Recuerdo aquella ciudad otoñal que recibía el invierno en invierno. Una ciudad que contaba en su inventario con tan solo un hotel cinco estrellas fuera de la ciudad pero en la misma ciudad (Sidi Saler) y con un hipódromo abandonado. Otra ciudad que jugaba a la fortuna con un casino, el de Monte Picayo dependiente de la misma. Todo esto no fue hace mucho. El Sidi se mantiene en pie a la espera de ser sentenciado. Y el Monte Picayo fue jubilado. Mestalla sigue vivo, camino del Centenario y el Nou es un cadáver político.
Aquella ciudad apenas recibía turistas, excluyendo a las fiestas josefinas, con una Tomatina mejor posicionada. Aquella ciudad era visitada por familiares, estudiantes universitarios, turistas deportivos, devotos de la música de un Arena Auditorium demolido, algún que otro buque militar norteamericano o los profesionales, y curiosos que se buscaban unos a otros en los salones de la Feria de Muestras. Hasta el complejo de Las Arenas tenía su encanto. Hoy no puedo decir lo mismo. Una ciudad que en Semana Santa no venía ni el tato, y en agosto cerraba por vacaciones. El Gulliver había dado un paso de gigantes y seguía creciendo.
Todo esto cambió en 1991 con el relevo del gobierno autonómico. La ciudad de Calatrava se transformaba en un futurista complejo turístico alejado del proyecto inicial, y Rita Barberá, con la ayuda de los de Lizondo le arrebataron la alcaldía a un Casado en la reserva. Roldán y los suyos tuvieron mucha culpa. A mí, personalmente esa ciudad de superettes, mercerías, zapaterías, lecherías, ultramarinos, despachos de pan no me disgustaba. La reconocía. La paseaba y veía en ella algo que ahora no veo. Cada uno elige la ciudad que quiere vivir. Respetable y lícito. Puede tildarme de viejo y caduco, o de antimoderno.
Recuerdo que la organización de una simple final de Copa del Emérito cambió las cosas en la ciudad. Después de aquel evento fuimos a por más, a por la organización de una final de Champions, pero el resultado de esta fue un empastre, que hoy, todavía hoy, estamos pagando, mejor dicho no estamos pagando, por culpa de meternos en una ampliación de un estadio que no se ajustaba a los criterios exigidos. Y con el ímpetu de la que fuera alcaldesa de España para posicionar a nuestra ciudad en la escena global vino el jolgorio y la farándula.
Aquella apuesta personal de Rita colocó a la ciudad en el mercado turístico internacional. No solo Benidorm recibía turistas. El Cap i Casal también. Y aunque fuimos celebrando pequeños, medianos y hasta grandes eventos, la America's Cup fue el epicentro de la modernización de la ciudad. Aunque Manises se renovara, sigue siendo Manises. Por cierto yo incluiría en luminoso el nombre de Juan Genovés. Habría que preguntarse ¿Realmente fue positiva?
Los taxistas afirman categóricamente que sí, y a estos profesionales, hay que escucharlos porque realmente conocen hasta las telarañas de la ciudad. Por otra parte deberíamos reflexionar sobre ello, porque vivíamos bajo una burbuja. Una burbuja que dio pie a una ciudad de constructores y de agentes inmobiliarios, y con un bogavante en todas las cartas de los restaurantes. Hasta incluso en los más modestos
Después de tanto ruido, velocidad, visita papal, entre otros, tocó el siguiente relevo del gobierno local. El que vivimos hoy. Y el que de una manera u otra sigue obligado a entenderse con los magnos eventos. Ahora, son los Goya, incluso he leído que Eurovisión entra en nuestros planes o la Copa Davis, el diseño, etc...Todo está muy bien, pero realmente el alma de esta ciudad ha sido el turismo ferial. Por cierto el Valencia CF, el nuestro, tiene varias Copas de Ferias. Un turismo de lunes a jueves. Un turismo de mayor calidad, un turismo que mantiene viva la ciudad que, por cierto se echa de menos, un turismo que tiene que ir ligado al de los congresos. Esas son nuestras America's, señores no lo olvidemos.