tribuna libre / OPINIÓN

La revolución del cangrejo en la gola de El Perellonet

2/09/2018 - 

El enunciado del artículo invita a la risa fácil, a la comedia, o a la creación de un sainete moderno. No es así. Intento ubicar al lector en la escena. El acto se desarrolla en un lugar del extrarradio de la fachada marinera del Cap i Casal. Un espacio recóndito, salvaje y natural, la gola de El Perellonet, que abraza al Parque Natural de la Albufera, un vecino más del blindado y protegido ecosistema. Aquí la presencia de la clase política está en vías de extinción, no hay nada que inaugurar. El paseo pertenece a la pedanía de El Perellonet, y es colindante con las sucias y verdosas aguas de la Albufera que para purgarse escupe al mar Mediterráneo. Debería prohibirse el baño. Las compuertas regulan el paso y el control migratorio de la fauna marina y ejercen de puesto fronterizo entre el lago de agua dulce y el mar salado. A veces, sentado en el muro divisorio, que separa el agua del canal de la tierra firme, te sientes como un naufrago abandonado en aguas internacionales.

No intento abanderar ninguna revolución. Ahí tenemos la del centollo, creada por los guionistas de una serie de ficción que emite semanalmente una cadena privada de televisión con centollazo incluido. Aquí en el paseo, la revolución la abanderan los cangrejos. El depredador azul fijó su residencia hace unos años en las relentes aguas del Mediterráneo. Cuando se atisbaron en las costas se vieron como una  seria amenaza para el ecosistema, hoy son una oportunidad de negocio  y un manjar en la mesa. Estos crustáceos cuentan con dos enemigos, el pulpo y la comunidad china.

Pasear por la gola al atardecer es un ejercicio de mediterraneidad. El camino es estrecho, apenas hay tráfico de vehículos, ni radares, ni señales de control de velocidad, se recorre a pie, dejando a cada lado del camino, una escuela de surf, un hotel, una barraca, una  terraza veraniega de ambiente musical, casas viejas, negocios que en su día fueron artesanales y obsoletos terrenos empachados de sandías y  melones. El paseo de la Gola, mitad asfaltado, mitad empedrado, y con final arenoso, tiene su encanto. En su salida al mar te enfrentas a un nutrido de pacientes pescadores sentados en batería en sus sillas plegables. El agua del canal no da para mucho, pero ofrece una menestra de tencas, llisas, alguna lubina y el plato fuerte, el cangrejo azul. Las vetustas barcas que salían a faenar, algunas fosilizadas, se resisten a naufragar y pernoctan en el canal amarradas con cuerdas a su muro vertical que conduce al mar y que sólo es rehabilitado de temporal en temporal.


Me detengo ante los pescadores rodeados de sus familias, estas les acompañan en el paciente arte de la pesca, son decenas, sorteas sus coches estacionados y cañas extendidas, regadas por cubos, cebos, salabres, cangrejeras, mesas plegables y sombrillas para frenar el sol en sus horas de faena. Son pacientes en su oficio doméstico. Esperan llegar a casa con los deberes hechos. Me acerco a Manolo natural de Carlet, actualmente reside en la localidad de Alaquàs, a media hora de distancia en coche hasta la gola. Manolo es un demiurgo marinero, maneja el terreno y los utensilios de pesca con gran eficacia, sabe moverse como pez en el agua. Me comenta que esta temporada la pesca del cangrejo ha descendido en cantidad y calidad, a mis preguntas, me responde que debemos esperar a lo que nos brinde el mar en el mes de septiembre.  El hecho insólito, es ver un grupo de hombres y mujeres de la comunidad china pescando día y noche, son habituales entre el grupo de aficionados autóctonos a la pesca que no los miran con recelo. La gola no es un mar cerrado. La comunidad china forma parte de la imagen telegénica creada en el ecosistema Perellonense.

Salgo del paseo sorprendido por el cariz que ha tomado la pesca del cangrejo en el Perellonet, Pinedo y resto de poblaciones marineras. Me dirijo a la terraza de un restaurante histórico ubicado en el casco urbano de la pedanía, El Blayet. Pido un café con leche y me atiende José, un profesional de la hostelería, polivalente en el juego de barra y terraza, las defiende bien, mantengo con él, una estrecha conversación sobre la oportunidad del cangrejo en la gastronomía local. Me responde, que por el momento existen ciertas resistencias, aunque en alguna de las cocinas de los restaurantes de la población vecina de El Palmar se han colado para ser cocinados y servidos entre sus arroces. El Mediterráneo valenciano brinda estas oportunidades y curiosidades del mar, tan solo hay que visitarlo. 

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