Hoy es 6 de octubre
No hay tiempo para discusiones políticas y posicionamientos ideológicos apalancados o extremos, solo para difíciles decisiones
VALÈNCIA. Un virus ha sido capaz de destruir el mundo que conocíamos hasta ahora y cambiado las que considerábamos nuestras prioridades vitales. El mundo ha cambiado. Recuperaremos muchas cosas cuanto todo esto pase, pero espero que al menos una de las que nunca volverán sea la estupidez que caracteriza a un ser tan impresionante y maravilloso, como mezquino y egoísta en ocasiones, como es el ser humano.
Estamos viviendo uno de esos episodios históricos que marcan un siglo y el orden mundial, que tenemos la suerte y la desgracia de estar viviéndolo, aunque, en general, sin demasiada consciencia salvo aquellos que están en la primera línea de fuego y en las trincheras. Su dimensión real e impacto, por más que nos inquiete, sólo las conoceremos con el tiempo y serán las próximas generaciones las que podrán estudiarlo y conocer sus causas y sus consecuencias, entre las que figurarán, posiblemente, muchas de las predicciones que diariamente escuchamos como crisis, recesión o quiebras de estados.
Pero no tenemos opciones a barajar, sólo una, sobrevivir y seguir adelante en 'tiempos de guerra'. No hay tiempo para discusiones políticas y posicionamientos ideológicos apalancados o extremos, solo lo hay para difíciles decisiones y acciones sin tiempo ni información adecuada, con exposición al error consecuente, pero inevitables ante los daños incesantes que se están produciendo. Se necesitaban ante los primeros indicios y recomendaciones, se necesitan y se necesitarán, y exige liderazgo, valentía, unión, preservación y priorización, conscientes de los sacrificios que comportará para quienes las deben tomar y para quienes las deben soportar.
El consenso y la unidad no puede lograrse con imposición política, pero puede convertirse en una quimera ante algunas actitudes y posicionamientos que, todavía hoy, seguimos escuchando a responsables políticos locales, autonómicos, nacionales europeos e internacionales y que son, entre otras cosas, deleznables.
No hay tiempo para disquisiciones políticas sino para la acción y la solvencia. No hay guías, manuales, patrones ni experiencia, ni tampoco los datos objetivos, confiables y en tiempo real sobre los que sustentar nuestros análisis, juicios y decisiones ni, en consecuencia, los conocimientos científicos completos para adoptar otro tipo de acciones, por lo que sólo nos queda guiarnos por el sentido común sobre la base del conocimiento actual, para acometer la situación que estamos viviendo minuto a minuto.
El impacto de lo que está sucediendo en el mundo físico está teniendo su correlativo impacto en el mundo virtual, provocando una transformación digital obligada y acelerada en la que actualmente interactuamos para proseguir con nuestras relaciones personales, profesionales y empresariales y que consolida la dimensión digital de nuestra sociedad. Tampoco estábamos preparados para ello pero la tecnología está y precisamente para ésto, para solucionar problemas y mejorar nuestra vida. Hemos tenido que reaccionar y aprender con rapidez, pero no todos por igual. La brecha digital existe y no todos tenemos las mismas capacidades y recursos para hacer frente a esta situación.
Es la hora de respuestas rápidas y ello debe sustentarse en estrategias y planes globales de acción basados en las prácticas más básicas para la gestión de cualquier tipo de riesgo. Esto es: adopción de medidas globales de carácter preventivo, detectivo, correctivo y evolutivo para evitar, minimizar y, en su caso, asumir el riesgo residual con todos los datos y recursos disponibles. Es decir, gestionemos los riesgos que nos están aplastando, cuyo índice de probabilidad (todavía desconocido) es altísimo y la gravedad e impacto está siendo ya brutal en nuestra sociedad y en nuestra economía. Pero revisemos esas estrategias, medidas y medidas de manera continua para adaptarlas en al escenario en el que nos encontremos en cada momento, semana a semana.
Es obvio que nuestro mundo, el único que tenemos, tiene muchas vulnerabilidades pero ¿quién las gestiona? Lo que sí tenemos claro es quién las aprovecha. El Covid-19 está explotando nuestras debilidades con el resultado que todos ¿conocemos?. No, obviamente no, pero que la mayoría intuimos. ¿Cuántas personas han estado o están infectadas actualmente en China o en España? Una paradoja quizás, pero en nuestra sociedad de la información y del conocimiento en la que creíamos vivir, la percepción actual es de absoluta desinformación y falta de conocimiento, y de consecuente y 'humano' miedo frente a lo desconocido, que nos impide tener la sensación de seguridad a la que estábamos acostumbrados y poder vislumbrar el futuro a corto y medio plazo.
Durante estos meses, la percepción es que todo esto ha pillado 'fuera de juego' a todos los países, desde el primero hasta el último, y está pasando por encima de todos nosotros sin las medidas y recursos de respuesta necesarios. Y frente a esta situación, posicionamientos dispares, de imputación o de reproche en lugar de soluciones conjuntas y acciones globales coordinadas para solucionar un problema mundial y de todos. ¿Cómo poner de acuerdo a los países, cuando dentro de los mismos no hay consenso ni entre los poderes locales, autonómicos, estatales y nacionales? Parece que la estupidez de la que hablaba forma parte de nuestro ADN y que, a pesar de la gravedad de la situación, parece insuficiente para que esto cambie.
Solo el tiempo nos dirá si lo que queda es el mero recuerdo de las debilidades que teníamos cuando creíamos que éramos indestructibles, de las amenazas que sufrimos y del horror vivido -especialmente por quién lo padeció o más cerca lo tuvo- o, por el contrario, somos capaces de reescribir nuestro futuro y recordar que fue un punto de inflexión del mundo que conocíamos, una oportunidad para el cambio que la humanidad supo aprovechar.
Nuestro país está viviendo una demostración ciudadana, sin precedentes e insospechada para algunos, de civismo, solidaridad, responsabilidad y humanidad, quizás en el lugar en el mundo donde más restrictivas han sido las medidas en relación con su cultura tradicional. Sin embargo, ¿qué ocurrirá cuando esto pase? ¿volveremos a olvidar?
Ahora no tenemos tiempo para las diferencias personales o políticas, de hablar de errores cometidos, la falta de previsión ante algo anunciado o de exigencia de responsabilidades. Sólo tenemos el tiempo para tomar medidas, salvar vidas humanas y mitigar todo lo que esta pandemia ha causado y causará en la sociedad y economía mundial. Esperemos que por fin entendamos que convivimos y compartimos un mundo global donde lo que pasa en cualquier lugar nos afecta a todos, sea en Wuhan, Fukushima, Madrid, Siria o Afganistán, y que es el único que tenemos.
José Manuel Muñoz Vela es abogado especialista en Derecho Tecnológico y Digital y director jurídico de Adequa Corporación