Tiempo atrás, en época del gobierno felipista, el humorista Pedrito Ruiz acuñó, tras sufrir la apertura de una investigación fiscal, la siguiente frase: “los españoles pagamos impuestos de americanos y recibimos servicios de africanos”. Escrita la dicha, los vecinos residentes en los Poblados del Sud podrían permanentemente popularizarla como slogan patriótico. A modo de una constante reivindicación. En formato bandera ondeada al viento como respuesta al constante olvido durante décadas por parte del Consistorio hacía estos pueblos dependientes de València. Sigo una semana más con un pie en el interior del Parque Natural de L' Albufera, pescando el malestar general de los lugareños de algunas pedanías y paseando sobre el término que me gusta pronunciar. Ortega y Gasset lo relató filosóficamente con espíritu nacional, yo lo intento describir con acento más local, la València invertebrada. Aquí, sobre el terreno, apenas hay nada que inaugurar por estas tierras en las que hombres y mujeres trabajan con las manos el noble oficio de la tierra y la pesca. Las periferias nunca han interesado al centralismo. Hablan otro lenguaje, otro idioma, trabajan a otro ritmo, navegan a otra velocidad. Los naturales, cuando toca, viéndose afectados se manifiestan en otra versión a la ofrecida en imágenes estos últimos días por los abanderados del descontento. No piden dimisiones, pero sí atenciones. El mejor patriotismo es poder dar de comer a sus hijos. En caravana, o a pie, con tractores y al ritmo de claxon, estos irreductibles se reivindican paseando sus máquinas pesadas por el cada vez más embudo de un Cap i Casal cerrado al tráfico.
La marcha de estos ciudadanos desconectados por tierra, aire y mar es hasta simpática, festiva diría yo. La población del Cap i Casal suele solidarizarse con sus demandas. En el itinerario, durante el recorrido de la manifestación suelen alzar la voz por el derecho a vivir dignamente. Hasta el ruido del tractor no es molesto ni nocivo como altavoz de la protesta. Tienen mucha razón, es su política, la única, la del sentido común. Luchan por mantener els Pobles Vius. Por recibir servicios de calidad. Por conseguir un trato igualitario con los empadronados en la capital. Por no ser ciudadanos de segunda en una Gran València a medio construir y sin un horizonte a corto plazo con torres más altas. Y mira que es hasta sorprendente con lo bien que se nos da eso de mover cosas, construir castillos en el aire, derruir parte de nuestra historia y arrinconar a la memoria. Por ser periféricos estos fronterizos ciudadanos no deben ser tratados como valencianos de segunda. Son los hijos de esa València natural, del trellat, socarrona, de un paisaje costumbrista, marinero y huertano que calza alpargata y bebe del botijo para calmar la sed, en la que de pares a fills, el valenciano sigue siendo la lengua más hablada. La única batalla de los naturales es la de frenar la plaga del mosquito o la contaminación de las aguas. Desamparados, son la esencia más pura de una ciudad encorsetada. Sobre València sigue pesando una atmósfera que todavía no ha superado los daños colaterales de la batalla de València, unos ahogados con el objetivo puesto en Madrid, y otros viviendo de las rentas del valencianismo fusteriano.
Desde hace cinco años, en el último mandato de Rita Barberá, el autobús municipal llega a las paradas con el 25 en el luminoso y ahora desdoblado en el 24 (El Palmar). Ellos siempre han contribuido a las arcas sufragando religiosamente los impuestos municipales requeridos. Aunque en los últimos años andan las aguas revueltas por la incesante y severa intervención sobre la CV-500, vía que atraviesa el corazón del Parque fielmente protegido por los guardianes del valencianismo diverso. Se sienten perjudicados por la excesiva protección. Reducir la velocidad del vehículo a motor era el objetivo. Se puede estar de acuerdo o no. En la galia de pescadores, principalmente en El Palmar y El Perellonet, a ningún vecino se lo ocurre tirar piedras contra su propio tejado. Si lo hicieran se morirían de hambre. Al estar en una “fase” de licitaciones de proyectos, totalmente centralistas, para seguir caminando con el plan de pacificación de las principales y emblemáticas plazas de nuestra ciudad, tras observar el terreno en el que ya se actuó en el pasado me detuve en El Perellonet. Recorrí de cabo a rabo el “supuesto carril bici”. Un circuito abandonado e impropio de una ciudad que saca pecho de una pacificación absoluta del asfalto. Primero fueron los cojines berlineses obteniendo un fracaso rotundo, después vino para quedarse el radar de tramo, hoy operativo, la rotonda de El Palmar y, por último, la instalación del semáforo en El Saler. Todas estas intervenciones sobre la CV-500 han reducido las marchas de los veloces motores. Hasta ahí se podrá estar de acuerdo o no. ¡Por supuesto que hay que proteger “la joya de la corona”, L' Albufera! Lo que no sé, después de lo visto y recorrido, si se ha hecho por cuota electoral o por el bienestar ciudadano.
Y volví a hacerme otra pregunta sobre el parcheado carril bici de El Perellonet en el que en tiempo estival habitan cerca de 30.000 personas, en pleno Parque Natural, circulando con el coche para ir de visita a las poblaciones locales, a El Perelló principalmente, con el continuo derrapaje de coche para arriba, coche para abajo ¿Por qué no se ha invertido una pequeña suma de dinero para disponer y disfrutar de un carril en condiciones para seguir con el objetivo de proteger en su totalidad el Parque Natural de L' Albufera? ¿O contar con el servicio público de alquiler de bicicletas? Hubiera sido lo lógico, lo acertado, lo sensato sobre el papel, haber construido la Gran València desde los cimientos, su periferia, para finalizar la obra en el tejado, la gran plaza, tan criticada, más por las formas que por el fondo. A la última pregunta me sacó de dudas el responsable municipal de Movilidad en unas declaraciones respecto a la posible fórmula de incorporar bases de Valenbisi en las pedanías de Norte y Sur ¡aquí no cabe la posibilidad de ningún guion cinematográfico para reír, más bien lo contrario, no existen diferencias! Según el Concejal de Movilidad del Ayuntamiento, Rita nos había hipotecado con un contrato de 20 años de duración con la empresa concesionaria. Las pedanías no entraban. Si existieron fórmulas para actuar en Reino de València, entre otras, también se podrá desarrollar un decente y necesario carril bici por los Poblados del Sud. ¡No se extrañen en el futuro si al final estos municipios quieren segregarse de València! ¡Las bicicletas ya no solo son para el verano!