El descaro y la desvergüenza de nuestros políticos, aunque parezca un iluso, me sigue sorprendiendo. Obviamente más de unos que de otros, porque de algunos no esperaba un ejercicio de sinceridad y autoflagelación, pero de los novísimos esperaba algo más de coherencia, sinceramente
VALÈNCIA. Llevamos una semana a vueltas con la adquisición de la casa/mansión por parte de los líderes podemitas, cuando ha saltado el caso Erial con un protagonista de lujo –Eduardo Zaplana– y todo ha vuelto a la normalidad, entiéndase, los medios pueden seguir entregados a la consolidación de que la corrupción forma parte del ADN de los políticos populares. No se pongan ahora a pensar en los casos de altos cargos socialistas implicados en casos de corrupción, desde Vera y Barrionuevo a Chaves y Griñán –todos ellos altísimos cargos–; o en las últimas informaciones sobre la investigación que afectan al PSOE valenciano y Compromís, porque entonces estarán usando el “y tú más”, y entre los socialistas puede haber algún caradura pero no son como los del PP. Son exactamente igual, esa es la triste realidad.
Esta constatación me parece realmente desoladora, la desfachatez de la inmensa mayoría de nuestros políticos supera todos los límites de la razón, el decoro y el sentido común. Son capaces de contradecirse en plazos de minutos no digo ya en cuestión de meses o años, mienten como bellacos con una pasmosa facilidad, se permiten pavonearse antes sus seguidores y pese a estar todo o casi todo grabado, a veces mantienen una burda y patética justificación de sus incongruencias con un aplomo que debería ser estudiado por los psiquiatras. Me sorprendía leer entre las informaciones tras la detención del ex presidente valenciano como había declarado recientemente: “No he participado en ningún hecho delictivo”. Ni un discreto silencio por si acaso algún día llamaba la UCO a la puerta.
Este razonamiento tiene protagonistas en casi todos los partidos con diferente intensidad, pero en los últimos días hay ejemplos que claman al cielo. Cualquiera ha podido ver a Pablo Iglesias corriendo junto a Ana Rosa Quintana y diciendo que no entendía a esos políticos que se van a vivir a chalets fuera de la ciudad y pierden el contacto con la calle y no cogen el transporte público; o habrá leído la denuncia tuitera que intentaba criminalizar al ex ministro Luis de Guindos por adquirir una propiedad valorada en la misma cantidad que Villa Tinaja. Si eso no es, como decía una maestra mía de la infancia, “tener la cara más dura que el cemento armado”, entonces ¿qué es?
Y como aquí vale todo y todo vale, salen la mayoría de cargos podemitas a justificar algo que cualquier persona normal entiende y comparte pero que ellos llevan años criticando efusivamente y convirtiéndolo en la base de su discurso político. A saber, que las personas intentan prosperar, trabajar, ganar dinero, mejorar su vida, adquirir una casa que les proporcione bienestar y formar una familia. Algo tan retrógrado, conservador y burgués que es justo lo que hacen y ahora defienden, casi como una formación coral, los altos cargos del partido morado. Incluidos quienes han cometido presuntas irregularidades o delitos como el becario Errejón, el agente inmobiliario Espinar o Monedero y su declaración complementaria.
Obvio que no es comparable los casos que puedan conocerse de un partido nuevo que lleva 3 años en la oposición a los que cometieron y vamos conociendo los partidos hegemónicos que han gobernado durante décadas las administraciones españolas. Todo es cuestión de tiempo y poder, para muestra Cataluña. Donde siguen demostrándonos su peculiar seny, tras todas las informaciones que han salido sobre la familia Pujol (dinero en Andorra, coches de lujo, la endémica corrupción de CiU, el 3%, etc.) hace tan sólo unos días, en la ciudad de Barcelona se realizó un homenaje a Jordi Pujol, sí un homenaje a la cabeza de una de las tramas de corrupción familiar, política e institucional más destacadas de España, y ahí estaba el patriarca del clan entre aplausos, abrazos y sentidas palabras. La conclusión es que nuestros políticos harían bien dejando una noble actividad como la dedicación a la vida pública y deberían fundar una gran compañía de teatro nacional.