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concluye la exhumación de la fosa 113

“Hoy es un día feliz; hemos acabado la búsqueda”

Foto: EVA MÁÑEZ.
18/07/2017 - 

VALÈNCIA. La fosa 113 del cementerio de Paterna transformó en la tarde del lunes las palas, los pinceles y la ropa de trabajo en una celebración. Cerca de 40 personas de todas las edades, descendientes de represaliados por el franquismo, se reunieron alrededor de la fosa en la que fueron enterrados sus familiares. Y lo hicieron para celebrar el final de las exhumaciones por las que han estado luchando desde noviembre de 2015. Sus sonrisas y sus abrazos contrastaban con las tumbas y las flores con los colores de la bandera de republicana que pueblan las lápidas de las fosas contiguas; según los arqueólogos, cerca de un centenar.

“Para nosotros el día de hoy supone sobre todo cumplir el deseo de nuestros padres y nuestros abuelos que no lo pudieron ver cumplido por la imposición del olvido de la dictadura; supone la culminación de una aspiración que deseábamos profundamente y que pensábamos que difícilmente podría llegar”, contaba emocionado Santi Vallés, presidente de la Asociación de Familiares de la Fosa 113 e iniciador de las investigaciones. Según sus investigaciones se esperaba encontrar en la fosa a 53 personas fusiladas en enero de 1940. El final de las exhumaciones ha coincidido con el anuncio de una nueva noticia: “Los familiares de la fosa 91 y 92 están a punto de conseguir el permiso para abrir la fosa por parte del Ayuntamiento y nosotros estaremos aquí para apoyarles”.

Los trabajos comenzaron el pasado 22 de mayo y se han desarrollado durante cerca de dos meses. “Se han encontrado 49 cuerpos en la fosa más uno en nicho; es decir, 50 personas, tres cuerpos menos de los que se esperaban de la saca del 18 de enero de 1940. Pensamos que en algún momento pudieron trasladarse a algún nicho de algún pueblo, pero hay que estudiarlo para saberlo con certeza”, relataba Miguel Mezquida, arqueólogo director de la excavación de la fosa 113 de Paterna. “Lo más difícil de esta excavación ha sido trabajar en un espacio tan reducido. Poder trabajar en una fosa de dos por dos metros ha sido muy complicado y las primeras semanas los trabajos se ralentizaron”, añadía.

La excavación, costeada con una subvención de la Diputación de Valencia, encabezada por la diputada de Memoria Histórica Rosa Pérez Garijo, continuará ahora con la tarea de análisis genético de los restos, que puede demorarse hasta un año. Tras la judicialización inicial del caso y el posterior archivo del mismo, se espera poder sufragar los costes de identificación a través de una nueva subvención que la asociación de familiares solicitó a la Diputación de València el pasado 23 de junio por importe de cerca de 64.000€.

El presidente de la asociación, Santi Vallés, se mostró agradecido con la Diputación, “hasta el momento la única institución ha puesto dinero para estos fines, a la espera de que la Conselleria de Justicia ponga en marcha la Ley de Memoria Democrática actualmente en trámite parlamentario”.

 “El equipo de antropología está en Madrid y empezaremos los análisis genéticos en octubre aproximadamente. Esperamos tardar cerca de un año en cotejarlo todo porque son muchos los restos encontrados. El cotejo genético se hace a partir de la dentición de los esqueletos encontrados. Estudiaremos los cuerpos que están en custodia de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid y según el estado de conservación de la dentición se entregarán al laboratorio de genética”, explicaba Javier Iglesias, el antropólogo director de la excavación.

“Cuando la compatibilidad de ADN no llega al 99,9% pero el porcentaje de identificación es alto, hay que realizar análisis estadísticos complementarios para determinar si es la persona que buscábamos. En ocasiones los restos están muy degradados y no es posible extraer ADN pero en este caso, las muestras presentan buen estado de conservación”, agregaba. Iglesias explicaba que, por el momento, el agujero de la fosa se tapará a la espera de concluir los trabajos.

“Si de verdad encuentro aquí a mi padre, voy a hacer una fiesta. Voy a hacer un entierro muy grande, que venga quien quiera. Para mí, hoy es un día muy feliz”, relataba una emocionada y sonriente Concepción Llin (84 años), hija de un represaliado de Ontinyent. “Todavía recuerdo cuando veníamos aquí a ponerle flores a la fosa de mi padre. Y cómo mi madre me llevaba a la prisión con ocho años y me dejaba en la puerta al cargo de una vecina que también tenía preso a su marido. Cuando ella salía, se quedaba cuidándonos a los hijos de nuestra vecina y a mí, hasta que ella salía”, revive.

A pocos metros, Raquel García (16 años) lloraba abrazando a su padre. “Hoy es un día feliz para mí porque me alegra que mi madre haya podido acabar la etapa de búsqueda de su abuelo”, explicó. Según narraba, en caso de que el cotejo de los restos sea positivo, su familia enterrará a su bisabuelo junto a su mujer. “Creo sinceramente que la gente de mi generación debería interesarse por toda esta fase de la historia para conocer o que ha pasado y que no se vuelva a repetir”.

La asociación de familiares tiene entre sus objetivos futuros la construcción de un memorial en el cementerio de Paterna que recuerde a sus familiares represaliados. “La generación del silencio dio paso a una generación que no queremos callar”, contaban las hermanas Carmen (69 años), Visi (64 años) y Núria Cubero Tarín (56 años), nietas y sobrinas de dos represaliados. “Para nosotras, el día de hoy significa sencillamente mi madre: redimir todo el sufrimiento que pasó durante toda su vida, el miedo con el que vivió. Y cómo, aunque perdió la memoria y dejó incluso de reconocernos a nosotras, jamás dejó de mencionar a su hermano, fusilado a los 25 años ni a su padre, nuestro abuelo, fusilado con 53 años y que estaba en esta fosa”, explicaba Núria.

Las hermanas Cubero aseguraban que su deseo, cuando encuentren a su abuelo, es dejarlo de nuevo en la fosa donde ha estado enterrado 77 años. “Cuando le identifiquen, cuando le encontremos, volveremos a enterrarle aquí, junto a sus camaradas, para que repose y quede testimonio de todo lo que ha pasado en un memorial. Si lo sacamos y lo dispersamos, la historia se olvidará”, concluía Carmen.

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