FICHA TÉCNICA Palau de Les Arts Reina Sofía, 11 de octubre de 2023 Recital de lied Obras de Edvard Grieg, Alban Berg, Franz Schubert, y Jean Sibelius Lise Davidsen, soprano James Baillieu, pianista
VALÈNCIA. Igual que hace 3 años, otro soberbio recital de la soprano Lise Davidsen abrió ayer el ciclo Les Arts es lied, que traerá otra vez a nuestro Reina Sofía a grandes solistas del panorama lírico internacional esta temporada, quienes -por cierto-, lo tendrán bien complicado dada la altura del listón que ha dejado la joven y laureada cantante noruega, quien ha pisado ya los más importantes teatros de ópera del mundo, donde es tan reclamada.
Y no es de extrañar, pues a sus 37 añitos es una soprano de armas tomar, una auténtica privilegiada, que lo tiene todo… y que lo hace todo bien. Parece estar llamada a acometer en el futuro, como nadie, los papeles operísticos más comprometidos de Wagner y Strauss. Y de momento, -en lo que parece una estrategia inteligente-, canta en los más importantes escenarios triunfando con otros roles menos exigentes de los autores ya mencionados, junto a otros de Puccini, Verdi, Chaikovski, etc.
Y también canta lied, como todo cantante debe hacer, lo que habla de su sensibilidad, sabiduría, y cultura. Y lo hace de ensueño, porque ella es una fuera de serie: un número uno. Lástima que aquí no podamos escucharla cantando lo que más le gusta a ella cantar, y lo que más le gusta al público escuchar: la ópera. Quizá eso explica que ayer no se completara ni la mitad del aforo de la sala principal del Reina Sofía. Algo falló ayer en Les Arts…
El canto grandioso de la Davidsen resonó poderoso en la herradura valenciana. Impresiona, desde la primera nota, la envergadura y calibre de su voz, pues bien parece llevar incorporado un amplificador en su garganta, o quizá oculto entre sus túmidos ropajes de brillo champagne. No hay duda: su instrumento es especial, portentoso y único. Pero más allá de eso, lo mejor de todo es cómo lo utiliza, y qué canto tan sabio y expresivo desarrolla con él. Pero ahí no acaba la cosa: sobrecoge ver a la joven soprano noruega con qué aplomo, temple, cordura, y profesionalidad se adueña del escenario.
La sensación de estar delante de una de las sopranos más completas del mundo, a pesar de su juventud, a buen seguro la experimentaron todos los asistentes. La densa voz de la escandinava es todo frescura y brillo. Lise Davidsen es una soprano lirico spinto en evolución, con cuerpo para dramática explosiva, y con sensibilidad propia de los grandes. Su facilidad de emisión es tal que parece cantar más allá de la máscara, desde donde los armónicos campan a sus anchas, y su expresión se hace poderosa.
Para la muy completa Davidsen no hay problemas ni en el centro ni en agudos. Quizá los graves sea su asignatura pendiente. Pero el puro fuego ártico está presente en todos los registros, y sus condiciones de fuerza vocal son compatibles con la sensibilidad, e incluso con la dulzura que también aportó, y que consiguieron crear el clima de fría intimidad, -pero de intimidad al fin y al cabo-, que la especialidad requiere. Gracias a tanta técnica, y tantos recursos canoros y expresivos, Davidsen avanza hasta lograr dotar de espíritu tanto volumen sonoro. Complicada empresa.
El programa elegido fue de calado, con el que se sometió a juicio la frialdad de las canciones escandinavas con las más cercanas centroeuropeas. La difícil expresión contenida, poética, y sutil que el estilo liderístico requiere, fue indicada por el excelente pianista James Baillieu, quien hizo gala siempre de su enorme profesionalidad. Con gran serenidad y sensibilidad fue seguro acompañante de la soprano, a quien marcó expresión y estilo, y a quien recogió en su apurado momento del inicio del ‘Gretchen am Spinnrade’ de Schubert, en pleno giro de la rueca.
El recital se abrió con obras del más célebre compositor noruego de la historia, Edvard Grieg, como inicio de un paseo por el norte de Europa. Con la intimista ‘Der Gynger en Bad pa bolge’, del ciclo op.69, Baillieu y Davidsen introdujeron de sopetón al público a la esencia romántica de la música escandinava, rematando con tres de las del ‘Sechs Lieder’, op.48, con las que la soprano se sintió cómoda, y pudo exponer todo su esplendoroso metal acolchado, emitido con pasmosa facilidad.
Con el ciclo seleccionado de Alban Berg, ‘Sieben frühe Lieder’, se llegó al momento más frío y vanguardista del recital. Las siete canciones, que tienen la influencia inevitable de Schoenberg, fueron expuestas con bravura y acierto por ambos artistas, que pusieron en práctica mil y un matices y vasto juego de dinámicas. A destacar en la soprano los sublimes pianísimos de ‘Nacht’, los agudos implacables de ‘Die Nachtigall’, y la extraordinaria messa di voce para coronar el ‘Traumgekrönt’. Pura delicatesen.
Muchas son las armas de Davidsen, quien prosiguió con su particular pirotecnia de color, dinámicas, brillo, y carga dramática al abordar varios icónicos lieder de Franz Schubert, con cuyas partituras se encontró como en casa. ¡Cuánto sentimiento y cuánta sensibilidad en ‘Erlkönig’. Y ¡Cuánta expresividad y naturalidad en el ‘Alle seelen…’ de los ‘Fest allerseelen’!, con la riqueza melódica y emocional traída por James Baillieu.
El recital finalizó con más canciones nórdicas: las descriptivas del ciclo de ‘Cinco Canciones’ op.37 del gran Jean Sibelius, y ‘Svarta rosor’, la primera del ciclo op.36. En ellas, la colosal soprano expuso la textura aterciopelada de su voz, y lució de nuevo sus impecables y equilibrados resonadores. Su ‘Var det en dröm?’ fue pura avalancha de sonidos y de armónicos. Y su expresividad llegó al culmen cuando abordó la poesía del ‘Flickan kom ifran sin älsklings möte’. Deliciosas sus frases musicales, y su control del tempo al ritmo del texto.
Fuera de programa se ofrecieron dos piezas, ocasión que la tiple nórdica no desaprovechó para volver a demostrar que es poseedora de un gusto musical exquisito. Sin freno y enorme proyección apostó por ‘Cecilia’ de Strauss, que remató con un explosivo agudo, dejando extasiados a los afortunados asistentes por la belleza de la fuerza vikinga. Luego volvió a su compatriota Grieg, para deleitar con ‘Primavera’, del ciclo de 12 canciones op.33, donde volvió a estar cálida, luminosa, y rotunda.
No creo necesite dar demasiadas explicaciones la soprano, y máxime durante el recital. Los speach, micrófono en mano, interrumpen el discurso musical… y debería suprimirlos. Además, realmente ella lo dice todo con su canto explosivo y sensible.
Y también dice mucho el que muchas butacas vacías fueran ayer testigo de ese canto esplendoroso y superlativo. Es lamenta que venga un número uno del canto mundial, y sea acogido con tanto desdén, tanta desconsideración, y tanta frialdad. Algo falló ayer en el Les Arts, …y no fue, precisamente, Lise Davidsen.