Extraigo el título de la estrofa de la canción que sirve de himno para honrar a los caídos de las Fuerzas Armadas Españolas, porque esa frase me vino a la mente al pensar todas las enseñanzas y valores que nos dejan las tristes muertes de los últimos días
En el corazón de esta Semana Santa, esa semana en que creyentes y no creyentes aprovechan para descansar, viajar, leer, pasear o simplemente vivir. Ajenos en muchos casos al motivo por el que durante unos días la rutina cambia y en cientos de ciudades y pueblos las imágenes de pasos y palios llenan las calles. Ese motivo es la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Y menuda semana llevamos.
En orden cronológico inverso y por la cercanía, la primera muerte que más impacto y dolor me ha causado ha sido la de Francisco Puchol-Quixal –Paco para los amigos–, un hombre al que tuve la suerte de conocer, tratar y entrevistar en la radio y siempre me transmitió fuerza, iniciativa y bondad. Un gran profesional del Derecho, pero sobre y ante todo un gran valenciano implicado en la defensa de los derechos humanos y preocupado por dar voz e influencia a la sociedad civil valenciana. Prueba de ellos los tres lustros que presidió el prestigioso Club de Encuentro Manuel Broseta.
Una persona como Paco Puchol-Quixal nos deja un ejemplo impagable de cómo actuar en estos tiempos donde tanto se habla de la participación ciudadana. Su trayectoria pública es un testimonio para todos los que en algún momento sentimos que no estamos haciendo todo lo que podríamos por mejorar nuestro entorno y contribuir a la toma de decisiones de manera colectiva, donde la sociedad se forma y se informa para emitir juicios equilibrados. Él me recordaba como “el Club ha tenido una gran influencia en los círculos de poder de Madrid explicándoles la visión valenciana” mientras reconocía que “el problema de esta sociedad es que no ha protestado” y añadía “hay que estar orgulloso de nuestra tierra y también quejarse cuando toca”. Algo que estos días y tras conocer los PGE sigue estando en el debate público. Siempre estará en nuestra memoria su pasión por la Comunidad Valenciana y en especial su Benicarló natal junto a ese mar que nos lo arrebató.
La repentina muerte de Carmen Chacón con 46 años de edad causó un gran impacto en la tarde del Domingo de Ramos. La abogada y política socialista fue la primera mujer Ministra de Defensa y además accedió al cargo embarazada; fue la primera mujer candidata a la secretaría general del PSOE –cargo que ahora mismo disputa Susana Díaz, a quien Carmen apoyó hace unas semanas–; también fue la primera en encabezar la lista de los socialistas catalanes para el Congreso de los Diputados obteniendo el mejor resultado y además fue la primera española en ser nombrada Young Global Leader en 2010, reconocimiento que otorga el Foro Económico Mundial.
La trayectoria profesional y pública de Chacón nos deja un ejemplo real de una mujer que demuestra su capacidad y valía, además de su esfuerzo y superación, pues debido a su cardiopatía congénita podía –y quizá debía– haber llevado otro tipo de vida más pausada y relajada. Pero ella quiso realizar su vocación como servidora pública y supo retirarse de la primera línea. En ese gesto, nos dejó otro ejemplo imprescindible para la mal llamada nueva política que nos invade, donde los personalismos tienen más protagonismo que en los partidos tradicionales. Ojalá el ejemplo de Chacón impregne a este PSOE que se debate entre la unidad y la ruptura interna.
Y para completar este doloroso Tintero que preferiría no haber tenido que escribir, el Sábado de Pasión protagonizó cientos de titulares la muerte del niño valenciano Adrián Hinojosa, enfermo de cáncer –Sarcoma de Ewing– y que se hizo popular por su afición e ilusión por el mundo del toro. Un niño, que como tantos otros, soñaba con ser torero y que debido a su frágil estado de salud, recibió el cariño de toreros y aficionados, pero también la bilis y el rencor de los odiadores 2.0 tan de moda tristemente hoy en día.
El pasado mes de octubre Adrián cumplió un sueño al ver como las figuras del toreo se unían en un homenaje taurino y lo sacaban a hombros por la puerta grande de la Plaza de Toros de Valencia. Este pequeño no sólo logró que en dicho homenaje se recaudaran fondos para la Fundación de Oncohematología Infantil, nos trasladó un ejemplo de valentía y lucha ante la adversidad en la que tantas veces nos coloca la vida.
En estos tres recientes ejemplos podemos afirmar que “la muerte no es el final” pues todos ellos nos dejan un legado de valores, enseñanzas y vivencias que nos ayudan a reconfortarnos con la capacidad del ser humano para hacer el bien y fomentar actitudes positivas en nuestro entorno. DEP