El teatro español vive un momento dorado en la programación de obras protagonizadas por mayores de 65 años
VALENCIA. A las reiteradas acusaciones de racismo y machismo en el mundo de la interpretación se suma ahora la del edadismo. El ageism, como se le conoce en su término original en inglés, viejismo o gerontofobia, en su traducción española, es el último caballo de batalla en contra de la discriminación en el oficio de actuar.
Los actores sénior denuncian la escasez de papeles para su edad y la existencia de estereotipos en los guiones que reciben, con personajes aquejados de sordera, demencia o lapsus de memoria, entre otras taras que en lugar de hallarse integradas con naturalidad en sus roles se convierten en el principal rasgo de su personalidad.
“Mucha de la cobertura mediática de los ancianos es negativa y no representativa. No todos estamos inmóviles y gagás. Sé que muchos mayores tienen problemas de salud, pero del mismo modo hay gente que está bien y en forma, llevando vidas normales, con sus altibajos, trabajando, viajando a lo largo y ancho del mundo y enamorándose”, señalaba en julio del año pasado en la revista semanal británica The Stage la escritora Sonja Linden, cofundadora de la compañía dedicada a crear oportunidades de trabajo para intérpretes de la tercera edad Visible Theatre.
En la misma línea, también en 2015, arrancaba su andadura en Londres Frontier Theatre, otra iniciativa destinada a apoyar a los actores pensionistas, apadrinada por Judi Dench e Ian McKellen. La compañía ha sido impulsada por el fundador del aclamado Hampstead Theatre, James Roose-Evans, quien clamaba en The Independent, que la falta de roles para intérpretes vetustos, tenía que ver con “la actitud de la sociedad frente al envejecimiento y con el hecho de que no se percatan de lo mucho que los mayores pueden aportar”. En su alegato a favor del desarrollo de más textos protagonizados por decanos de la interpretación esgrimía que la gente vive más años y de manera más creativa: “Si lees los artículos en prensa, podrías pensar que envejecer sólo consiste en demencia y Alzheimer, en el lado oscuro. Pero hay historias fabulosas de una fecunda originalidad”.
En esta cruzada por la reivindicación de los actores veteranos, el teatro The Old Vic de Londres programaba en 2013 una versión de Mucho ruido y pocas nueces con un casting formado al completo por mayores de 60 años, y liderado por Vannesa Redgrave y James Earl Jones. Pero se planteó como una suerte de discriminación positiva para la tercera edad.
Afortunadamente, y en contradicción con la denuncia internacional, en nuestro país confluyen giras y estrenos de montajes teatrales protagonizados por avezados de la escena. Y a menudo, sus intérpretes aceptan el envite de enfrentarse a un monólogo. Tal es el caso de Concha Velasco, que a sus 76 años relatará las vivencias de Juana la Loca en un espectáculo para una sola actriz dirigido por Gerardo Vera, y programado en el teatro La Abadía de Madrid a partir del 28 de abril.
O de Núria Espert, que después de arroparse de 23 actores para convertirse en el Rei Lear dos temporadas consecutivas en el Teatre Lliure de Barcelona, acaba de retomar en Bogotá su aclamada representación de 2010 La violación de Lucrecia, donde amalgama a todos los personajes del poema lírico de Shakespeare en una única voz, la suya. “Quizá sería distinto si fuera un monólogo en el que contara algo yo sola, pero como los diferentes personajes aparecen en el escenario, siento que son actores que han estado esperando el momento de entrar y tomar la réplica”, argumenta la gran dama del teatro.
Pero si hablamos de reencuentros, la cita más inminente y esperada, por haber sido declinada reiteradamente en el pasado por su protagonista, es la de Lola Herrera con Carmen Sotillo.
El próximo 4 de mayo, la vallisoletana volverá a velar a su marido difunto en Cinco horas con Mario, con motivo del 50 aniversario de la publicación de la obra de Miguel Delibes.
La actriz de 80 años regresa al personaje que marcó su carrera teatral y a toda una generación de espectadores por la profundidad de su reflexión sobre las encrucijadas políticas, económicas, religiosas y sexuales de la década de los sesenta en España.
Más de 36 años después del estreno, Herrera retoma el intenso monólogo con la sorpresa intacta ante el personaje y sin temor a perder el hilo. “La memorización, si se ejercita de una manera continuada, suele mantenerse, todo es cuestión de codos. . . Los actores nos pasamos la vida estudiando, memorizando y borrando para dejar espacio en el disco duro”.
El último reset de memoria que ha practicado Lola Herrera ha sido el de su personaje en En el estanque dorado, que la llevó a medirse junto a Héctor Alterio con el recuerdo cinematográfico de Henry Fonda y Katharine Hepburn en una larga tournée por España que abarcó de 2013 a 2015.
“Las giras teatrales son duras, a veces durísimas –confía la actriz-, pero dan vida. Te estimula llevar el teatro a domicilio. Indudablemente, tienes que disponer de buena salud y energía...”.
Su pareja en la ficción hasta el pasado año no parece andar escaso de ninguna de las dos, y con 86 años, el 22 de abril estrenará en el Teatro Palacio Valdés de Avilés la farsa trágica El padre, de Florian Zeller. Su director, José Carlos Plaza, adelanta que la obra “trata un tema tan espinoso como la perdida de la realidad debida a la vejez”.
También han formado tándem, y a partir del 11 de mayo continuarán dándose la réplica en el Teatro Bellas Artes de Madrid, Ángela Molina, de 60 años, y Emilio Gutiérrez Caba, de 73. Ambos personifican entre selfies y whiskies a César & Cleopatra. En palabras de la directora del montaje, la valenciana Magüi Mira, son “dos amantes, dos cómplices, dos aliados, dos formas de ejercer el poder, como hombre y como mujer, que se enfrentan o se suman”.
De la pareja conformada por la actriz María Galiana y Juan Echanove en la pieza Conversaciones con mamá, se deriva ahora su colaboración en la comedia musical La asamblea de las mujeres. “Sumar años es horrible –reconoce la sevillana, que ya tiene 80 -. pero hay cosas que consigues con el tiempo, como una serenidad y más confianza en ti misma con respeto a la manera de interpretar. Puede haber otros miedos, como los físicos o el temor a quedarte en blanco, pero todo se compensa con la tranquilidad y la naturalidad. Los ataques de nervios se van dulcificando”.
La revolución femenina de Aristófanes que ahora la tiene de gira por España supone la reválida en la dirección de Echanove, junto al que Galiana ya ha trabajado tanto en la obra que supuso su debut, Conversaciones con mamá, como en televisión, en la saga Cuéntame.
Pero si hemos de hablar de complicidades, resulta incontestable la que han forjado los septuagenarios actores alcoyanos Neus Agulló y Pep Cortés. Es tal la química entre ambos, que cuando acudieron al casting de Tierra y libertad, tras su improvisación fingiendo ser un matrimonio, el director Ken Loach le preguntó a la traductora si estaban casados en la vida real.
“El teatro, como la televisión y el cine, necesita de las canas, porque si quiere reflejar la realidad le hacen falta personajes de todas las edades –expone Agulló-. El teatro es vida y ha de reflejar la verdad cotidiana de las personas mayores, con sus enfermedades y sus pastillas. Eso es lo real”.
Pep se halla en el origen y el núcleo mismo de La Dependent, la compañía que trató de abrir en 1987 una vía profesional dentro del teatro con larga tradición que se manifestaba en Alcoy a través de grupos como La Cazuela. Neus había iniciado su carrera teatral a los 17 años, en 1961, como parte, precisamente de la compañía de Teatre Estable La Cazuela.
La actriz, compara aquellos tiempos con estos, con las ventajas y desventajas que da sumar años: “Ahora te cuesta más levantarte de una silla o agacharte como antes, pero si no tienes problemas de memoria, la cabeza te funciona mejor y en la interpretación pesa a favor la experiencia que has adquirido a lo largo de los años”.
Los patriarcas de la escena valenciana representan del 14 al 24 de abril Jordi i Lola en el Teatre Micalet, un montaje que recoge los reproches de una pareja durante la celebración de sus bodas de oro. La obra ha sido escrita ex profeso para ambos. No por casualidad, ambos comparten medio siglo de experiencias profesionales.
David Mamet también tuvo en mente a un actor durante la escritura de su última obra, Muñeca de porcelana. No era otro que Al Pacino. Ahora, del 3 de marzo al 10 de abril, y a sus 78 años de edad, José Sacristán toma el relevo del italoamericano en las Naves del Español de Madrid en esta radiografía del poder.
El montaje ha supuesto el regreso de Pacino a los 75 años a Broadway tras su participación en la temporada 2012-2013 en otra producción del Premio Pulitzer, Glengarry Glen Ross. Preguntado en una larga entrevista concedida a The Talks, el titán de la interpretación compartía que es incapaz de referirse a su retiro. “Es una palabra extraña para ser pronunciada por un artista. Siempre que pueda ejercer mi talento y ayudar a comunicar un rol, intentaré hacerlo”. Y citaba la frase de Shakespeare “el teatro debe ser un espejo colocado ante la naturaleza”.
Pacino, Sacristán, Agulló, Cortés, Galiana, Herrero, Alterio, Velasco o cualquiera de los actores veteranos que función tras función se siguen subiendo a un escenario hacen buena la opinión del matrimonio de artistas de la envoltura de objetos Christo y Jeanne-Claude: “Los artistas no se retiran, sólo mueren”.
El veterano actor cumple sobre las tablas del Teatre Principal de València medio siglo de profesión. En esta ocasión, en la primera cita de la gira de un montaje que ha adaptado del clásico Juan Cavestany y que dirige Andrés Lima. Las críticas hablan de "inmensa", "memorable" y "soberbia" producción