VALENCIA. El VII Congrés del Bloc celebrado el pasado fin de semana culminó con un gran acuerdo entre los dos aspirantes -Àgueda Micó y Rafa Carbonell- a la Secretaría General que abandonaba Enric Morera para convertirse en presidente de la formación nacionalista, un cargo honorífico.
El cónclave, así como los días que le precedieron, fueron intensos en cuanto a negociaciones por parte de ambas candidaturas, que finalmente sellaron un pacto en el que ninguna de las dos sensibilidades salía como perdedora, si bien la lista de Micó, con una ligera ventaja numérica inicialmente, logró una representación algo superior en el acuerdo.
Al margen de todo ello, es digno de destacar el papel que jugó Enric Morera en todo el proceso. Su servicio, al margen de evitar una guerra en la formación nacionalista que recordara al congreso de 2003 -decidido por dos votos-, también contribuye a alargar su estatus de relevancia en el Bloc.
Así, el presidente de Les Corts, tras fuertes tensiones con buena parte del núcleo próximo a Carbonell en los meses previos al cónclave, ofreció respaldo público a Micó para que se convirtiera en su relevo. Un apoyo que, en casi cualquier comparecencia pública, dejaba siempre un resquicio a la mano tendida en busca de un acuerdo.
Secundado por su fiel escudero Lluismi Campos, un fontanero de partido que en la misma semana estuvo muñiendo el pacto Compromís-Podemos-EU, embarcando al PSPV en una Entesa fallida al Senado y contribuyendo al acuerdo en el Bloc, los contactos desde segunda línea para evitar las dos listas siempre estuvieron presentes. Una vía en la que también estuvo trabajando arduamente el diputado nacional Joan Baldoví, posiblemente el mayor referente del partido no posicionado.
Con la línea de meta a la vista y las negociaciones en un punto de máxima intensidad, Morera y los suyos pisaron el acelerador para que cristalizara el pacto. Por un lado, apoyaron la eliminación del cargo de 'Secretaría General' como concepto para que no hubiera sentimiento de derrota en el sector de Carbonell y, por otro, respaldaron que existiera cierta ventaja para Micó en cuanto a los nombres, evitando además a algunos dirigentes no deseados.
A esas alturas, y con tantas horas de negociación a cuestas, ya nadie podía asegurar en qué situación estaban los números del congreso si se iba a votación: Morera, aunque sin una tropa numerosa propia, podía ser decisivo hacia un lado u otro al igual que Baldoví, algo que reforzaba su posición negociadora de cara a lograr el pacto.
Con este escenario, el acuerdo fructificó. En torno a las seis de la tarde -superado el plazo límite que tuvo que ampliarse-, se llegó a un acuerdo que, tras el maratón de tensión atravesado, satisfizo y decepcionó al mismo tiempo a distintos sectores de las candidaturas. En definitiva, como debe ser un pacto.
Así pues, Morera contribuyó de forma decisiva al acuerdo que pretendía, según él mismo comentaba días atrás, evitar a toda costa una división como la que tuvo lugar en 2003.
No obstante, la otra lectura es que al actual presidente de Les Corts también le convenía un acuerdo de estas características: un congreso de confrontación se habría resuelto probablemente con una purga de la sensibilidad derrotada y una hegemonía del vencedor del cónclave. Una situación que hubiera debilitado sensiblemente su posición y le habría dejado como un mero presidente honorífico y decorativo dentro del Bloc ante una todopoderosa corriente reinante.
En cambio, ante una Ejecutiva con mestizaje entre los equipos de Micó y Carbonell casi al fifty-fifty, el ya exlíder del Bloc tendrá todavía margen para ejercer esa figura de árbitro que tanto le agrada: "Un home bo baix de la corda del trinquet diguent falta, bona i va de bo".