Tiempo atrás, en época del gobierno felipista, el humorista Pedrito Ruiz acuñó, tras sufrir la apertura de una investigación fiscal, la siguiente frase: “los españoles pagamos impuestos de americanos y recibimos servicios de africanos”. Escrita la dicha, los vecinos residentes en los Poblados del Sud podrían permanentemente popularizarla como slogan patriótico. A modo de una constante reivindicación. En formato bandera ondeada al viento como respuesta al constante olvido durante décadas por parte del Consistorio hacía estos pueblos dependientes de València. Sigo una semana más con un pie en el interior del Parque Natural de L' Albufera, pescando el malestar general de los lugareños de algunas pedanías y paseando sobre el término que me gusta pronunciar. Ortega y Gasset lo relató filosóficamente con espíritu nacional, yo lo intento describir con acento más local, la València invertebrada. Aquí, sobre el terreno, apenas hay nada que inaugurar por estas tierras en las que hombres y mujeres trabajan con las manos el noble oficio de la tierra y la pesca. Las periferias nunca han interesado al centralismo. Hablan otro lenguaje, otro idioma, trabajan a otro ritmo, navegan a otra velocidad. Los naturales, cuando toca, viéndose afectados se manifiestan en otra versión a la ofrecida en imágenes estos últimos días por los abanderados del descontento. No piden dimisiones, pero sí atenciones. El mejor patriotismo es poder dar de comer a sus hijos. En caravana, o a pie, con tractores y al ritmo de claxon, estos irreductibles se reivindican paseando sus máquinas pesadas por el cada vez más embudo de un Cap i Casal cerrado al tráfico.
Desde hace cinco años, en el último mandato de Rita Barberá, el autobús municipal llega a las paradas con el 25 en el luminoso y ahora desdoblado en el 24 (El Palmar). Ellos siempre han contribuido a las arcas sufragando religiosamente los impuestos municipales requeridos. Aunque en los últimos años andan las aguas revueltas por la incesante y severa intervención sobre la CV-500, vía que atraviesa el corazón del Parque fielmente protegido por los guardianes del valencianismo diverso. Se sienten perjudicados por la excesiva protección. Reducir la velocidad del vehículo a motor era el objetivo. Se puede estar de acuerdo o no. En la galia de pescadores, principalmente en El Palmar y El Perellonet, a ningún vecino se lo ocurre tirar piedras contra su propio tejado. Si lo hicieran se morirían de hambre. Al estar en una “fase” de licitaciones de proyectos, totalmente centralistas, para seguir caminando con el plan de pacificación de las principales y emblemáticas plazas de nuestra ciudad, tras observar el terreno en el que ya se actuó en el pasado me detuve en El Perellonet. Recorrí de cabo a rabo el “supuesto carril bici”. Un circuito abandonado e impropio de una ciudad que saca pecho de una pacificación absoluta del asfalto. Primero fueron los cojines berlineses obteniendo un fracaso rotundo, después vino para quedarse el radar de tramo, hoy operativo, la rotonda de El Palmar y, por último, la instalación del semáforo en El Saler. Todas estas intervenciones sobre la CV-500 han reducido las marchas de los veloces motores. Hasta ahí se podrá estar de acuerdo o no. ¡Por supuesto que hay que proteger “la joya de la corona”, L' Albufera! Lo que no sé, después de lo visto y recorrido, si se ha hecho por cuota electoral o por el bienestar ciudadano.