Pues parece ser que España no era eso. Parece ser que España no cabe en una bandera ni en una lengua ni en el toro de Osborne que lucen nuestras carreteras.
La verdadera España: la del macho con palillo en la boca y las estampas de la Virgen en el recibidor, la de los chistes de mariquitas, la cabra de la legión, los insultos a los moros, las lágrimas de emoción cuando suena el himno nacional, los señoritos, el “con Franco se vivía bien” y las entradas de sombra a los toros, no representa más que a un diez por ciento de los españoles según las últimas elecciones. A muchos más si viviésemos en una película de Paco Martínez Soria, sí, pero por desgracia vivimos en 2019. Un diez por ciento retrógrado y rancio, por qué no decirlo. Un diez por ciento que vive en un pasado idealizado, convertido en un mito ridículo y falso donde los curas, la guardia civil y el dictador bajito representaban la paz social y la alegría de vivir. Un diez por ciento con suerte, pues hay una innegable burbuja fascistoide en nuestro país explicable por otros motivos menos ideológicos y más coyunturales, como la oposición a la política tradicional. A estos votantes igual les dio Podemos que ahora Vox que una pelota de reglamento con unos ojos pintados con tal de cagarse en todo con su voto. Son tan de Vox como lo serán del próximo candidato (o candidata, a ver si llega el día) que les prometa un cambio. Una ruptura con una democracia al servicio del capital que no acaba de convencer ni a unos ni a otros.
España, por desgracia para algunos, es un país muy grande y muy variado. Aproximadamente trece millones de votos (una tercera parte) han ido para los partidos denominados “antiespañoles”: ERC, PNV, Compromís, Bildu… O al menos a partidos sin representación nacional: CC, PRC... Partidos de la periferia de nuestra gran nación, que se ven representados por otros símbolos, que piensan en idiomas que no son el castellano y que matan por diversión a otros animales que no son los toros. O incluso a ningún animal, raros que son algunos.
Los que se dicen verdaderos patriotas y cristiano viejos; los que representan a la España de verdad: la de banderitas de los chinos en los balcones y en la pulsera, tienen dos millones setecientos mil. Diez millones menos que los antiespañolistas, que se dice pronto. Es más, si sumamos a los tres partidos que han luchado por la representación de la derecha y la bandera más grande, las cifras siguen sin dar: once millones de votos. Dos millones menos. Resulta que la España falsa y antiespañola es más grande que la Verdadera. Resulta que, y aquí voy a dar una primicia, estén atentos: España son muchas Españas.
¡BOOM!
¿Cómo se han quedado?
España es muchas Españas. Vaya, alguien tenía que decirlo…
…
¿En serio? ¿Estamos ciegos o qué?
Es hasta ridículo que tenga que escribir esto: España es un país complejo, con muchas culturas y sensibilidades distintas. Con cuatro idiomas y cientos de tradiciones diferentes.
En fin…
Que no, que España no sois vosotros, señores de la derecha. Que España soy también yo. Y me siento muy orgulloso de ser español y de que no ganéis las elecciones. Porque vuestra España es muy pequeña. Tan pequeña que deja fuera a millones de españoles. Y a lo mejor, si los incluyerais, pues muchos de ellos no querrían irse. Quién sabe.
Yo soy uno de esos españoles que ha ganado las elecciones: que no quiere la independencia de ningún territorio de su país pero tampoco quiere que nadie tenga que hablar un idioma que no es el de sus padres, ni sentirse representado por una religión tal o un rey cual. Que no quiere 155 sino diálogo entre las partes para que todos encajemos y convivamos. Yo soy uno de esos españoles que adora su país justamente porque no es la España Verdadera, rancia e intolerante de Vox. Y otra primicia: no soy independentista ni golpista ni bolivariano ni anticonstitucionalista.
Así que dejad de una vez la bandera en paz porque solo hacéis que ensuciarla con vuestra estrechez mental. Vuestra España casposa es un diez por cien. La España Verdadera, mucho más grande, a veces habla vasco en lugar de castellano, se emociona con el himno de València y no con el de España, es casteller y no costalero. La España verdadera a veces no está bautizada, a veces no cree en la monarquía, a veces combina el pene con los tacones, a veces no come jamón. Oh, Dios, es cierto, lo juro, conozco a algunos vegetarianos. Se dicen a sí mismos españoles… ¡pero a veces no comen jamón!