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EL TINTERO / OPINIÓN

La gran coalición

Cada vez más personalidades del ámbito de la vida pública, políticos veteranos, altos funcionarios en activo o retirados, profesores universitarios y demás analistas de la actualidad que abogan como única solución por una gran coalición constitucional

30/10/2019 - 

Esta semana en una tertulia radiofónica, el catedrático y antiguo diputado socialista Javier Paniagua relataba su experiencia en una reunión de profesores y pensadores que tuvo lugar la semana pasada en Barcelona, donde pese a todo, durante el día sigue desarrollándose una aparente vida normal. Digo aparente porque el mismo Paniagua explicaba al detalle cómo hasta un congreso de derecho de familia tuvo que luchar para que se pudiera realizar en la Universidad, pues con que tres o cuatro jóvenes totalitarios lo decidan, pueden boicotear cualquier actividad.

La realidad social y diaria en la Cataluña de 2019 es mucho más dura y cruel de lo que algunos quieren pensar, pues hay una gran cantidad de personas que no pueden ejercer su derecho a libertad de expresión, casi ni de pensamiento, y por supuesto ni plantearse el de manifestación en determinados ámbitos como es el universitario. En democracia los radicalismos crecen con cierto anonimato y marginalidad, porque la mayoría los ignora e incluso los desprecia con altivez, pero llega un momento que su propia naturaleza de victimismo y represión personal, les hace estallar y salen a la luz con virulencia y ahí encuentran siempre gente aburrida y motivada para sentir que luchan por una causa, aunque a veces ni sepan explicar cuál es.

Como decía, quien fuera director de la UNED en Valencia, explicó como la reunión que pretendía debatir y obtener alguna conclusión, encontrar alguna luz entre tanta oscuridad, tuvo como punto de encuentro, como piedra de toque, la idea que tantas veces él y otros muchos actores de la opinión pública española han manifestado, la unión tras las elecciones del 10 de noviembre de los tres grandes partidos (hasta ahora) que se han manifestado como defensores de la monarquía parlamentaria que consagra la Constitución española de 1978, a saber: PP, PSOE y Ciudadanos. Aquí dejamos fuera a Vox y Unidas Podemos por diferentes motivos que pueden ser más prejuicios que hechos en el caso del partido verde y por declaraciones y hechos el partido morado, en cualquier caso, se busca los partidos que agrupan al cuerpo electoral más numeroso en España.

Los españoles estamos a poco más de diez días para volver a votar y las encuestas apuntan a que puede haber un cambio a partir de la tercera posición, porque el liderazgo a nivel de votos y escaños de PSOE y PP parece indiscutible, pese a que no son los del bipartidismo, ahora el reparto tiene cinco o seis actores (si el partido de Errejón logra entrar en el Congreso). La cuestión que muchos plantean como única alternativa posible para desatascar esta gravísima situación es la de que las tres formaciones antes mencionadas, se pusieran de acuerdo y formaran un gobierno de coalición o de concentración para aprobar políticas que tendrían un respaldo mayoritario de los diputados y, por ende, se supone, de la sociedad. Aquí no debemos olvidar la tendencia cainita de la sociedad española, para atacar hasta a tu aliado o compañero de partido. Sin ánimo de amargar la idea, no sé si nuestros actuales líderes políticos tendrán la capacidad para llegar a esos acuerdos.

El problema es de tal envergadura que quizá la gran coalición que muchos proponen no sea suficiente, o no logre dar con una solución, pues el pacto, el acuerdo y el sacrosanto consenso tienen la curiosa capacidad de acabar descafeinando cualquier propuesta hasta dejarla en algo lejano al planteamiento inicial. El hecho de que esas tres fuerzas formaran un gobierno no es garantía de que sus acciones fueran a estar guiadas única y exclusivamente por el servicio a España, la búsqueda del interés general, es decir, de los cuarenta y pico millones de españoles que no votan nacionalismo y que se pusieran de acuerdo en los antídotos para curar a esta vieja y herida nación. Por ello, pese a la buena voluntad y a la lógica aspiración de proclamar la unidad de los partidos más votados (en las últimas elecciones), no tengo la seguridad de que sea la única o la mejor opción para solventar los problemas que atacan a España como nación de ciudadanos libres.

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