VALÈNCIA. En Asia se trabaja con manos pequeñas. Esa idea sencilla y brutal es la semilla de la que nace Lû, el nuevo espectáculo que Maduixa Teatre estrena el 6 de junio en Alcoy después de haber investigado un año sobre la dimensión del trabajo infantil en el continente más poblado de la Tierra. Concretamente, 127 millones niños y niñas son ‘económicamente activos’ en la región de Asia y el Pacífico según datos de la Oficina Internacional del Trabajo.
“Nuestro nuevo espectáculo habla de dos niñas que se pasan la vida labrando la tierra y de cómo, frente a esa vida tan dura, encuentran un refugio salvador en su propio universo imaginario”, cuenta Joan Santacreu, autor de la idea original y director de una compañía distinguida con cuatro premios en la última gala de las Artes Escénicas Valencianas. “Dicho universo propio surge del juego entendido como derecho vital y herramienta de evasión en condiciones de dureza extrema”, subraya.
De este modo, un poco a imagen de La Vida es Bella, las niñas de Lû desdramatizan el infierno con reglas concebidas para rebatir una realidad forzosa. La diversión como disidencia. Fuera de su piel –cínicamente– podría objetarse que la evasión acrítica es cómplice y allana el maltrato, pero no es un espectáculo que trate de resolver el problema. “Ni siquiera ofrece moralejas finales. Simplemente narramos una realidad de manera muy plástica e invitamos a los espectadores a que la vivan con nosotros”, completa el autor.
Sin moralina pero con ademanes de diatriba política, el espectáculo sigue el ejemplo del anterior trabajo de la compañía –Mulïer– y dispone dobles sentidos para estimular a los niños e remover a sus padres. Por contra se desmarca de su predecesora en que no está pensada para ganarse al público en la calle. Lû es pequeña y se baila bajo techo.
Tanto es así que la compañía limitará el aforo a unos 100 espectadores por función para que el público respire con los pulmones de las bailarinas. Para que viva las penurias de las dos niñas asiáticas interpretadas por Melisa Usina y Laia Sorribes, ambas presentes ya en Mulïer. Hay una tercera protagonista en esta dramaturgia sin texto, el soporte audiovisual, que ayuda a recrear los universos de la imaginación.
“También integramos materia prima orgánica y eso es algo que la gente tiene que descubrir cuando venga a ver el espectáculo, porque realmente es un poco locura. De hecho las intérpretes a veces nos dicen que nunca hay suficiente Maduixa: si no tuvimos bastante con los audiovisuales de Dots y los zancos de Mulïer, ahora viene otra cosa nueva que las vuelve locas”, confiesa Santacreu.
Para descubrirlo habrá que esperar hasta la Mostra de Teatre d’Alcoi, del 3 al 6 de junio, donde estrenan oficialmente. Después emprenderán una gira por la Comunidad Valenciana y harán algunas incursiones en Cataluña, caso del Festival Grec, que también es coproductor del espectáculo. “Tenemos la ayuda del Grec y del Institut Valencià de Cultura con las dotaciones públicas realizadas cada año a las nuevas creaciones. El porcentaje más elevado de la financiación, no obstante, corre de nuestra parte”, matiza el director.
La gira local estará salpicada de vuelos a destinos asiduos como Francia o Inglaterra, de donde ya han recibido ofertas. Una vez más la compañía de Sueca amplía una vocación internacional demostradamente productiva, dado que “el paso de Mulïer por Asia en 2018 fue la inspiración definitiva para concretar la dramaturgia de Lû”. Así, Maduixa no sólo investiga los límites de la danza y el teatro sino que se permite adaptar la manoseada máxima nupcial: de una obra siempre sale otra.