VALÈNCIA. A estas alturas de pandemia todos hemos entendido ya la importancia de seguir indicadores como la incidencia acumulada o la ocupación de las UCIs. Y ha sido una amenaza invisible pero con efectos muy reales la que nos ha hecho a todos cambiar nuestras prioridades para tratar de mantener el daño bajo control.
En cuanto a salud económica, empieza a ser tarde: la amenaza invisible de la inflación está ya fuera de control. Hemos dedicado varios artículos a advertir sobre sus efectos y sobre posibles paliativos, pero hoy queremos comentar la más que probable bajada de la inflación en los próximos meses y el peligro que supone esa bajada, paradójicamente. Pero vayamos por partes.
La inflación española está en el 6,7%, casi doblando la de Alemania, Francia o Italia. Lleva doce meses seguidos subiendo, y está en máximos de los últimos 29 años. El recibo de la luz de diciembre será el más caro de la historia. Ante esto hay quien argumenta que la inflación subyacente (que excluye los precios de la energía) está en el 2,1%. Y éste es precisamente el peligro.
Como en el caso del virus, con la inflación también hay 'olas', pero las llamamos ciclos. No son males que nos azoten por castigo divino, son consecuencias de ciertas políticas y de las dinámicas económicas sencillas que todos conocemos: primero las empresas absorben el golpe reduciendo beneficios, después los trasladan a los precios, y en paralelo ocurre lo mismo con los salarios.
Por eso el lenguaje político (incluyo a los dirigentes de los bancos centrales) que nos llega a través de los medios es engañoso: La inflación no es algo que 'nos pase', es la consecuencia de las políticas deliberadas del mismo organismo que tiene como misión controlarla. Más billetes persiguiendo los mismos bienes generan precios mayores.
No sólo las inyecciones masivas de liquidez han provocado esta inflación, sino que se han combinado con el 'circo disparatado' de la agenda 2030 de la ONU y su política energética dirigida a un público infantilizado. Si demonizamos las fuentes de energía que ahora tenemos y coaccionamos a la sociedad para que las abandone sin tener una alternativa prevista, ¿qué vamos a provocar? Si no queremos nuclear y las energías eólica y solar son incapaces de atender la demanda, ¿qué ocurrirá con los precios?
Como consecuencia, no hay dinero finito que tenga que elegir donde ir, sino que hay dinero infinito presionando en todos los puntos de la economía y creando cuellos de botella que disparan la inflación, como sabe cualquiera que compre contenedores o que ponga gasolina a su coche.
La Reserva Federal de EE UU y el Banco de Inglaterra tienen entre sus funciones el estímulo económico. El Banco Central Europeo, no. Esto hace aún más grave que el BCE siga presionando al alza los precios con dinero, ignorando las consecuencias de segundo orden: la segunda ola de la inflación, de la que vamos a hablar.
Cuando los precios se descontrolan como está ocurriendo mientras hablamos, el público general entiende tres cosas:
Así nace la segunda ola. Esto ocurre porque la distinción entre inflación e inflación subyacente tiene sentido a nivel analítico, pero cuando se separan demasiado (como es el caso) se activan consecuencias de segundo orden, entre ellas la subida desigual de los salarios y la ocultación estadística del problema, que engaña a casi todo el mundo.
Esta ocultación es en parte debida al 'efecto base'. Al haber subido tanto los precios, el cálculo siguiente se realiza sobre una base más alta y no parece tan preocupante. Incluso sabiendo que es así, muchos políticos prefieren autoengañarse y quitarle importancia al verdadero peligro, que es el daño continuado en el tiempo de precios exageradamente altos (que no se reflejará en la inflación).
Y del efecto base pasaremos al 'efecto Mateo': "Pues al que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará" (de Mateo, 13:12). Esto es un principio de la vida, que económicamente se traduce en dos cosas:
Así que ahora es cuando viene el verdadero peligro: cuando la inflación baje (pero siga positiva), porque se lanzarán mensajes de complacencia y alivio que harán a muchos bajar la guardia, mientras que otros habrán despertado a la realidad de que han de manejar sus finanzas personales a riesgo de empobrecerse y perder el fruto de años de trabajo. Esto durará entre seis y dieciocho meses, según distintas estimaciones.
El resultado será una brecha visible de desigualdad entre amigos, entre vecinos, entre familiares que hasta hace poco tenían un nivel económico similar, pero que van a pasar a ser gente con problemas o gente desahogada, tan solo por haber tomado (o no) algunas decisiones a tiempo para que la inflación trabaje a su favor, y no en su contra. Esta será la segunda ola, y se fraguará cuando se deje de hablar de la inflación en las noticias.
Alejandro Martínez es socio director de inversiones y cofundador de EFE & ENE Multifamily Office
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