La legitimidad de celebrar el Día del Padre

Los días de carácter solidario suelen ser anodinos, y extremadamente publicitarios, no restan mi sueño participando en ellos de manera esporádica. Las fiestas religiosas ídem de lo mismo. Los días "D", además son jornadas saludables para intentar implicar a una sociedad inmersa en el algoritmo y abducida por el pulgar, en una causa benéfica.

Nada me sorprende, las ocurrencias las dejo para los chistes, los memes o las series de humor. Apenas presto atención a las alteraciones del genoma con fines ideológicos. Ya lo está haciendo bruscamente el clima, realmente preocupante, más aún, cuando uno trabaja la tierra, en mi caso la arena, los siete días de la semana. Me puede tachar de conservador pero coqueteo más con el estimulante anarquismo, y releo casi a diario algún capítulo del Walden, de 2Thoreau. Algo desobediente soy. Una biblia para cualquier humano que se preste a ser libre, el medio y no el fin.

Con tanta traca y verbena, chocolate o buñuelos, presté poca atención a una news que encendió la mecha de los muchos usuarios del Día del Padre, que acabaría incendiando las redes sociales.

Bertin Osborne, uno de ellos, lideraría la fuerte oposición a la profesora andaluza que invitó a padres y madres de sus alumnos, a festejar el Día de las Personas Especiales sustituyendo al del progenitor. Pese a estar en las antípodas de Osborne, él en su casa, yo en la mía, me solidarizo en el fondo, no en las formas. Se puede transmitir mejor y con mayor elegancia la defensa.

Llevo un cacao con esto del lenguaje inclusivo que me mantengo firme en las trincheras y dejo arrastrarme por lo vetusto. Soy un antiguo. Prefiero serlo, da menos problemas a la larga. Sabes tu sitio  en todo momento.

En casa seguimos celebrando el día de mi viejo pese a irse al otro barrio en el 2004. Mi vieja nos reunía a la mesa a todos en una fecha jodida. La pirotecnia nos nubla. El alcohol nos ciega. La resaca nos anula. Para mi viejo era una fecha especial, esencial, presencial, además de celebrar la onomástica ejercía de padre. He tenido la suerte de poder disfrutarlo. De contar con él para lo bueno y lo malo. Para otros amigos o conocidos la figura paterna ha estado ausente desde que vieron la luz. Lo siento por ellos.

Tras casi veinte años de su fallecimiento resulta imposible no acordarme de él cada día, y en especial, otra vez, repito, el 19-M. Tampoco hay que explayarse mucho sobre el asunto, el 19 es personal e intransferible, propiedad de cada hijo o hija, de cada familia, y quizás ejercer algo de crítica a los que intentan imponer su modus operandi al resto. Mi viejo fue especial, el día diecinueve es especial, y como si fuera un mozalvete más del grupo de personajes que veranearon Verano Azul, reivindico aquella popular canción de mi infancia, por supuesto tuneada, ¡el día de padre no lo moverán! No hace falta más.,.