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CRÓNICA POR LOS OTROS / OPINIÓN

La incertidumbre

Dícese de la falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo, especialmente cuando crea inquietud. Y a punto de terminar el mes de agosto, muchas personas se enfrenten a su vuelta, todavía hay muchas dudas e incertidumbres sobre cómo será nuestro día a día. La incertidumbre como la pandemia no afecta igual a todas las personas

29/08/2020 - 

Aprender a vivir con cierta incertidumbre es algo que aprendí en los años que viví en África. Cierto es que ya venía entrenada y que siempre he convivido con la incertidumbre de una manera sana. En la África que yo viví y que conozco, la incertidumbre está a la orden del día, es una realidad con la que se convive sin ningún tipo de drama, la vida es incierta y todo lo que la envuelve también. Y esto se asume desde el minuto uno, desde la infancia. Se aprende a vivir desde la niñez el día a día y a no planificar muy a largo plazo, los días son cortos y se valoran así. 

Y lo mismo que ocurre en África pasa en otros rincones del planeta donde el distinto  nivel de desarrollo hace que se pueda vivir con mayor porcentaje de incertidumbre pues el sistema lo permite.

En estos rincones a los que hago referencia la incertidumbre hace que se pueda y se aprenda a vivir con una flexibilidad importante que se aprende desde la infancia.

También es cierto que dependiendo de la África que vivamos, porque el continente es inmenso, esta incertidumbre se vive de una manera  distinta y no afecta a todos los rincones de África por igual. Pero sí que es cierto que  existe una base innata generalizada donde me atrevo a destacar la capacidad que existe de vivir con una mayor flexibilidad, incertidumbre y disponibilidad de adaptación. Y este fue el gran aprendizaje de mi tiempo vivido en África y una de las necesidades que tengo a día de hoy: poder vivir sin que todo esté planificado y decidido. Y es que en mi día a día necesito grandes dosis de incertidumbre que me dan la vida. Y cada vez que vuelvo a África esta dosis de incertidumbre y de vivir el hoy y no planificar el mañana es una sensación que me engancha cada vez más.

También soy consciente que parto de una posición privilegiada y que no es lo mismo enfrentarse a esta incertidumbre de la que hablo con las espaldas “ medianamente cubiertas” o vivir con incertidumbre de una manera desprotegida y vertiginosa como ocurre en muchos casos. No es lo mismo y esto marca la diferencia completamente.

El drama que viven determinadas personas por estas dosis de incertidumbre cuando no se tiene una protección mínima ni básica, es una realidad que no me gustaría dejar de mencionar ni que se diluyera con la incertidumbre de la que yo hablo. Nada tiene que ver. La incertidumbre abocada al vacío , y sin colchón de ningún tipo, es una realidad terrible y nada tiene de positivo.

El final del verano…

Este verano he analizado mucho esta sensación de incertidumbre, desde la posición pasiva y privilegiada de mi mes de vacaciones. Unas vacaciones estáticas, pausadas, rutinarias, monótonas y maravillosas al mismo tiempo que me ha permitido reposar y analizar algunos asuntos que mi día a día no me permite. He podido dedicar el tiempo a pensar y a tomar decisiones vitales e importantes a las que me enfrento con ilusión, calma y mucho amor. Tomar decisiones desde la calma y con sensación de paz es un privilegio que me gusta valorar. Como también es un privilegio tener tiempo para poder dedicarlo a pensar, analizar y decidir . Un privilegio del que todas las personas no disponen y por ello me gusta valorarlo y agradecerle a la vida esta oportunidad que me brinda.

Disponer de un entorno fácil, acomodado y que me abraza en cada decisión que tomo en la vida es una realidad de la que eternamente estoy agradecida y que me posiciona en un lugar privilegiado y seguro a pesar de la inestabilidad que vivimos y la que viene.

Quizá sea esta realidad la que me hace sentirme fuerte en tiempos de incertidumbre y que me motive esta vuelta al día a día sin saber exactamente cómo será. Pero es que muchas veces me traslado a esas familias y esas personas con las que convivo en la isla de Lamu, en Kenya o en otros rincones africanos y no paro de aprender, aprender otro enfoque de vida y otra manera de aceptar la realidad que nos toca vivir. No puedo estar más agradecida de rodearme  de estas personas africanas que me ayudan y me enseñan cada día que podemos vivir de otra manera.

A estas alturas no sabemos exactamente si la vuelta  los trabajos (para quienes tenemos la fortuna de poder trabajar)  será como siempre, seguiremos teletrabajando o habrá nuevas adaptaciones que las empresas decidirán. A estas alturas tampoco sabemos el devenir de la apertura de los colegios; tampoco sabemos el recorrido de ciertos proyectos que siguen detenidos en el tiempo pero no suspendidos, a la espera de recuperar cierta normalidad…  y así un largo etcétera que cada persona puede adaptar a su realidad. Una incertidumbre que se vive igual en otros rincones del planeta, y también en la África que yo conozco (Lamu, Kenya) donde tampoco saben cuándo se abrirán los colegios, cuándo llegará de nuevo el turismo ( fuente principal de ingresos del país) y cuándo podrán volver a trabajar… 

La realidad y la vuelta tras el verano en África es  tan incierta como la de España. Eso sí, allí la reciben que una sonrisa y una capacidad de adaptación y aceptación intachable. 

Como reza la canción: ”…  el final del verano llegó…” Este año ha sido sin duda un verano diferente para muchas personas, tanto las afectadas duramente por la pandemia como las que tenemos la fortuna de seguir sorteando a la suerte. Y esto me ha permitido vivir un mes de Agosto muy especial.

Hacía tantos años que no vivía un verano pausado que me ha permitido volver a tener la sensación de esos veranos infinitos, confortables y acomodados de mi niñez abrazada por mi familia y la gente que me quiere. Afortunada me siento de haber vivido un verano de los de siempre con mi hija Leo y mi pandilla de siempre (Manolín, Raquel, Jorge , Aitana , Claudia, Adrián, Rozenn, Gael, Elisa, Javi, Carmen, Guillermo, Lorena, Guille, Nacho, Yago, Chesco, Yamile, Lucía, Víctor, María Amparo, Mateo, Carla y Carlos, Manuel, Candela ,  y Pelli y Amín… ), de haber podido ir a la piscina municipal o al rio de Viver por las mañanas, de  las excursiones por el Alto Palancia, de los paseos por las tardes y de las cenas de sobaquillo…  Un verano muy especial que pasará al recuerdo y que ya estoy echando de menos.

La semana que viene… más!

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