Que un futuro idílico y utópico no empañe un presente duro y cruel. Algo así debió pensar el jefe de gabinete del presidente del gobierno cuando publicó su columna en “el diario independiente de la mañana” para explicarnos su proyecto para los próximos 30 años, sí, tres décadas
Las entrevistas de trabajo suelen tener algunas preguntas que quizá se pueden denominar trampa, y no entendamos esto como algo negativo, sino como una pregunta que encierra diversos significados e interpretaciones. Una muy habitual suele ser la de “¿dónde se ve usted dentro de cinco años?”. Pregunta que el candidato interpreta en términos profesionales, aunque también se refiere a lo personal-familiar. De todos modos, es algo muy común lo de planificar y proyectar, nuestra forma de ver la vida se basa quizá en exceso, en el futuro, en lo que seremos, haremos y tendremos. Vivimos un presente con ansias de futuro y por ello a veces no disfrutamos realmente del momento.
Esto no significa que considere que la única manera de vivir plenamente es haciendo uso de ese clásico ‘carpe diem’ tan utilizado por la juventud para destacar el disfrute y exaltación del día a día sin pensar en las consecuencias del mañana. La vida es un equilibrio y es saludable que seamos conscientes de que nuestros actos tienen un efecto, pero tampoco podemos vivir con la sensación de una posterior condena o recompensa, porque cada momento y cada circunstancia genera un nuevo escenario y por ello siempre surgen nuevas situaciones. Lo dice nuestro admirable y sabio refranero: “el hombre propone, y Dios dispone”. Nunca podemos controlar el futuro.
Y esta diatriba tiene su explicación. En el ámbito personal he de reconocer que nunca me gustó (ni me gusta) la excesiva y detallada planificación y siempre me pareció un poco artificial la pregunta o comentario que indico al inicio, de hecho, mucha gente piensa y dice “cómo te voy a decir donde me veo en cinco años si no se qué voy a hacer la semana que viene”. Pero a nivel global, colectivo, tampoco acabo de compartir mucho esta idea de proyectar a cinco, diez o más años vista. Se que los planes estratégicos tanto en las empresas como en las administraciones son una herramienta utilizada y además que requiere un análisis y estudio que conlleva un gran trabajo. Se coteja información y se contrastan datos políticos, sociológicos, económicos, etc., prospectivas y demás conjeturas y luego llega la realidad.
La mayoría de los estudios que nos enseñan un escenario futuro suelen caducar antes de lo previsto o se ven obligados a cambiar sus predicciones y a actualizar sus datos, es decir, que como decía el famoso poema de Antonio Machado “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. En definitiva, el presente merece nuestra atención y cuidado y especialmente cuando vivimos una época de dificultades e incertidumbre que nadie parecía haber planificado, por culpa de un maldito y extraño virus que tuvo su origen hace más de un año en China y tiene amordazado a todo el mundo menos al país de origen. En este escenario donde la supervivencia se ha convertido en una realidad en muchos países, no deja de ser curioso y preocupante que el hombre que mueve los hilos del país a través del presidente del gobierno nos hable de un escenario a treinta años vista, con una retórica típica de la ingeniería social, utilizando términos emocionales y de significado positivo, buscando la adhesión de las generaciones más jóvenes que para sorpresa de la izquierda, se muestran críticos y rebeldes con sus postulados llenos de tópicos y falacias y absurdas e irreales divisiones sociales.
La España de 2021 y la de los próximos días, meses y años debería ser la mayor preocupación del gobierno de la nación pero no, nuestro gobierno prefiere elevar el vuelo cual dron y ningunear los problemas reales de la España que madruga, que levanta la persiana, que paga cada vez más por la luz y la gasolina y hablarnos de esa arcadia feliz que deben construir los jóvenes y que por supuesto debe ser transversal, inclusiva, sostenible, responsable, ecológica, empática y añádanle todos los adjetivos que parece que son los encargados de solucionar los problemas cotidianos de las personas. Espero que ese visionario que intenta dilapidar más dinero público en publicidad y en crear un relato ficticio sobre la realidad pronto tenga que realizar el plan estratégico pero de una empresa privada y no de la nación.