La política fiscal es una de las claves de un gobierno y la que marca la diferencia entre bloques ideológicos, con una izquierda proclive a elevar los impuestos para hacer más políticas públicas y una derecha que afirma que el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos. Como en muchas otras cosas, la virtud probablemente esté en el justo medio y el político virtuoso sea aquel que sepa encontrar en cada momento ese punto entre los extremos comunista y ultraliberal.
Lo que a ningún político le hará gracia es no poder elegir la política fiscal. Es lo que les ocurre a los alcaldes con la nueva tasa de basuras que están obligados a cobrar a partir de abril de 2025 en toda España. Una tasa que viene impuesta, nunca mejor dicho, por una directiva europea que el Parlamento español trasladó a la Ley de residuos y suelos contaminados para una economía circular, de 2022. La ley entró en vigor el 10 de abril y daba tres años para implantar la tasa. Tres años que, como no podía ser de otra manera, es el tiempo que se han tomado los alcaldes para empezar a diseñarla sin ningún entusiasmo y no sin dificultades, dada su complejidad.
No les hace gracia a los alcaldes tener que poner ese gravamen, especialmente a los del PP, que presumen de bajar impuestos. Menos aún a los ciudadanos tener que pagarlos, aún no se sabe bajo qué fórmula, porque se habla de incluirla en la factura del agua potable, que ya viene cargadita de gravámenes, al menos en València ciudad: la tasa Tamer, el canon de saneamiento –ahora con el recargo por el aplazamiento durante la pandemia–, la tasa de alcantarillado y el canon de regulación Júcar-Turia. Y el IVA, claro.
¿Otra tasa de basura?, se preguntará más de uno, acordándose de la tasa Tamer. Efectivamente, en el área metropolitana de Valencia –45 municipios y 1,8 millones de habitantes– los ciudadanos pagamos desde 2009 la tasa Tamer, que cuando se introdujo en el recibo del agua provocó controversia, ya que los vecinos ya pagábamos las tasas de basura municipales –en la ciudad de València, dentro del recibo del IBI– y no se pueden imponer dos tasas por un mismo servicio. Se explicó entonces que la tasa de basuras local era por la recogida y transporte, mientras que la Tamer, de ámbito metropolitano, era por el tratamiento de los residuos que lleva a cabo la Entidad Metropolitana de Tratamiento de Residuos (Emtre).
El argumento estaba cogido con pinzas, ya que antes de la Tamer eran los ayuntamientos los que pagaban a la Emtre, se entiende que con parte de la tasa de basuras que ingresaban, que contemplaba todo el ciclo. Lo que ocurría es que algunos municipios se retrasaban en el pago a la Emtre, por lo que se decidió puentear a los consistorios y cobrar directamente al ciudadano mediante el recargo en la factura del agua. Pero, a cambio, no se redujo la tasa municipal de basuras sino que se puso otra tasa que se sumó a la anterior. Miles de ciudadanos recurrieron, pero el TSJ dio la razón a las autoridades de entonces, que eran del PP, mientras el PSPV estaba en contra de este nuevo tributo "a las familias". ¿El mundo al revés?
Ahora llega una nueva tasa de basuras que tendrán que aplicar tirios y troyanos, y a ver cómo la justifican más allá de echarle la culpa a la UE y a Pedro Sánchez. Porque en su día nos quedó claro que la tasa municipal se paga por la recogida y transporte de basuras, y la tasa Tamer, según la página web de la Emtre, "se cobra por reutilizar, reciclar y eliminar el producto no aprovechable de los residuos urbanos generados en los municipios del Área Metropolitana de Valencia, todo ello a través de la gestión de ecoparques, vertederos, plantas de tratamiento de residuos, plantas de valorización y compostaje".
¿Qué pagaremos entonces con la nueva tasa? Pues según la ley, el dinero recaudado se destinará a implantar "sistemas de pago por generación y que refleje el coste real, directo o indirecto, de las operaciones de recogida, transporte y tratamiento de los residuos, incluidos la vigilancia de estas operaciones y el mantenimiento y vigilancia posterior al cierre de los vertederos, las campañas de concienciación y comunicación…". Verborrea para justificar que paguemos tres tasas por la basura que generamos.
Y así se hará, si no lo remedian los tribunales. Más abusivo es que el impuesto sobre la electricidad vaya cargado con IVA –un impuesto sobre otro impuesto– y la Agencia Tributaria logró que colase.
La nueva tasa, además, llega en mal momento porque cada vez más familias no llegan a fin de mes, por mucho que la economía vaya "como un tiro" y, encima, se trata de un gravamen que no se paga en función de la renta sino de la basura que se genera. No es progresivo. Y como el importe a recaudar se calculará en función de la basura que produce el municipio –se calculan unos 40 millones de euros al año en València y unos 4 millones en Torrent–, pues a rascarse el bolsillo.
Un abrazo a los millones de turistas que nos visitan tax free –Mazón
dixit–, sin tasa turística a la vista porque somos una comunidad friendly que recogemos su basura y la pagamos por triplicado.