Aupada a la delegación del Gobierno por gracia de José Luis Ábalos, la caída en desgracia del exministro ha puesto en marcha el contador para ver cuánto le queda a Gloria Calero en el cargo. No parece que sea mucho
VALÈNCIA.- A lo peor, cuando este artículo vea la luz, lo que aquí se expone pierde todo el sentido del mundo. Más que nada por si se produce el cese o relevo del cargo que ostenta la protagonista, es decir, el de Gloria Calero como delegada de Gobierno en la Comunitat Valenciana. Porque la permanencia en el puesto de Calero al frente de la institución que se ubica en el Palacio del Temple es objeto de constantes rumores sobre su continuidad o no, sobre todo desde que José Luis Ábalos perdió todo el poder que ostentaba en el PSOE y la influencia en el PSPV.
Lo cierto es que para muchos fue una sorpresa que ella fuera la elegida para ocupar tan importante puesto. Para los que conocen a Ábalos, no. El 11 de febrero de 2020, el Consejo de Ministros formalizaba el nombramiento de Gloria Isabel Calero Albal, después de una trayectoria marcada por el ejercicio de su profesión que compaginaba con su militancia en el PSPV. Lo cual, per se, es un hecho a destacar, a diferencia de algunos colegas que no han pisado un trabajo fuera de la política en su vida.
Calero es enfermera y empezó a ejercer como tal allá por 1974. En 2016, ocupaba el cargo de directora de Enfermería del departamento de Salud de Sagunt. Y su carrera política la empezó a desarrollar como concejala de Igualdad y de Servicios Sociales en el Ayuntamiento de esa misma localidad en la legislatura de 1995-1999.
Posteriormente, durante la legislatura del 2003-2007 fue alcaldesa de la ciudad con el apoyo de Compromís y Esquerra Unida. Por entonces ya era lo que los periodistas obsesionados por las etiquetas llamamos ‘abalista’. Calero se convirtió a la fe del ‘abalismo’, más allá de la magnífica amistad que les podía unir, cuando este apoyó a José Luis Rodríguez Zapatero en el año 2000, en el 35º Congreso del PSOE.
En ese principio de siglo, los socialistas valencianos se dividieron en el apoyo a los diferentes candidatos que perseguían alcanzar el cetro del PSOE. El aparato apoyó a José Bono. Otros, los ‘guerristas’, apoyaban a Matilde Fernández; y Ábalos a ZP, quien, finalmente, derrotó a Bono. Cómo ven, el de Torrent sabe apostar a caballo ganador. Y sabe tratar bien a su gente. El apoyo de Ábalos y Calero fue recompensado por José Blanco. Tanto que incorporaron a la delegada como vocal de la dirección federal del PSOE y fue respaldada para ser la candidata a la alcaldía de Sagunt. Más tarde, con Sánchez ya en el poder y Ábalos, aún con él, el entonces secretario de Organización ungió a la que fuera alcaldesa de Sagunt para defender los intereses del Gobierno de España en la Comunitat. Todo ello tras resquebrajarse, en pequeña medida, el buen rollo entre Ábalos y el anterior delegado, Juan Carlos Fulgencio, nombrado, obviamente, por el que fuera concejal en el Ayuntamiento de València.
Nadie esconde que ella está ahí por Ábalos. De hecho, cuando le preguntaron a Calero si temía por su futuro cuando fue detenido el exsubdelegado en Valencia, el también socialista Rafael Rubio en la presunta trama de corrupción urbanística del caso Azud, y por el relevo del ministro de Transportes, dejó una declaración lapidaria, como reconociendo por qué estaban todos por ahí: «El valedor de Rafa Rubio claro que fue Ábalos», dijo ante los medios.
En esa comparecencia aseguró no temer por su futuro: «Las personas que nos dedicamos a la política tenemos que entrar ligeros de equipaje porque en cualquier momento, por lo que sea, el presidente Pedro Sánchez puede pensar que ahora en esta nueva etapa prefiere a otra persona». Aunque quien puede eliminarla de la ecuación es otro, Ximo Puig.
El runrún es cada vez más sonoro. De hecho, diría que entre los fieles al secretario general del PSPV hay como sed de que ‘corra la sangre’. «A Calero le quedan dos días», «antes del provincial se la cargan»... Antes del provincial. Del Congreso del PSPV en la provincia de Valencia que se celebrará el 6 de febrero. Puede que Puig para marcar territorio ante la ‘abalista’ Mercedes Caballero, mande aviso a navegantes de quién manda ahora y del poco peso de los ‘abalistas’. Y esa señal podría ser la sustitución de Calero tras acuerdo previo con Sánchez, con quien ahora mantiene un idilio político impensable hasta hace bien poco.
Pero la gran evidencia de los pocos telediarios que le quedan a Calero es que su jefe de gabinete, Vicent Bufort, decidió dejar su puesto en el Palacio del Temple para seguir desarrollando su carrera en el Ministerio de Educación. En el PSPV dicen que cuando Bufort no ve las cosas claras, sale corriendo del incendio.
«La gran evidencia de los pocos ‘telediarios’ que le quedan a Calero es que su jefe de gabinete, Vicent Bufort, decidió dejar su puesto en el Palacio del Temple para seguir desarrollando su carrera en Educación»
Más allá de las ansias que la mayoría de pupilos del PSPV tienen con poner fecha de caducidad a Calero, lo cierto es que su trayectoria en delegación no pasará a la historia. Las cargas policiales en las protestas contra la condena a Pablo Hasél, con agresión grabada incluida a Carles Esteve, diputado de Les Corts; la permisividad con la llamada Marcha de las Antorchas convocada por la ultraderecha, un 12 de octubre en el barrio de Benimaclet; las redadas policiales en discotecas pidiendo el pasaporte covid o sus salidas de tono en Facebook, sobre todo contra Compromís, tampoco han ayudado a mejorar su imagen.
De hecho, los comentarios en la red social parecen más bien impropios del cargo que ella representa: «Deslealtad y prácticas oscuras por parte de Compromís. Esta gente no merece estar en ningún cargo público», escribía a la coalición por el voto en contra a una de las prórrogas del estado de alarma. Y a Joan Baldoví también le dedicó unas palabras, «como está solo en el Congreso, se atreve a erigirse en voz de los valencianos». «Hay gente muy osada». El senador Carles Mulet elevó pregunta al Gobierno instando a conocer cuánto costaba al erario público esas «incursiones destructivas en horario laboral».
Seguramente, en próximas fechas, tendrá tiempo de sobra para postear sin que se cierne la duda de si los ciudadanos le pagan por ello.
* Lea el artículo íntegramente en el número 86 (diciembre 2021) de la revista Plaza