VALÈNCIA. Abel Báguena ha cosechado una prolífica carrera artistica desde que empezó a girar con sus performances, que ha mostrado en París, Madrid, Nantes o Barcelona, así como el IVAM o el certamen Cabanyal Íntim aquí en València. Aunque solo tiene 24 años, su nombre se ha convertido en garantía de agitación. ¿Su herramienta discursiva? La reivindicación de una identidad propia (se define como género no binario) y la diferencia como valor añadido a esta, y no como obstáctulo. Las piezas de Báguena hablan desde el cuerpo, desde lo queer. Una de las últimas, Pain de Spain, quería reflexionar sobre el país de las banderas en los balcones. La obra combinaba, por una parte, la documentación grafica de cientos de fotos a las casas con la bandera ondeando; y por otra, una actuación en directo en la que Báguena reimaginaba el flamenco, haciendo suyo el cante y el baile. La idea era mostrar la España nacionalista en contraposición a la diversidad y la libre expresión que estaba representada por su cuerpo.
Es posible que el peso de la música en esta pieza le haya hecho dar un paso en favor al formato que se materializa esta tarde con su primer concierto, siendo parte del cartel del ciclo Bagvira, Bagvira en la sala Magazine. Presentara las canciones que ya ha ido colgando durante el año en su canal de YouTube. El cartel del evento define el montaje como folklore experimental, e incluso al propio Báguena le cuesta concretar que se va a ver en el escenario: “la idea es probar el formato de hacer un concierto, probar las canciones que tengo y ver cómo funcionan y cómo me siento yo”, explica. Sí que promete ser coherente a su línea artística: ser marginal y arriesgado. Underground del que pica.
También puede ser que este paso lo haya dado tras fines y fines de semana pululando por los conciertos de la escena musical más periférica, siendo parroquiano de la propia sala Magazine o en La Residencia. “He ido a cantidad de conciertos durante muchos años y siempre he tenido una actitud un poco fan. Muchas veces me picaba la curisosidad por saber qué se sentía en el otro lado del escenario (el del artista, claro), pero no veía qué proponer desde la línea de creación artística. Ahora que he encontrado la manera, intento aprovechar la oportunidad”, cuenta Báguena.
Esta tarde se encontrará con un público, un formato y un hacer, en definitiva, muy diferente al que está acostumbrada. Que el formato de performance cuenta con una idiosincrasia de la exploración que no es tan habitual entre los asistentes a espectáctulos de música en directo, por ejemplo, lo cambia todo. Será Báguena quien acerque al melómano a la radicalidad y a la periferia artística. “Luego a lo mejor acaba siendo un espectáculo muy corporal y tiene mucho que ver visualmente con la performance, pero eso es una cosa que saldrá de una manera natural”, razona.
El recorrido de esta faceta musical está, sin duda, por definir. Hoy es una prueba en directo de lo que ya está subiendo a sus redes sociales. “Mi idea es seguir creando música. Intento hacer cosas diferentes y evolucionar en mi carrera artística, así que a lo mejor dentro de unos años me canso del formato musical, pero ahora es una apuesta firme, es lo que quiero hacer”, afirma. En este camino, que empieza esta tarde, queda por definir incluso si habrá una línea discursiva concreta, como sí la hay en sus performances: “las canciones no tienen en sí un hilo común más allá de la experimentación y de la reivindicación sobre el género no fluido y la identidad que es intrínseca en el mero hecho de estar yo en un escenario actuando”. Lo dicho, que todo está por hacer por todo empieza hoy.
Los arquitectos Diego Abellán y Joaquín Lucas crean junto a Jaime Sebastián y Rubén Montesinos el fotolibro Una Piscina Geopolítica, que además puede visitarse (hasta el próximo 15 de julio) a modo exposición inmersiva en el estudio de la editorial Handshake