VALÈNCIA. El mundo se está convirtiendo en algo cada vez más extraño: mientras Dido entona su lamento al final de la ópera compuesta por Henry Purcell hace 350 años y a algo más de un millar de personas se les encoge el corazón, a otras, incluso, la mirada se les nubla, hay ahí fuera un mundo en el que algunos empiezan a emplear unas estrafalarias gafas para evadirse de una realidad que les rodea, quieran o no, y que parece que cada vez les seduce menos. Tener la oportunidad a lo largo de una vida de conocer el arte más elevado y acabar por la calle portando semejante artilugio y moviendo el éter con los brazos, en fin, da que pensar. Esa especie de gafas de buceo hallarán su destino en un altillo de la casa para ser sustituidas por otro ingenio más alienante si cabe. Sin embargo, a la vista del entusiasmo de un público en pie subyugado por la pura belleza, Purcell seguirá por mucho tiempo dándonos sentido a la vida. Pero para seguir ganando batallas, al menos para no sucumbir a lo que se nos viene encima, la excelencia es un elemento fundamental y este martes en la sala Iturbi la hubo de forma desbordante.
Al menos para el que escribe, tras una demostración tan apabullante, describir en términos más técnicos que emocionales parece empequeñecer lo vivido si, de alguna forma, se quiere abordar la difícil tarea trasladar al lector el auténtico nivel de una interpretación que se recordará mucho tiempo. Poco añade hablar de una afinación general asombrosa, un empaste del coro inaudito, un sonido que, en lugar de golpear el silencio, emerge de él, o de una orquesta y coro de músicos dúctiles y virtuosos (entre los que está el sevillano Miguel Rincón al laúd), ensamblados en un único sonido global. Se me ocurre pensar que la naturalidad con que abordan la perfección nos transmite la ilusión de que este sensacional conjunto se halla en una realidad interpretativa paralela, en la que las dificultades técnicas que se les puedan presentar pertenecen a otra clase de mortales.
Grandes coros han pasado por nuestro Palau de la Música, sin ir más lejos el de la Radiodifusión Bávara recientemente, pero no recuerdo uno con un nivel de excelencia individual como este en los cometidos solistas. De inmediato se pudo comprobar con la intervención inicial en el oratorio Jephté de uno de sus tenores el italiano Massimo Altieri, de las dos hechiceras en la ópera de Purcell, entre otras intervenciones, Alena Dantcheva y Anna Piroli.
Llegaba a Valencia como estrella de esta ópera, y no defraudó las expectativas, la gran soprano norteamericana Joyce DiDonato como Dido. Cierto, parece un juego de palabras. Tener en cuenta sus ya evidentes dificultades en un agudo que ha perdido el esmalte sería un ejercicio de mal gusto en una interpretación magistral en todo lo demás: expresividad máxima, recursos de regulación dinámica infinitos, proyección de la voz, afinación. La emoción se desbordó en el lamento final del que la gran soprano de Kansas hace toda una creación. El tenor británico Andrew Staples fue un más que correcto Eneas, aunque quizás se esperaba más de él pues, en la actualidad, canta junto a las grandes formaciones europeas. Atractiva, sensual, y fresca es la voz de la soprano egipcia Fatma Said como Belinda al igual que Carlotta Colombo tanto en su intervención en Jephté como en el Dido y Eneas como segunda mujer. Impresionante, espectacular, no se ocurren otros calificativos, tanto por voz como por presencia escénica, la de la mezzosoprano escocesa Beth Taylor como bruja, así como también magníficas las dos hechiceras, miembros del coro, las citadas Dantcheva y Piroli.
El joven talento ruso, de rostro aniñado, aunque veterano ya en estas lides, pues lleva al frente de esta formación diez años, Maxim Emelyanychev, transmite enorme pasión y absoluto conocimiento de la obra, demostrando al clave ser un fenomenal músico que ya estamos esperando que vuelva con esta o con otro conjunto. A seguir muy de cerca.
La ópera de Purcell fue en versión concierto, no obstante, hubo algún detalle escénico como intervenciones fuera de escena o la recreación por el coro de la escena de la taberna chocando sus jarras de cerveza, evitando en definitiva los automatismos propios de las, en este sentido, anodinas versiones de concierto.
Éxito y clamores en una sala Iturbi que, es una pena, no pasaba de los dos tercios de entrada, cuando para acontecimientos musicales de este nivel de excelencia deberían no quedar entradas desde hace semanas. Como curiosidad, el curioso nombre de este conjunto viene de una ópera compuesta por Antonio Cesti en 1666 para la boda de Leopoldo I y Margarita de España, de la que se dice que era la más cara, larga y espectacular compuesta jamás puesto que había 24 cambios de escenario, un ballet para trecientos caballos y un castillo de fuegos artificiales. Dicho esto, ¡Larga vida a Il Pomo d´oro!
Ficha técnica:
6 de febrero de 2024
Palau de la Música de Valencia
Giacomo Carissimi Hephté, Henry Purcell, Dido y Eneas
Joyce DiDonato, Fatma Said, Andrew Staples, Hugh Cutting, Carlotta Colombo, Beth Taylor, Massimo Altieri, Alena Dantcheva, Anna Piroli
Orquesta y coro IL POMO D’ORO
Maxim Emelyanychev, director