Ya dijo Ortega que el problema catalán habría que sobrellevarlo, pero estamos ante el hijo mayor de edad que maltrata a sus padres a diario y seguimos riñéndole con algo así como “hoy no sales de tu cuarto”
He intentado seguir los acontecimientos posteriores a los atentados islamistas/yihadistas en la ciudad de Barcelona, especialmente todo lo sucedido entorno a la manifestación del pasado sábado. Comprobé mi inocencia al sorprenderme por el exceso de “preparación” de la marcha, la cantidad de esteladas perfectamente colocadas demostró que el nacionalismo catalán es una máquina de propaganda y de locura colectiva que no respeta nada, ni un atentado con dieciséis víctimas mortales. Todo vale para promocionar sus símbolos, que curiosamente además de inventados son como casi todo lo que envuelve a ese mundo, tremendamente horteras.
En la foto principal de la convocatoria, veíamos al Rey en el centro de la imagen rodeado de políticos y representantes de la religión de la paz y el amor, Felipe VI mantuvo el tipo como sólo un rey sabe y puede hacerlo. Es más, muchos españoles dijeron sentirse representados en esa manifestación por la figura del monarca, por encima de políticos nacionales y locales, algo que en cualquier país normal sería lo lógico, pues la Corona debe servir para cohesionar y aunar voluntades, especialmente en momentos de extrema gravedad y éste sin duda lo era. Así sucede en Reino Unido.
Apenas unos días después del atroz atentado y de la manifestación pervertida y manipulada por unos políticos enfermos y henchidos de odio, el debate (por desgracia) ha vuelto a su podrido cauce, al lodazal de gastar recursos, energías, maquinaria del Estado, burocracia, editoriales, ríos de tinta y de palabras para analizar algo que es ilegal, es ridículo plantearlo en una Unión Europea democrática y está provocando problemas cada vez más graves en todos los ámbitos: económico, cultural, social y de convivencia. Ya dijo Ortega que el problema catalán habría que sobrellevarlo, pero estamos ante el hijo mayor de edad que maltrata a sus padres a diario y seguimos riñéndole con algo así como “hoy no sales de tu cuarto”.
Por si algunos siguen dudando del rodillo que supone imponer ideas totalitarias y aniquilar socialmente (por ahora) no sólo al disidente, sino al crítico o tímidamente discrepante, con estupor leí lo que había sucedido con Gregorio Morán, censurado y expulsado del diario donde escribía durante tres décadas por haberse atrevido a redactar párrafos como este: “Estamos en manos de un personal que bordea la ley, y que lo hace con el ánimo no sólo de incumplirla, sino de imponer la suya, que no es otra que ir a la ruptura y provocar un conflicto no sólo cívico sino violento”.
Las cartas están sobre la mesa y parece que las medias tintas, los paños calientes y la eterna (y cobarde) equidistancia dejan paso a manifestaciones y descripciones más realistas y menos buenistas (y falsas) de la cruel realidad que se vive en el noreste de España, en la Comunidad Autónoma de Cataluña. La situación es preocupante y ni el mazazo del terrorismo islamista ha dejado de lado todo lo concerniente al ridículo ‘prusés’, en lugar de buscar la unidad de acción, de entender que una misma nación debería tener a sus policías más centralizadas y coordinadas, de expresarse en un mismo idioma y de mostrar al mundo que España había sido tierra de acogida pero no iba a doblegarse ante la dictadura del terror, se ha comprobado la bajeza moral de unos políticos de tres al cuarto que nos pueden llevar a una situación muy peligrosa. Ojalá esto sirva para que muchos pierdan la inocencia y cobren conciencia de que o la ley se impone o el caos está garantizado.
Mientras en València dijimos que no teníamos porno pero sí que teníamos miedo, así que nuestros representantes se han puesto muy castos y de paso y aunque fuera por error, hemos dicho lo que pocos dicen y casi todos piensan: tenemos miedo porque es humano, porque es libre y porque es lógico tenerlo.