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La madre de todas las batallas: el Gobierno de EEUU versus Huawei

23/06/2019 - 

Tras mi artículo introductorio de hace un par de semanas en esta misma columna sobre el tipo de empresa que es Huawei (su historia y sus singularidades —en cuanto a filosofía empresarial y a expansión global—) y en el que avanzaba algunos aspectos del choque actual con la Administración Trump por las medidas prohibitivas adoptadas por ésta, hoy me centraré en qué ha sucedido realmente en relación con esta controversia, el porqué es importante y qué sucederá a continuación. 

La decisión del Gobierno americano se enmarca en una nueva política, que puede resultar inquietante, orientada a preservar su hegemonía global a toda costa. En efecto, parece que actualmente se evitan las guerras 'físicas', que ciertamente dañinas y que suponen un precio demasiado alto que una gran parte de la ciudadanía de los Estados Unidos (ni del mundo occidental en general) no está dispuesta a pagar. 

El presidente Trump está sustituyendo las ofensivas armadas y militares por lo que algunos medios han calificado de “armas económicas de destrucción masiva” (véase The Economist de hace un par de semanas). Así, para evitar la restricción impuesta por el sistema democrático americano de checks and balances al impedirle, de momento, la construcción del muro con México que reclama, el presidente Trump ha optado por recurrir a la amenaza de imposición de tarifas aduaneras de hasta un 25 % a cambio de que México se comprometa al endurecimiento de su política migratoria con los migrantes que entran por la frontera sur. 

De una forma parecida —y estoy hablando de procedimiento estricto y no de si estas medidas son efectivas o no (con México parece que lo han sido)—, la Administración norteamericana ha incluido a Huawei en la lista del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, lo que impide a la compañía china la compra de determinados componentes esenciales de fabricantes estadounidenses. Pasamos, pues, a una pantalla adicional de esta guerra comercial impulsada por los Estados Unidos que transita en estos momentos más bien a una guerra tecnológica en torno al 5G que va a contribuir a la configuración de un nuevo orden mundial. 

¿Qué está en juego? Tomando como referencia lo manifestado por el politólogo estadounidense Ian Bremmer en un instructivo artículo de junio de 2018, es necesario repasar, para quienes puedan desconocerlo, los avances en el campo de las telecomunicaciones producidos en los últimos años hasta llegar al famoso 5G. Con la tecnología 1G se consiguió realizar llamadas por medios inalámbricos; la 2G aportó la posibilidad de mandar textos; con el 3G se permitió el acceso a la red; el 4G ha posibilitado la creación de importantes y sofisticadas redes sociales como Instagram y el desarrollo de plataformas de servicios como Uber, Deliveroo, etc., mediante una eficaz y constante conexión GPS. Todavía vivimos en el mundo 4G, pero estamos ya arrancando la transición al nuevo mundo 5G que se culminará en los próximos dos años. 

Como diría Montaigne, el nuevo 5G no es tanto un cambio de la naturaleza de las comunicaciones como un cambio de grado. Eso sí, un cambio de grado de extraordinaria importancia. El elemento diferenciador y que explica meridianamente que el impacto de esta nueva tecnología vaya a resultar extraordinario es no solo el  aumento vertiginoso de la velocidad con la que van a circular los datos —hasta 100 veces más rápido—, sino también la capacidad de mover una mayor cantidad de datos y una interconectividad extraordinaria. Llegamos de esta forma a ese nuevo mundo que llaman el del 'internet de las cosas', donde millones de máquinas diferentes (desde smartphones a lavaplatos y vehículos, culminando en la gestión de ciudades enteras a través de las infraestructuras propias de las smart cities) están interconectadas. 

 En estos momentos, no hay ningún motivo real para que las infraestructuras de la tecnología 5G americana y  china a través de Huawei (que en opinión de numerosos analistas que no son sospechosos de parcialidad está más desarrollada) puedan convivir de forma pacífica con el establecimiento de hardware para la red tanto de origen chino (y aquí, de hecho, y supongo que no es una coincidencia, Huawei es el mayor jugador global de acuerdo con lo expresado en la primera parte de este artículo publicado en este periódico hace dos semanas) como de origen norteamericano. 

Sin embargo, la Administración Trump no solo ha expresado su sospecha de que la infraestructura de Huawei pueda permitir el acceso a la información a los intereses del Gobierno de Pekín (como si la tecnología estadounidense no hubiese permitido el acceso a la información en interés del Gobierno de Washington en repetidas ocasiones en el pasado. Recomiendo que se refresque en este punto el lamentable caso Snowden, que nos recordó que los espías sirven para espiar a los enemigos, pero sobre todo a los amigos), sino también su preocupación de que China pudiese usar la tecnología de Huawei en un conflicto abierto con Washington provocando de forma deliberada el colapso de su infraestructura de telecomunicaciones. 

Como adelanté, esto supone un cambio radical en la política económica de los Estados Unidos, al entender que el origen de los componentes electrónicos se constituye en el elemento decisivo para su comercialización y uso en los mercados americanos y de sus aliados. En este sentido, la Administración americana ha emprendido una campaña especialmente agresiva con sus aliados para convencerlos o incentivarlos para que adopten una política similar respecto a los productos de Huawei. 

La respuesta a la pregunta ¿qué va a pasar luego? no es sencilla, ya que no es fácil predecir los diferentes escenarios que se pueden dar. De forma inmediata, el impacto en Huawei ha sido considerable. A pesar de que la compañía declaró que esto no había sido más que una ducha incómoda, pero que se sobrepondrían, lo cierto es que a corto plazo Huawei se está viendo obligada a reducir el número de smartphones que tenía previsto fabricar. Y la situación puede empeorar, especialmente en un año —2020— durante el cual se producirán elecciones en Estados Unidos, por lo que no es descartable que esta situación de prolongue como concesión por parte del presidente a su electorado para conseguir su reelección. 

Es cierto que el movimiento natural de Huawei va a ser refugiarse en el cuartel de invierno de sus mercados naturales, que, por otro lado, son enormes: me refiero tanto a China como a otros países de Asia. Además, China ya ha anunciado determinadas medidas de retorsión que pueden hacer la vida más complicada a los fabricantes americanos y europeos. En efecto, los teléfonos móviles, los ordenadores, los nuevos vehículos eléctricos, la fibra óptica, los misiles, los satélites, etc., tienen todos un elemento en común: requieren para su funcionamiento de unos minerales muy especiales por sus elementos químicos que se denominan tierras raras. 

Es importante subrayar que en la actualidad China concentra el 80 % de la producción del mundo de las referidas tierras raras. Y los mensajes chinos al respecto han sido más que claros al manifestar su voluntad de empezar a limitar la venta de sus reservas de tierras raras a los Estados Unidos. Así, hace escasamente un mes, el 21 de mayo de 2019, el presidente Xi Jinping realizó una visita a un centro de procesamiento de tierras raras en Ganzhou, lo cual no es ninguna coincidencia. Por otro lado, la NDRC (en sus siglas en inglés para referirnos  a la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo), que es uno de los órganos más poderosos del Gobierno chino, se ha manifestado con contundencia al afirmar que “el pueblo chino no verá con buenos ojos que algún país use productos fabricados con tierras raras chinas para limitar el desarrollo de China”.  

Al final, esta situación está dando como resultado una nueva polarización del mundo que recuerda sospechosamente a los tiempos de la Guerra Fría, una polarización tecnológica que va a contribuir a hacer la brecha aún más grande. No son buenas noticias, ya que esta circunstancia hace que los equilibrios no solo sean inestables, sino también frágiles, y puede ocasionar un escenario de confrontación ciertamente peligroso para la paz mundial.