VALÈNCIA. Cuando una pasea por la calle Pianista Amparo Iturbi, muy cerca de la Calle Malilla y de la Avenida Giorgeta, no es capaz de imaginar la historia de la mujer que da nombre a esa calle. A veces sucede, transitamos lugares dedicados a personajes ilustres de los que nada sabemos. Les propongo hoy que conozcan la historia de esta mujer para que la próxima vez que paseen por esa calle rememoren su ilustre existencia.
Amparo provenía de una familia de pianistas. Sus padres tenían la extraordinaria habilidad de afinar pianos y de ello hicieron una actividad frecuente que les reportaba un sobresueldo a su exiguo salario. Ricardo Iturbi y Teresa Báguena eran grandes aficionados a la música. Por la mañana Ricardo trabajaba en la compañía de Gas Lebón, y por la noche, para aumentar los ingresos familiares, afinaba pianos a domicilio. Los cuatro hijos, por tanto, se dedicaron a la música. Amparo era la hermana pequeña (nació en 1898) y la gran cómplice de José Iturbi, el célebre pianista y director de orquesta. Tal fue la afición de Ricardo Iturbi y Teresa Báguena que el propio José nació justo después de que su madre rompiera aguas en un teatro al que habían ido a ver la Carmen de Bizet.
El debut de Amparo se produjo en Barcelona cuando sólo tenía 15 años. Tiempo después, en 1925, acompañó a José en una gran gira por París en la que interpretó con gran pureza de estilo algunas composiciones de Albéniz, Falla o Granados. Especialmente aplaudidas fueron sus Goyescas. Una de las actuaciones más conocidas de los hermanos Iturbi fueron sus shows a cuatro manos y con dos pianos por grandes salas de Europa en el período de entreguerras, interpretando, por ejemplo, piezas de Chopin.
Así define a Mercedes de la Fuente a Amparo Iturbi en su libro Valencianas célebres y no tanto (S. XIII – XXI):
De rasgos morenos, alta, fumadora empedernida, políglota y elegante, junto al Sena se convirtió en la gran dama del piano de su tiempo y tuvo en 1931 a su única hija –ya fallecida– tras casarse con el exportador de naranjas Enrique Ballester, del que se separó poco después. Nunca se divorció formalmente ni se volvió a enamorar.
En este sentido, pareciera que la vida de Amparo estuviera estrechamente vinculada a la de su hermano y, por tanto, a la música. Un punto de inflexión de su carrera es cuando a mediados de la década de los años 30 se marcha a Estados Unidos y debuta en el célebre Carnegie Hall de Nueva York. A partir de ese momento le llegarán las ofertas para tocar en programas de radio y, sobre todo, en films de Hollywood, acompañando a su hermano, cuyo periplo en EEUU fue esencial. Existen un par de libros que narran, precisamente, la gran aventura de los Iturbi en la meca del cine: en el año 2004 la Generalitat Valenciana publicó el libro Iturbi en Hollywood, escrito por José Domènech Part y Manuel Gil Desco y Valencia, Hollywood, Iturbi, escrito por Manuel Molins Casaña en 2012. En ambas obras se produce una aproximación a la figura de este valenciano ilustre y, sin embargo, se menciona a Amparo como una mera acompañante del genio de José. De hecho del libro de Domènech y Gil se trasluce que José fue el peor enemigo de Amparo porque era muy difícil vivir a su sombra.
Los hermanos aparecieron en distintas películas musicales de la Metro Golden Mayer como Vacaciones en México, Two Girls and a Sailor o Three daring daughters. En todas estas participaciones siempre fue la sombra de su hermano, la necesaria parte para formar el dúo. Sucedió algo similar en shows televisivos célebres en la época como el de Jimmy Durante en 1955 o The Bell Telephone Hour en 1962. Ellos actuaban con su destreza al piano pero la estrella era José.
Lo que sí es cierto es que Amparo se adaptó perfectamente al Hollywood -sin dejar de hablar nunca el valenciano o cocinar paella, por cierto- de los años 40, justo cuando España vivía una posguerra infernal y Europa estaba en los albores de la 2ª Guerra Mundial. Estados Unidos era un refugio para los hermanos pianistas.
José siempre sintió un verdadero respeto por su hermana y jamás cuestionó su valía por ser una mujer. De hecho, en una entrevista concedida en Los Ángeles Times en 1937, el director de orquesta afirmó: “Si una mujer es capaz de tocar un instrumento mejor que un hombre, nosotros queremos a esa mujer en nuestra orquesta”. Probablemente estaría pensando en Amparo que, sin duda, cosechó los halagos de muchos compañeros. Es el caso de esta carta que conserva el archivo familiar de la pianista y que está escrita por Víctor Granados, hijo del maestro Granados:
Querida Amparo,
En muchas ocasiones, mi padre me dijo que Ud. era la única interprete de su música y la única que poseía su verdadera tradición... Yo recuerdo que él tocó para Ud. dos de sus danzas y la integral de las Goyescas, aún por publicar, pidiéndole su opinión... No sólo fue Ud. su amiga y la de todos nosotros sino que
siempre la consideramos como una más de la familia. Gracias otra vez.
Con un fraternal abrazo.
Víctor Granados.
Como decíamos anteriormente, la integración de Amparo en la vida estadounidense fue total. En 1956 fue nombrada ciudadana honoraria de Texas y dos años después fue premiada con el título de Dama de la Cruz de Isabel la Católica, en 1958, en España. Diez años más tarde casi se convierte en directora del Departamento de piano de la Universidad de Loyola. Sin embargo, una enfermedad provocada por un tumor cerebral que acabaría siendo mortal, acabó con sus ilusiones. Murió el 22 de abril de 1969 en Beverly Hills y su nombre fue el precursor de otras muchas pianistas que llegarían después.