Mi casa natalicia será siempre un patio urbanizado en la última manzana de la bajada de Reino de València, cruzando Peris y Valero, dirección río, aunque me destetaron en Ruzafa, en el carrer del Pintor Salvador Abril, el paso fue efímero. El edificio del reino familiar se construyó a orillas de un río sin caudal en una València aperturista y otoñal. Aquel selecto y vanguardista bloque de viviendas de ladrillos de caravista fue diseñado por el arquitecto Juan Otegui entre otros. Me crié en la periferia del bajo Ensanche, y Monteolivete ha sido mi ubicación natural en el mapa de València.
Mi infancia la pasé merodeando el puente del Ángel Custodio, con la inocencia curiosidad ¿Qué se haría con un cauce devastado por el paso del tiempo ajusticiado por la riada del 57? Desde la salita, ese espacio de reunión familiar que la sociedad del entretenimiento ha jubilado, empecé a hacer mis primeros pinitos con la lectura. Mi padre todos los días compraba en el kiosco de Tere, junto al extinto Bar 600, el diario decano del Región Valenciana.
València políticamente y socialmente atravesaba un momento duro, una bache ideológico, un tiempo de batallas identitarias, una lucha interna por salvar la lengua materna que apenas se hablaba en el Cap i Casal. Desde aquella ventana indiscreta de la salita hacía vigilia y cuidaba de mi pequeña porción de juguete de la ciudad. El viento democrático soplaba a favor de un socialismo reconvertido en albañiles de València, dominando todas las instituciones.
El alcalde, por aquel entonces Ricardo Pérez Casado logró adecentar aquel juguete que desde la salita, todos las tardes custodiaba con mi atenta mirada. Pérez Casado, entre otros, logró evitar y ventilar el viejo proyecto de construir una autopista que circulara el cauce ¡Bastante ruido recibíamos tras el paso por Peris y Valero de camiones pesados! Y, por fin, empezaron las obras en aquel desamparado viejo cauce. Lo escribo por refrescar la memoria a los que todavía piensan que los populares fueron los que levantaron esta ciudad, estos, se encontraron con las alcantarillas ya puestas.
Opino que dotar al viejo cauce de un parque verde, sin contar con la construcción de la Estación del Norte de Demetrio Ribes, ha sido la obra civil más importante del siglo XX para los valencianos de la capital. Algunos de ustedes discreparan de esta opinión, pero es lo que siento, porque el río verde, visto lo visto, ha sido un claro ejemplo de vertebración de la misma. Todos mantenemos en la memoria algún feliz recuerdo en este magno bosque verde de la paz y la tranquilidad.
Todos o casi todos hemos hecho uso de él para pasear, hacer deporte, acudir a ver un castillo de fuegos artificiales, o hacer acto de presencia en alguna de las ferias instaladas allí mismo. Y recuerdo aún escuchar a mi padre decir la soflama de que un catalán dirigiría las obras de un tramo. Aquel arquitecto social y cosmopolita se llamaba Ricardo Bofill que la semana pasada nos dejaba. Luego vino el Gulliver, después vendría la Ciudad de las Artes y las Ciencias... València es un recuerdo continuo, envejezcamos con los viajes al Gulliver.