Dice el Premio Príncipe de Asturias, y Catedrático de Economía, el doctor Juan Velarde Fuertes que "la libertad de mercado está detrás de todos los procesos de desarrollo económico que se han visto, pero ha de tener un freno: lo social". Estoy muy de acuerdo. Añadiría que lo social no se lucha desde la violencia, sino desde la ley.
Estos días estamos viendo algunos episodios de violencia callejera, con muertos en Francia, reclamando mejoras sociales para colectivos muy mal tratados. Pero cuando se utiliza la violencia para suplantar las palabras y el diálogo, solo encontramos la barbarie. Una sociedad democráticamente avanzada hace cambiar sus leyes, y sus formas de gobernar y ser gobernados, mediante acuerdos parlamentarios. Cuando lo que se utiliza es el escrache, la violencia, o la mala educación, lo que se consigue no es el cambio de las cosas sino la sustitución por la fuerza.
Y es la fuerza de la razón, no la razón de la fuerza, la que hace habitable y sostenible una sociedad. Cada vez que utilizamos el mamporro para imponer nuestras ideas, por muy loables y necesarias que sean, perdemos la razón.
Estos días estamos viendo cómo el conflicto del transporte público genera un sinfín de acontecimientos callejeros, algunos de ellos inexplicables. Es un problema de muy difícil resolución, como casi todos los problemas políticos que tenemos que resolver en esta sociedad post moderna. Pero hay algunos rasgos de los conflictos que no pueden ser llevados a la toma de posesión de la calle, con agresiones personales o sobre el mobiliario urbano.
El derecho a la huelga es una gran conquista social. Es una necesidad para poder quejarse y cambiar la situación, para mejor, de muchos trabajadores. Pero el derecho a la huelga es incompatible con la coerción personal. Es en la libertad del individuo, de participar o no en ella, de secundarla u obviarla, donde radica el verdadero sentido de la elección. En libertad.
Los cortes de carreteras, la interrupción de la vida diaria de los ciudadanos que quieren continuar con su rutina, no es moneda de cambio para la negociación. La huelga es no ir a trabajar, no impedir que los demás puedan hacerlo. La libertad no es negociable. Los derechos no se negocian, pero tampoco se coartan. El mero hecho de impedir que una persona pueda ejercer su derecho a no comulgar con la posición del otro, no puede negociarse con una banda con pasamontañas.
Recobrar el sistema de derechos, libertades y obligaciones fue un logro colectivo. Que alguien quiera imponer un solo derecho, el que sea, a base de bates de béisbol y cortes de fronteras es un fallo democrático de primer nivel.
Hasta los problemas más complejos de nuestra historia han sido resueltos con diálogo. Cuando se ha utilizado la fuerza para imponer las sinrazones hemos tenido que enterrar a hermanos y compatriotas. La violencia es una quiebra del sistema democrático y una patología mental muy grave.
Tener que violentar las calles para querer tener razón, es perderla. Somos mejores cuando dialogamos y fracasamos, pero seguimos dialogando. Es en ese cansino deambular de buscar fórmulas, algunas veces muy difíciles, cuando avanzamos como sociedad madura.
Si alguien cree que el Estado puede estar silente cuando se resquebraja la ley no conoce el sistema democrático. Todo lo que hayamos de arreglar y solucionar habremos de pactarlo, legislarlo y cumplirlo. Cuando en algún sitio eso no se produce, el sistema tiene herramientas para solucionarlo. Si no se llega a un pacto consensuado tendrán que ser los legisladores los que aporten la solución. Si esa solución no satisface a sus interlocutores, se lleva a los tribunales de justicia que son nuestra garantía de derecho. Si no se cumple la ley, al juzgado. Si la ley no nos gusta, a cambiarla, o a cambiar a los legisladores que la redactan y la hacen cumplir.
Todo menos golpear a nadie, ni a nada. Si la violencia acampa como las moscas, la basura no parará de crecer. Y nuestras generaciones venideras nos harán culpables de no haberlas educado en libertad y en paz. La libertad es más necesaria que nuestra propia razón.
Emilio Argüeso es secretario de Organización de Ciudadanos en la Comunitat Valenciana y secretario segundo de la Mesa de Les Corts