“Dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros, o ir por el buen camino”. Descartes.
VALÈNCIA. El 9 d’Octubre de 1977 los valencianos y valencianas salieron masivamente a la calle. Era evidente la liquidación del régimen y reclamaron sin ambages y a una sola voz el derecho a otorgarse un Estatut d’Autonomía.
El 11 de marzo de 1978 el Consejo de Ministros aprobaba la preautonomía para la Comunidad Valenciana, que sería finalmente promulgada mediante la Ley Orgánica en 1982, produciéndose la conveniente transferencia de competencias más tarde a través de la conocida como LOTRAVA, que permitió equiparar la Comunidad Valenciana a las Comunidades Autónomas que accedieron por la vía del artículo 151.
Desde entonces la historia del Estado de las Autonomías en España, y en la Comunidad Valenciana, ha sido una historia de éxito. Una historia que nos ha permitido a los valencianos y valencianas mejorar nuestros niveles de vida, ganar en derechos y en libertades y reconocernos como pueblo.
No será hasta la reforma del Estatuto en 2006 cuando se aborden las referencias a la disolución y convocatoria de nuevas elecciones como una potestad del President de la Generalitat, quien podrá disolver las Cámara antes de los cuatro años para las que son elegidas.
Hace pocos días asistíamos a la última reforma de nuestro Estatuto en un proceso que se ha dilatado ocho años pero que nos sitúa ya a la altura de los estatutos andaluz y catalán y nos asegura que las inversiones del Estado estén a la altura de nuestro peso poblacional en el conjunto del Estado.
De alguna manera con la decisión anunciada ayer por el President Puig se cierra un círculo. Por primera vez se singulariza el proceso valenciano, adelantándose unas elecciones, y se apuesta por tratar de visibilizar a la Comunitat en el resto de España. Se trata de una decisión valiente tomada en un momento en el que desde las distintas derechas se ha entrado en una deriva perversa dirigida a atacar el Estado de las Autonomías.
Algunos con la boca pequeña, otros abiertamente anunciando su disolución si llegan al poder, esta “nueva/vieja derecha” de los Abascal, Casado y Rivera plantea recortar nuestros derechos en temas tan fundamentales como la sanidad o la educación, por no hablar de los avances que han conseguido las mujeres. Porqué esto es en definitiva la esencia de nuestra autonomía, la posibilidad de dotarnos de derechos, de mejorar nuestras vidas, de defender desde nuestras instituciones nuestro futuro.
Hay mucho en juego y es el momento de acabar con estos cantos de sirena.
Sin duda si hablamos del gobierno del Botànic, hablamos de un gobierno que ha dado estabilidad a la economía, confianza a los ciudadanos, honestidad a la política. Un gobierno con el que todos los indicadores nos señalan mejor que hace cuatro años y, entiendo, que es obligación del President de la Generalitat defender el interés de la Comunitat Valenciana, algo que pasa en primer lugar por revalidar las políticas desarrolladas y mantener la línea de mejora y desarrollo que existe en este momento. Por eso la decisión de adelantar elecciones, lejos de tacticismos, se antoja la decisión de un presidente de todos los valencianos y valencianas.
Adelantar las elecciones potencia nuestro autogobierno y nos sitúa como nacionalidad histórica y una autonomía de primera. Adelantar las elecciones nos permite visibilizar “el problema valenciano”, que sigue persistiendo especialmente en relación a nuestro modelo de financiación. Además el adelanto electoral propiciará, según apuntan todos los estudios, una mayor participación y la mejor democracia es aquella que es más participativa.
En esta ocasión todo aconseja, sin duda, ir más deprisa para no perder el buen camino.
Es la oportunidad de los valencianos y valencianas, no la perdamos.