VALÈNCIA. La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) acaba de celebrar su cuarenta aniversario. Cristóbal Aguado ha estado al frente las dos últimas décadas, un periodo en el que ha combinado la faceta representativa y de prestación de servicios para el agricultor sin descuidar la labor reivindicativa frente a las administraciones.
Aguado, crítico con la "política de galería" del actual Consell y los grandes operadores comerciales "que solo miran su bolsillo", urge a legislar para explotar el potencial "infrautilizado" del campo valenciano. Además, cuestiona algunos aspectos del anteproyecto de Ley de Estructuras Agrarias recién aprobado por el Consell y lanza una advertencia: "Si siguen con sus ideas peregrinas y obligan a la gente a estar en el campo con amenazas de expropiación, acabaremos mal".
El dirigente alerta de los "cambios profundos" que el Brexit producirá en las exportaciones del campo valenciano por el efecto desplazamiento de sus productos como consecuencia de la falta de controles, pero cree que el acuerdo comercial de la UE con Canadá brinda una oportunidad "magnífica" para algunos productos.
-En su discurso por el 40 aniversario de AVA pintó un panorama bastante negro para la agricultura, ¿no hay esperanza para el campo valenciano?
-El futuro puede cambiar drásticamente si se hace un proyecto. Tenemos una media de edad de 62 años, la más alta de Europa porque nuestra estructura agraria es de las más antiguas. Pero debemos entrar en la economía del siglo XXI, abrir tierras y gestionarlas inteligentemente, con ingenieros y personal cualificado para explotaciones mucho más grandes. Para ello necesitamos un plan agrario ambicioso y consensuado entre los partidos y las asociaciones agrarias que asegure el futuro de la agricultura y que no se vea alterado con los cambios de gobierno. Con presupuesto suficiente y una hoja de ruta de ejecución. Si lo conseguimos, se incorporará gente joven y más cualificada, que concentrará mejor la oferta y que negociarán con más capacidad con la gran distribución y con un precio más justo. Además, con medidas legislativas que intervinieran en la cadena agroalimentaria no se producirían los abusos que se dan actualmente y que son un lastre.
-¿Le hubiera gustado que la consellera Elena Cebrián hubiera asistido a su 40 aniversario?
-Supongo que estaría ocupada en otro lugar más importante que la agricultura. Aunque yo pensaba que ella representaba al sector agrario.
-¿No tiene claro que represente al sector agrario?
-Si representara al sector agrario, hubiera estado donde correspondía.
-¿Cree el Consell logrará concitar para su plan agrario el consenso que usted reclama?
"El problema no es obligar a la gente a trabajar el campo, sino incentivar que se pueda vivir dignamente de ello"
-El Gobierno valenciano tiene un proyecto, pero no sé si será capaz de consensuarlo de verdad con todas las organizaciones agrarias y los demás partidos. Se necesita voluntad política para estructurar la sociedad porque si, para hablar del proyecto de futuro de la agricultura valenciana, tienen que salir a la calle a preguntar qué quiere hacer cada uno, posiblemente se dirán auténticas barbaridades. Cuando hay tantas opiniones, al final los políticos hacen lo que les da la gana porque no hay acuerdo sobre nada. Tienen que hablar con quienes realmente somos representativos y no con todos los que pasen por la calle. Los políticos han de estar para escuchar y servir a los ciudadanos y no para servirse de ellos dando la apariencia de escaparate, de que se dedican a escuchar a todos cuando realmente hacen lo que les da la gana.
-¿Se ningunea a los representantes válidos?
-Sí. Y la respuesta de la sociedad es ningunear cada vez más a los partidos políticos porque se sienten ninguneados. La política de galería y de escuchar a todos no lleva a ninguna parte. Lo que sirve es la política eficaz, inteligente y razonada.
-¿Están contando con ustedes?
-Con nosotros y con todo el mundo. Y me da la impresión que, de tanto contar, al final se van a descontar. Mirando el acento se pierde el sentido de la realidad. Creo que hay que bajar de las nubes y pisar la tierra, negociar y consensuar con quien deben hacerlo, administrar como corresponde y generar economía. Queremos un estado muy avanzado, pero para eso hay que tener los pies en la tierra.
-Usted ha sido muy crítico con la Conselleria de Agricultura, de la que ha dicho que está tomada por iluminados. ¿Tiene la impresión de que se quiera contentar a todo el mundo?
-Hay demasiados iluminados que tienen filosofías extrañas, que no es la filosofía de la mayoría. Si hablasen con los representantes de la mayoría se darían cuenta de que sus ideas no son las necesarias para avanzar. Si siguen con sus ideas peregrinas y obligan a la gente a estar en el campo con amenazas de expropiación, acabaremos mal. Cuando alguien abandona el campo lo hace porque no puede vivir o le cuesta dinero del bolsillo. El problema no es cómo obligar a la gente a trabajar el campo, sino cómo incentivar que la gente pueda vivir dignamente del campo. Los políticos deben definir el mercado porque ahora todo vale; lo vemos en los acuerdos que se firman con terceros países en los que lo prioritario es el dumping social. La competencia no puede ser el todo vale, sino definir un mercado en el que todos puedan trabajar con dignidad, con un margen justo y donde nadie pueda abusar de los demás eslabones de la cadena. Eso es justicia y mercado.
-¿Puede poner un ejemplo de alguna de esas ideas peregrinas?
-En algunos países de Europa hay cadenas de supermercados tan grandes que van al mercado a marcar el precio y a hacer pasar a todos por ahí. Lo que sucede es que marcan un nivel de precios que, a medida que se baja en la cadena, resulta que el productor tiene que poner dinero de su bolsillo. A los productos perecederos no se les pueden aplicar las mismas reglas de mercado que al resto. A los productores agrarios se les ha de dar garantías de que, si no pueden ir al mercado, exista alguna compensación negociada, con un seguro o con otro mecanismo.
-¿Se está produciendo esa situación?
-Está ocurriendo continuamente. Por eso hay tanta tierra abandonada. En Valencia ya son más de 160.000 hectáreas. Nunca en la Comunitat Valenciana había sucedido esto. En Italia, por ejemplo, los precios son más justos porque el Gobierno limitó a las grandes cadenas para evitar excesos. El Gobierno de España, con Miguel Arias Cañete, hizo una ley de la cadena, pero se quedó a medio camino porque Competencia dijo que lo que se quería imponer infringía la ley. El resultado ha sido una norma descafeinada. Pero los políticos europeos han de entender que deben legislar contra los abusos que se están dando en la cadena y que se tienen que corregir.
-¿Puede la gran distribución hacer que la cadena agroalimentaria sea sostenible?
"Si el Consell quiere una agricultura de capricho, la tiene que pagar. no nos pueden obligar a estar en el campo para que nos hagan fotos"
-La gran distribución es la que está dictando las normas, pero no es sostenible. No existe voluntad de hacerla sostenible. Cuando más grande es uno, más responsable debería ser a la hora de intervenir en el mercado. Los factótum de la distribución deben conocer más lo que pasa en los eslabones que están por debajo del suyo. Si solo se preocupan de favorecer a su eslabón, crean una política de clases que rompe la sociedad. Y una sociedad desestabilizada lo único que tiene son revoluciones o desequilibrios gravísimos. En Europa se está perdiendo la solidaridad económica entre sectores y, mientras es extraordinariamente garantista con la calidad de sus agricultores, no obliga a quienes vienen de fuera a cumplir esas reglas. Esas reglas son muy caras y, si no se traduce en un coste para quienes vienen y no están obligados por ellas, la consecuencia es dependencia europea de terceros países. Jugar con la alimentación es arriesgado y va contra el espíritu fundacional de la UE.
-En los últimos años se están sustituyendo progresivamente la naranja por otros cultivos. ¿Cuál es el futuro del cítrico? ¿Cree que continuará ese proceso?
-Si en la Comunitat y en España se hubiera invertido en investigación cuando correspondía hacerlo ahora no tendríamos la dependencia que arrastramos en variedades citrícolas extranjeras. De haberlo hecho, ahora seríamos nosotros los que tendríamos variedades competitivas que venderíamos fuera con el cobro de royalties que podríamos invertir en investigación. Pero en lugar de eso estamos haciendo lo contrario, comprando la tecnología a los demás, que siempre van veinte años por delante. Ese es el error histórico de España y de la Comunitat. Si se nos hubiera hecho caso en los 20 años que llevamos reivindicando el nuevo modelo, las estructuras agrarias valencianas serían similares a las grandes zonas agrarias españolas a las que se han ido muchos valencianos. Lo estamos viendo ya en las zonas del interior de Valencia que han hecho la conversión de secano a regadío; tienen estructuras más grandes y la cantidad de jóvenes que hay en ellas no es comparable con la de muchos pueblos que tenemos con agricultura vieja y pequeña estructura. Eso es lo que marca el futuro. Valencia tiene mucha superficie anclada en el pasado. Si el Gobierno valenciano quisiera, con el plan que proponemos, la agricultura valenciana tiene un futuro magnífico. Con el Corredor Mediterráneo seríamos mucho más competitivos. Eso, unido a unas mayores estructuras agrarias, mecanizadas y con investigación, evidencia que Valencia tiene un potencial infrautilizado. Y nadie quiere verlo ni comentarlo. Y simplemente nos dedicamos a la decoración y a las fotos, pero eso no nos hace competitivos.
-¿A qué se refiere con la decoración?
A que necesitamos ir a resolver el problema de raíz. Vemos muchas reuniones, muchas fotos y muchas presentaciones de proyectos se quedan en eso porque no valen para nada. Pensemos en el Plan de la Huerta. Valencia exporta el 85 o el 90 por ciento de lo que produce. El mercado de proximidad tiene una medida, pero Valencia tiene que exportar millones de toneladas. Eso no es un mercado de proximidad; la economía es mucho más grande. Nosotros tenemos que servir a Madrid, que es un mercado de millones de habitantes al que enviamos camiones continuamente. No nos podemos perder en las florituras y no ver la realidad de lo que necesita Valencia. Porque tenemos muchos millones de toneladas de producción que no se van a consumir ni Valencia ni sus pueblos. De acuerdo que hay que servir a Valencia, pero eso es pequeña escala. Parece que sea lo único que importa, pero no es la esencia. Lo importante es la competitividad, la capacidad productiva, la tecnología, las infraestructuras y la generación de plataformas comerciales adecuadas. Eso es lo que genera economía, pero ellos se paran en la floritura.
Volvamos al proyecto de la Huerta. Obligar al agricultor a trabajar en campos pequeños significa mucha menor capacidad competitiva. ¿Se le va a pagar al agricultor ese sobrecoste? Si quieren hacer una agricultura de capricho, la tienen que pagar. Pero no se nos puede obligar a nosotros a estar en un escaparate para que los turistas nos hagan fotos trabajando nuestras tierras. Si es eso lo que quieren, eso cuesta dinero; que pongan presupuesto. Definamos qué queremos porque el mercado es el mercado.
-Da a entender que la Comunitat ha perdido una oportunidad, pero al mismo tiempo destaca que la agricultura valenciana tiene potencial...
"hay que hacer compatible el paisaje con el medio de vida. Queremos poder vivir de nuestro trabajo"
-Valencia tiene un potencial tremendo. Hace 40 años venían todos los laboratorios y centros de investigación que estaban empezando porque teníamos investigadores magníficos. El IVIA tenía 50 investigadores más. Por los centros se ha de apostar en mayúscula, pero aquí se está apostando en minúscula. Entonces estamos a la cola. La marjal de Valencia es magnífica, pero a los agricultores se les está haciendo la vida imposible. Alguien debe entender que hay que hacer compatible el paisaje con el medio de vida porque viven de lo que producen ahí y no se les puede impedir estar en el mercado. Lo que pedimos a la administración son respuestas para trabajar, producir y poder vivir de nuestro trabajo. La agricultura tiene potencial, pero necesitamos personas que la dirijan. Si un político va a ser el responsable de Agricultura, o se rodea de un buen equipo o hace unos cursillos porque lo peor del mundo es poner a uno que no tiene ni idea a dirigir un sector porque se cometen barbaridades. Y desde luego no se puede entrar con prejuicios del tipo 'toda la agricultura ha de ser ecológica', 'el mundo ha de ser bucólico' o 'no hay que cazar a los animalitos'.
-La producción de caqui ya alcanza las 300.000 toneladas y se prevé duplicarla en cinco años. Ya hace tiempo que se habla de burbuja, ¿existe riesgo o aún hay margen?
-En España se producen 7 millones de toneladas de naranja frente a 300.000 de kaki, sobre todo rojo brillante. Es una fruta atractiva y desconocida por la mayoría de Europa. Creo que aún tiene un potencial grande y mucho recorrido. Existe la Denominación de Origen de la Ribera del Xúquer, pero creo que el volumen que va a alcanzar requiere de una interprofesional para tener acceso a más fondos europeos y hacer extensión de normas que obliguen a todos los productores a guiar el mercado de forma objetiva. Es una asignatura pendiente del Gobierno, que debe conducir de una forma objetiva un mercado en crecimiento para que siga dando rendimiento. Me preocupa que pase como con otros productos, que el kaki caiga cuando las cadenas vean que tienen un volumen que les permita abusar, abusarán como han hecho con otras frutas como la naranja y la clementina. La gran distribución le tomará pronto la medida al kaki y forzará precios mucho más bajos. El Gobierno no está respondiendo al crecimiento del cultivo, que está catalogado como menor y, por ello, le faltan productos.
-¿Qué es más peligroso para la rentabilidad de ese cultivo, la intervención de la gran distribución para marcar el precio y la rentabilidad del productor o la falta de actuaciones por parte de la administración?
-Todo es necesario. La administración tiene que ver ese potencial y atender todas las necesidades que el cultivo va a tener, incluso los aspectos organizativos como el de la interprofesional. Pero estoy convencido de que, conforme los grandes comercios de la naranja que suministran directamente a las grandes cadenas de distribución vayan teniendo un mayor peso en el sector de la comercialización, van a crecer los problemas para el sector. Mientras no ha sido un producto de grandes masas, la estabilidad en los precios ha sido mayor. Tal vez la mentalidad de los grandes operadores comerciales debería cambiar y mirar más a lo que pasa en los demás eslabones de la cadena y no mirar solo su bolsillo.
-La administración ha puesto en marcha medidas contra los distribuidores que venden naranjas a pérdidas, ¿es más sensible este Consell a estas situaciones?
"La gran distribución le tomará pronto la medida al kaki y forzará precios mucho más bajos"
-La Dirección General de Comercio ha captado el mensaje y está intentando colaborar con toques de atención a los comercios. Pero su capacidad está muy limitada, es casi testimonial, como las denuncias. No se está consiguiendo la estabilización y el respeto a un precio viable para todos.
-El temporal del pasado diciembre disparó los precios de los productos hortofrutícolas. ¿Cómo influye este hecho en las expectativas de cierre de campaña de los productores?
-La primera parte de la campaña de los cítricos ha sido un desastre. Después de la peor sequía que hemos sufrido en muchos años, los calibres han sido muy pequeños, pero ha habido una gran cosecha. Por ello, el precio en origen ha sido mucho más bajo. En algunas variedades la producción ha crecido hasta un 80% y algunos campos se han quedado por recolectar. Las lluvias de noviembre y diciembre han estropeado la mayoría de clementinas. Algunas cosechas se han perdido completas. Desde enero, las variedades más tardías se han recuperado en precio respecto al año pasado, por lo que la viabilidad ha sido mayor en la segunda parte de la campaña. La respuesta del Gobierno ha sido un decreto de corta y pega insuficiente y poco sensato.
-¿Cómo afectará el reciente acuerdo comercial con Canadá a los agricultores valencianos?
-Allí tenemos un mercado magnífico en kaki, naranjas, aceite e incluso en el vino. Queremos que, en los productos compatibles, se pongan todas las facilidades posibles para poder vender a Canadá. En muchas ocasiones, naranjas para los que en EEUU nos han puesto problemas han acabado en Canadá y nos las han pagado muy bien. Es un mercado en crecimiento magnífico. Los acuerdos han de ser recíprocos, estables y equilibrados. Es un país muy grande y muy interesante para Valencia porque somos muy compatibles. En el caso de la ganadería o del cereal es diferente porque ellos también tienen una gran capacidad productiva. En este caso ya no es tan interesante para Europa, pero se trata de negociar y llegar a un acuerdo.
-¿Y el Brexit?
El Brexit nos quitará parte del mercado porque Reino Unido tendrá manga ancha para sus controles fitosanitarios
-Creo que Europa es más débil sin el Reino Unido, es un fracaso para todos. El Brexit nos va a perjudicar porque el Reino Unido sigue siendo uno de nuestros grandes mercados en Europa. Al desaparecer allí las rigurosas políticas de la UE en control sanitario o de sanidad nos vamos a ver perjudicados. ¿Qué le importa a Inglaterra que las naranjas de Sudáfrica entren con mancha negra si no le pueden contagiar nada? Eso va a provocar desplazamiento de productos porque una partida contaminada con la bacteria es más barata. Nos quitarán una parte del mercado porque Reino Unido tendrá manga ancha para marcar sus propios controles fitosanitarios. Podemos perder una importante capacidad exportadora.
-¿Lo tienen cuantificado?
-Todavía no porque es difícil, pero tenemos a varios operadores comerciales muy preocupados porque va a suponer cambios profundos.
-¿Qué pasará si el consejo de Europa válida el criterio de la Comisión Europea para rebajar los requisitos fitosanitarios de los cítricos de Sudáfrica?
-El acuerdo es para cinco o seis países del sur de África. Europa ha sido muy solidaria y ha incumplido su propia norma que obliga a hacer un estudio de impacto sobre los acuerdos que se firman con terceros países. No se ha cumplido porque se ha tergiversado el estudio y no se ha tenido en cuenta que Europa tiene una capacidad productiva de 12 millones de toneladas de cítricos. Europa se ha olvidado de defender a sus productores y no ha tomado medidas para minimizar los impactos negativos de ese acuerdo con un plan de compensaciones.
-Usted es el tesorero de Cierval, ¿Se esperaba un final así para la patronal autonómica?
-Nadie quería ese final. Todos nos habíamos comprometido a mantenerla. Los estatutos se hicieron con tanta buena fe que no se previeron mecanismos de sanción. Cuando dos de las tres organizaciones dejaron de cumplir con los acuerdos, la paciencia de Cierval se ha alargado tanto que ha llegado a un punto de quiebra. No podía sobrevivir al impago de dos de sus tres socios. Cierval se hizo el harakiri por Coepa, que probablemente se salve a costa de Cierval. Ello, sumado a las obligaciones de Castellón, hacían inviable la situación. La CEV ha intentado ayudar al máximo, pero no podía arriesgar su supervivencia.
-La CEV tomará el relevo. ¿Cree que se sumarán al proyecto las otras provincias?
-Vamos a intentar que con buena fe todos entiendan que esto es para construir y no destruir. La voluntad es sumar, pero el criterio es que quien quiere una cosa, la tiene que pagar. Creo que es importante que desaparezcan los derechos de pernada, el querer mandar pero sin ser responsable de nada. Estamos intentando hacer una organización del siglo XXI porque la que teníamos hasta ahora estaba basada en un acuerdo de buenas intenciones, pero ha de verse reforzado por unas normas. El proyecto es que las provincias tengan una representatividad, en una organización de todos y para todos. Si se consigue, será un éxito; si no, tendremos una organización dividida.