¿Y si les digo que esto no tiene solución? Muchos se podrán imaginar a qué o a quién me refiero. Pero para que nadie se lleve a engaño, me centraré en tratar de explicarlo para que ustedes mismos juzguen. Ya que serán parte de la solución o del problema en su momento.
Es un hecho contrastable, indiscutible e innegable el que una familia tradicional en nuestra Comunitat se ha empobrecido desde que nuestro Molt Honorable President Ximo Puig se erigió en el Robin Hood de los valencianos, que es como lo describió la primera síndica de Ciudadanos un 6 de octubre de 2015 en Les Corts.
Y digo una familia “tradicional” para situarnos en el contexto de una familia formada por cuatro miembros: padre, madre y dos hijos; y sin entrar en la última guerra de querer distinguir el género de sus miembros, miembras o miembres, que es lo más estúpido -pero más in del momento- que se les ha ocurrido a los comunistas de extrema izquierda de Unidas Podemos -progresistas si utilizamos el “elefante” de Lakoff-.
Pues bien, como decía y para no desviarme del tema: tras 6 años de gobierno del Botànic nos encontramos con que las familias tienen una deuda pública bajo el brazo de 40.000 euros sin comerlo ni beberlo. Y eso sin contar con que alguno de sus componentes -o componentas, para no herir sensibilidades- esté inmerso en un ERTE, un ERE, o en el paro. O que por culpa de la covid-19 haya fallecido desgraciadamente.
Simplificando: si en el 2015 un valenciano, un castellonense o un alicantino debía 7.500 euros por la gestión de las cuentas de la Generalitat por los gobiernos del PP, tristemente en marzo de 2021 esa deuda se ha disparado, sin control, a 10.000 euros por ciudadano gracias a la gestión del PSPV, Compromís y Unidas Podemos.
Un total de 50.800 millones de euros de deuda y pobreza es el legado de unos y otros a la sociedad valenciana.
Tal vez las elecciones de Madrid sean el pitido final para unos, la consagración para unas o el derrumbe de unes. Pero lo que ha quedado meridianamente claro en este mes de abril en nuestra Comunitat es que el compromiso adquirido por Robin Hood de acabar con el abuso y la injusticia de un modelo de financiación autonómico que nos hace más pobres cada día que pasa, se ha esfumado de la prioridad de su agenda política.
A la consigna de no seguir ni un día más sin recibir lo que nos corresponde se unió la petición de la banda del Botànic de llevar incluso a los tribunales al gobierno central si continuaba la injusticia. Pero ni una cosa ni otra se ha llevado a cabo. Es más, el clamor se ha ido desinflando. Y del entusiasmo, la reivindicación y el alzamiento se ha pasado al sometimiento, la bajada de pantalones y al engaño a la ciudadanía valenciana.
La urgencia de un nuevo modelo de financiación autonómico que acabe con la injusticia al pueblo ya no es tal. El informe de los expertos mejor que se quede en el cajón. El Fondo de Nivelación para otro momento. La deuda histórica mejor que se apañen valencianos, castellonenses y alicantinos que queden. Si eso, la aumentamos a un ritmo de 2.000 millones de euros al año. Y del déficit inversor acumulado, como el Tren de la Costa, ni me acuerdo.
A Robin Hood y su banda no se les acabó su credibilidad y nadie desconfió de ellos como sí que ha ocurrido con el Botànic y el problema de la financiación. Es más, sorprendentemente Robin Puig y los merry men se han transformado en el Sheriff de Nottingham y su ejército con un afán recaudatorio subiendo los impuestos: como el de la renta y el de patrimonio y manteniendo el injusto impuesto a la muerte castigando a los valencianos para tapar una gestión deficiente de los recursos disponibles.
Estando en el ecuador de la legislatura, empieza la cuenta atrás…
La magistrada apunta a irregularidades administrativas y al desequilibrio en la distribución del dinero, pero no aprecia ilícito penal