, la hebilla oxidada y unos cuantos resbalones por el camino”.

El cuadro Brecha, de Juan Genovés

Ramón Arnau y Mariola Reyna, diseñadores del estudio Arnau Reyna.

“Recordamos que hace unos años al asomarnos a la playa desde una cierta altura comentamos que parecía un cuadro de Juan Genovés. Estaba abarrotadísima, llena de gente en todas las direcciones, encarnando lo que hasta hace no mucho ha sido la estampa habitual veraniega de cualquier playa de las orillas del mediterráneo”. 

Los carteles de la A-7 de Bascuñán, Nebot y Lavernia

Sonia Rayos, arquitecta: “Para mí el verano es carretera y viaje, y cómo no recordar la señalización de las salidas de la A-7 con esos preciosos carteles de  Paco Bascuñán, Dani Nebot y Nacho Lavernia, mediante recortes manuales de papeles serigrafiados, con colores tan vivos, tan mediterráneos, a modo de collages, sobre soportes de lamas. Para mí representan el verano en la Comunitat Valenciana”.

Los toldos

Hugo Barros, arquitecto, dibujante: “Cuando pienso en verano en Valencia lo que primero me viene a la cabeza es la luz fuerte y cálida y el fuerte contraste de las sombras. Aunque sea portugués, veraneaba a menudo en la comunidad valenciana y recuerdo que me llamaban mucho la atención los toldos, sobre todo los de mimbre; en Oporto donde nací apenas hay toldos. Tal vez por este motivo, estos elementos protectores siempre me recuerdan el verano y quizás también por ello, me encanta dibujarlos y pintarlos ( y la sombra que proyectan). Ahora que vivo en Valencia, entiendo su importancia, y además de sus características estéticas, en tiempos del boom de la llamada “arquitectura bioclimática”, lo racional, que suelen ser determinados elementos de lo vernáculo”.

El sofà de vímet

Jordi Sapena, músico: “Si hi ha un objecte el disseny del qual em trasllada directament a l'estiu, eixe és el sofà de vímet dels meus pares. Comprat originalment a Gata de Gorgos en els 80, formava part d'un joc complet juntament amb dues butaques, una taula de centre i una cambrera, tot de vímet. Els coixins estan folrats amb una tela color verd clar i un estampat discret amb una espiga en color os. Originalment estava en una xicoteta saleta en el nostre pis a Gandia, però després va passar al saló de l'apartament dels meus uelos a la platja, on jo vaig passar els meus estius al complet des dels 4 fins els 14 anys. Mentre ma uelo i jo véiem les etapes del Tour en la tele del balcó, ma uela es quedava en el sofà de vímet del saló pegant una becadeta. Després va passar al balcó de l'apartament dels meus pares a la platja de Daimús, i allí segueix. Com no és massa gran, sempre ha sigut pràcticament d'ús individual. No sé quants llibres i revistes m'hauré llegit recolzat sobre ell, unes quantes dotzenes segur. Recorde fins i tot fer allí estirat els deures, en aquells quaderns d'estiu de Santillana i Rubio. Em flipa l'estètica que té, i sobretot eixa sensació de frescor només deixar-te caure. Pense en ell i senc l’olor de la mar!”

La vespino

Víctor Palau, director de Gràffica: “Esa moto de adolescente que servía para recorrer los caminos de playa entre pueblo y pueblo que nos permite ampliar nuestro horizonte vital con apenas 16-18 años. El viento de la noche veraniega en la cara, cuando íbamos sin casco… ese placer inmenso de juventud y energía se representa en esa máquina para mí. Cuando las veo siempre me acuerdo de ese momento. Yo tenia una roja de las primeras que salieron en España con faro rojo que mi padre compró de segunda mano, ya tenia sillín largo, que los hubo con monosillín”

El corte de helado de Bon Dolç

Álvaro de los Ángeles, editor: “Más que cualquier otra cosa, para mí los veranos en València vienen de la mano de los refrescos. Los cortes de helado de Caramelandia o de Bon Dolç, ambos en la calle Navellos, al lado de casa de mis padres cuando era niño. Después, las orxatas de Doctor Collado, adonde acudía con mi hermano Ignacio y nos tomábamos dos grandes (el final de la segunda igual nos sobraba, pero siempre caía). Ahora voy con mi hijo, pero tomamos solo una…Ya de adulto, la terraza del Café Negrito, en la plaza del mismo nombre, con el surtidor de la fuente sonando mientras una cerveza rompía mi jornada de trabajo e iniciaba otra cosa; por supuesto antes de la llegada masiva de turistas. Más recientemente, la terraza de Anita Giro, con ese callejón cuya forma encorvada parece exigir que la brisa marina llegue de manera constante al corazón de Velluters. Sin estos refrigerios, el verano en el centro hubiera sido menos llevadero…”.