Inicié el pasado sábado la ruta del día con el aliciente gourmet de descubrir la nueva temporada del tomate. Apenas veinticinco kilómetros separan la ciudad de València de El Perelló. El autónomo municipio, dependiente del término municipal de Sueca, lugar preferencial en tiempo estival de segunda residencia para muchos valencianos. En la guantera del vehículo deposito un pequeño libro de fácil lectura en mis tiempos libres del escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán “Reflexiones de Robinsón ante un bacalao“. Recetas ácidas y culinarias del creador de Pepe Carvalho. Una vez finalizado el trayecto por la autopista de El Saler, sin coste alguno para el usuario, la vía se estrecha en un crucigrama de prohibiciones primando a la velocidad y el adelantamiento. Sientes en el cogote la constante mirada de un Sheriff rotulado. Preservar la naturaleza del Parque Natural de L’Albufera, leitmotiv del acosador sistema de vigilancia, programando en el futuro a la CV-500 en una ciclocalle, tiempo al tiempo. La joya de la corona, L’Albufera, por si no se sabe, dejó de pertenecer a la monarquía española en junio de 1911, siendo rey Alfonso XIII, al depositar el Consistorio valenciano un millón de las antiguas pesetas en las arcas reales. Vaya negociazo para la casa real. La titularidad de L’Albufera pasó a manos de la sociedad valenciana. El lago urbano de agua dulce riega de bienestar la salud de los campos de arroz que abrazan las tranquilas pedanías del Sud, alimentando la tierra de prosperidad.
La carretera la cubre un robusto bosque verde. Abrigada, las raíces son fuertes. En algún tramo algo kitsch, rodeada de rotondas, franquicia de un país chovinista al que no hacia ni pizca de gracia, siendo europeos, proyecto comunitario, que nuestras frutas u hortalizas cruzaran sus fronteras durante el gobierno felipista. ¿Seguirán pitando este mes a Rafa Nadal cuando gane el Roland Garros? Las rotondas, solución viable frente a la construcción de los costosos túneles de la época del Ministro socialista de Obras Públicas, Josep Borrell, que tanto le gustan las carteras ministeriales del business, si no repase el curriculum político del actual dirigente de Asuntos Exteriores. La Wikipedia es gratis, a un click de distancia. Al llegar a la pedanía de El Perellonet y circular la rotonda, el paisaje destapa la frondosa arboleda del camino sustituida por campos de cultivo, agricultura en estado puro. En el tramo que discurre desde esta pequeña Galia de pescadores dirección Perelló -pequeña Rumania, comunidad trabajadora que da vida en invierno al municipio del tomate-, voy chafando huevos, charcos no puedo, porque no ha llovido. A la izquierda de la vía habitan bloques de apartamentos de arquitectura franquista, sus fachadas on line se están coloreando con el sabor marinero de su naturaleza. Los apartamentos envejecen, necesitan cirugía, deben pasar la itv correspondiente, rejuvenecerse. Durante el recorrido, a la derecha del camino te topas con más de seis boutiques del “aparque, pase y compre verduras”, stop obligatorio para mercar ricos tomates con o sin pedigrí, cebollas, patatas, melones y sandías.
Arribo al destino final del desplazamiento paraíso del pomodoro, El Perelló, denominación de origen. Aplatanado por el calor y embriagado de tanto estrés generado por tanto cojín berlinés. A pie soy recibido con honores por el umbral metálico del la VIII Feria y Jornadas Gastronómicas del Tomate, celebradas en el municipio costero los pasados días 31 de mayo,1 y 2 Junio, situada a pocos metros del desaparecido chalet veraniego con vistas al mar del Maestro Serrano, ocupado en la actualidad por un bloque de apartamentos. Días de feriado para los lugareños del municipio. ¡Aquí hay un buen tomate! Más de 40 expositores presentan sus novedades. El pomodoro, delicioso, arenoso, dulce, plato estrella en la alfombra roja de una variada feria gastronómica apta para todos los públicos. La proximidad del pequeño comercio es una constante vital para cualquier persona que aprecie un mínimo de rigor o calidad en los productos de la Mostra, representando los valores éticos de la mediterraneidad, ejercicio saludable en un mundo abonado a las franquicias. A la vuelta, el gregario empuja a 60 km por hora, obligándome a estacionar en el histórico restaurante Casa Blayet a degustar un buen arroz, materia prima de un local de solera oscarizado con la estatuilla del primer premio nacional de paellas. Després a seguir conduciendo, pisando el acelerador con moderación y reflexionando como un Robinsón ante una ruta que en el pasado fue tomada por el bacalao y hoy conquistada por la agricultura del buen tomate.