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DE LOS SENTIDOS AL ESTÓMAGO

La tendencia del 'arte que da de comer'

Obras de arte que alimentan, no sólo cuando se venden si no cuando comida y bebida son utilizadas como materia prima para desatar la creatividad con afán crítico

22/03/2016 - 

VALENCIA. El arte contemporáneo se vende, a grandes rasgos, para comer, pues los artistas no pueden ni deben trabajar gratis. Es la batalla que afrontan muchos desde hace tiempo. Otros agentes culturales viven también del circuito económico que se genera en el mercado del arte, por lo tanto es el alimento un concepto clave alba planea por encima de todos en este ámbito. 

Hablar de la comida en estos términos parece un juego de palabras en tanto que hay obras de arte que alimentan, no sólo cuando se venden si no cuando comida y bebida son utilizadas como materia prima para desatar la creatividad. Al hilo de esto existen numerosos artistas cuyo trabajo tiene que ver con la alimentación desde distintas prácticas. Hace unas semanas inauguraba la artista navarra Greta Alfaro en la sala La Gallera su instalación performativa en la que realizó la acción Comedias a honor y gloria durante la cual instaba al público a disparar a 1.400 copas de vino tinto dispuestas sobre un fondo blanco de pared (en la imagen superior) que quedó salpicada como si fuera sangre esparcida y que metafóricamente rompía de forma drástica con el ideal de bodegón clásico. Este fue el aperitivo de una exposición comisarías a por Alba Braza que tendrá lugar allí mismo a partir del 8 de abril proponiendo una reflexión sobre el papel del público frente al arte contemporáneo. 

En la obra de Alfaro es frecuente el uso de alimentos para interpelar al público y causar una reacción que cree conciencia. In Ictu Oculi es un vídeo de 2009 en el cual unos buitres comen de una mesa perfectamente preparada a partir del  cual, durante la acción, tomó una fotografía con la que ganó el IX Premio El Cultural Photoespaña que patrocina el ámbito cultural de El Corte Inglés  y que bajo el mismo título formó parte de una exposición individual que causó sensación. El banquete que ofrecía a las aves carroñeras en su hábitat protegido estaba cargado de simbolismo

Bestias, celebraciones y el acento puesto en el poder de las imágenes son las tres puntas sobre las cuales pivota el afilado trabajo de Alfaro, quien vivió una buena temporada en Valencia y ahora vuelve a residir en nuestra ciudad tras disfrutar de una beca de la Real Academia de España en Roma en 2015. Un año antes, en 2014, expuso en el espacio de la galería valenciana que la representa, a saber, Rosa Santos, European Dark Room, crítica decolonial al esclavismo y la corruptela mediante una instalación en la antigua fábrica de tabacos de Madrid cuyas paredes cubrió de chocolate que se iba derritiendo mientras lo filmaba. Materiales comestibles y perecederos pueblan su obra y nos hacen pensar, incomodan sosteniendo una mirada crítica rotunda. 

Filippos Tsitsopoulos, artista ateniense afincado en Londres que pasó un tiempo en Valencia trabajando con la galería Kir Royal, también tiene tendencia a apropiarse de herramientas venidas de la esfera culinaria para realizar acciones con las que denuncia algo, subvierte valores o escandaliza al público desde lo grotesco con  un fin más social que puramente estético. Sus fotografías de rostros desfigurado con  frutas y hortalizas naciendo de agujeros como los de la nariz o de las cuencas de los ojos horrorizan tanto como atraen, cuestionan las diferencias entre grotesco y bello, proponen un extrañamiento de lo sublime, nos llevan a reflexionar sobre belleza, salud y otras cuestiones más allá del morbo que despierta el hecho de enfrentarse a criaturas sobrehumanas o sobrenaturales que son  el objeto de su obra, protagonistas absolutas capaces de enturbiar a cualquiera.


Hasta el 21 de marzo ha podido verse en una de las emblemáticas casas de veraneo del arquitecto canario Rubens Henríquez, construida en 1963 y cedida temporalmente de forma puntual por su actual propietaria para exhibir obra de artistas canarios, la muestra Coincidencias Abiertas, organizada por el colectivo isleño Solar Cultural bajo el mismo nombre que todo un acontecimiento que ha reunido 50 profesionales de la cultura en La Laguna, Tenerife, para visitar estudios e intercambiar perspectivas entre los agentes culturales de la península y los de las islas. En ella ha estado expuesta parte de la serie de pinturas de la artista canaria que estudió en Valencia durante el curso 2010 su posgrado en el marco del Master en Producción Artística de la Universidad Politécnica de Valencia Luna Bengoechea  Naturaleza muerta por asfixia, que viene desarrollando varios años como activismo plástico girando en torno a los dilemas que plantea la industria alimentaria actual. 

Bengoechea es una artista plástica que pinta motivos frutales, entre otros alimentos, envasados al vacío para transmitir esa sensación de asfixia al espectador y “recordarnos que vivimos en una sociedad donde comemos plástico, en el sentido de que casi todo es artificial o artificioso” según explica el comisario lanzaroteño Adonay Bermúdez,  presente en el evento y que la ha comisariado en varias ocasiones en diferentes contextos como la Hardy Three Gallery de Londres o recientemente en la sala El Tanque de Santa Cruz de Tenerife (curioso espacio que fuera un antiguo tanque de gasolina gigante o refinería industrial que el arquitecto canario Fernando Menis, que estuvo dando una conferencia el mes pasado en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia, intervino recuperándolo en calidad de centro de exposiciones de dominio público) donde se expuso en una muestra colectiva la obra de la artista que más tiene que ver con  el inicio del alimento como sustento, o sea, con las semillas, materiales que emplea en otra serie polémica y estética a partes iguales. 

Una fase previa de tal trabajo, en concreto el vinculado a las frutas y verduras plastificadas, pudo verse a mediados de 2013 en Valencia en el Ademuz Espai d'Art donde quedaba patente que el cuestionamiento de un modelo económico desde el cual la naturaleza muere por la asfixia del capitalismo caracteriza la obra de Luna Bengoechea. La preocupación y denuncia sobre la falsedad del crecimiento exponencial y el agotamiento de los recursos naturales, son las "evidencias motivadoras" de un compromiso creativo por parte de la artista, tal y como explica ella misma, que la lleva a continuar en esta línea y que expondrá en México próximamente habiéndolo hecho ya en Ecuador y Bolivia con el tema de las semillas.

Los tres artistas crean a partir de su subjetividad y su experiencia personal, de lo particular a lo general, previniendo cada cual de distintos orígenes pero vinculados en algún momento de su carrera con nuestro entorno, nuestra ciudad, viven de su trabajo y ese trabajo a la vez repercute en estimular reflexiones sobre las vidas propias y ajenas acontecidas en este tiempo presente, a en qué medida la industria alimentaria moderna afecta y nuestro estilo de vida condiciona. “A raíz de una experiencia personal relacionada con la salud que me lleva a cambiar mi alimentación, comienzo a investigar sobre los sistemas de producción industrializada, los hábitos de consumo modernos y  las problemáticas de un entorno urbano en el que hemos perdido el contacto con los orígenes, con el medio natural y con la procedencia de los alimentos que consumimos a diario. Me interesa la idea de hablar de lo social a través de la alimentación. Con mi obra trato de hacer visibles o visuales las consecuencias de un estilo de vida contemporáneo, dominado por la comodidad, el consumo y la velocidad”, cuenta la artista canaria que pronto volverá a exponer con un nuevo comisariado de Bermúdez, está vez en la sala de exposiciones de la Universidad de Las Palmas a título individual pero, como siempre, abordando cuestiones colectivas y tan cercanas como aquello más básico de lo cual no podemos prescindir; lo que da de comer, porque hambre hay. 

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