Ni el president Ximo Puig puede presumir de un liderazgo absoluto. A lo largo de la legislatura, más de uno va a tener que luchar para mantener su autoridad
VALÈNCIA.-Las elecciones autonómicas de abril de 2019 cumplieron el axioma, cada día menos habitual, de que todos los partidos políticos se proclamen vencedores de las elecciones en la noche electoral. No fue para tanto, claro, pero el caso es que los vencedores vencieron por tan poco, y los perdedores lo hicieron por tan pocos votos, que a veces unos y otros se confundían, con sus caras de alivio ante un resultado que, en todos los casos, salvaba los muebles.
Ahora nos encaminamos hacia una legislatura previsiblemente larga: aunque Ximo Puig haya utilizado por primera vez la potestad de adelantar las elecciones, no hay mucha costumbre, y no parece previsible que la vuelva a utilizar. No, al menos, con un adelanto significativo en el tiempo. Unos años sin elecciones, no sabemos cuántos, tras consumarse el pacto de Gobierno en España, y con tiempo por delante para reconfigurar proyectos y preparar las siguientes elecciones.
Varios años por delante en los que la mayoría de los líderes llegan con cierto cansancio, y con mucha incertidumbre por su posible renovación. Así es, desde luego, en los cuatro principales partidos. El PSPV, que obtuvo la victoria en abril, pero con un resultado peor de lo esperado, tiene al president de la Generalitat, Ximo Puig, y solo por ese factor, si él quiere repetir (que en efecto parece que sí quiere), repetirá. Pero habrá que ver cómo evolucionan las cosas en el frente interno (el del propio PSPV), donde los seguidores del todopoderoso ministro José Luis Ábalos ganan posiciones a toda máquina, mientras los de Puig, de haberlos, parecen cada vez más arrinconados, fiándolo todo a la carta del president. Está claro que el puigismo no sobrevivirá sin Puig. Y con Puig... pues tampoco está muy claro, la verdad sea dicha.
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