VALÈNCIA. El pasado mes de marzo se abrió en València un amplio debate sobre la convivencia entre la venta directa agroalimentaria en la calle y los mercados municipales, la mayor parte de los cuales ofrecen entre sus diferentes puestos de alimentación, productos del campo valenciano.
El planeamiento del Ayuntamiento de València de crear cuatro mercadillos semanales para fomentar el comercio de proximidad con la huerta valenciana y los productos de kilómetro cero levantó mucha polvareda entre los asentados mercados municipales, cuyos vendedores ven en los nuevos puntos de venta, ya aprobados, una suerte de competencia desleal.
Concretamente, la idea que aprobó el pleno municipal con los votos de Compromís y PSPV y la abstención de Ciudadanos, a propuesta de la concejalía de Agricultura que dirige Alejandro Ramón, es crear puntos de la tira de contar -la venta directa de agricultores a los consumidores- en el Ensanche, Castellar, Benimaclet y Malilla. En total, 65 puestos de venta directa repartidos en estos cuatro enclaves, en todos los casos próximos a un mercado municipal.
El concejal del ramo defendió la medida en el pleno del Ayuntamiento de marzo aseverando que con ella se buscan los "precios justos" que exigen los agricultores, que al fin y al cabo son "la parte más vulnerable de la cadena". Esto, dijo, les expone a la posible "desgracia final" de que las cosechas no acaben vendiéndose a un precio rentable. "Es un sufrimiento continuo", explicó Ramón en este sentido.
Fuera del pleno, la recién creada asociación de mercados municipales al amparo de Confecomerç, Confemercats, se concentraba y leía un comunicado contra la decisión que se estaba tomando en el interior del consistorio. La asociación aglutina por ahora a los mercados del Cabanyal, Algirós, Russafa, Benicalap, Castilla y el Mercado Central, pero espera acabar representando a todos los mercados de València.
En el comunicado leído se decía que posiblemente, los representantes del Ayuntamiento "dentro de unos años, se dan cuenta que los vecinos de carrera Malilla, por ejemplo, solo pueden ir al supermercado más cercano a comprar a las 19 de la tarde porque las fruterías de su barrio han ido poco a poco cerrando, porque sus posibles clientes se han suministrado el día X en el mercado de los agricultores".
"¿En serio creen ustedes que para mejorar la condición de estos agricultores necesitan empeorar a otro sector que somos nosotros, los vendedores de mercados y propietarios de pequeñas tiendas de alimentación, que siempre hemos estado apoyando el producto que estos agricultores nos han ofrecido en la tira de contar de Mercavalència, por cierto, única en España y Europa?", preguntaba en este sentido.
Una de las representantes de Confemercats es Alicia García, vendedora del Mercado de Russafa. Preguntada por este diario, explica que a su juicio, lo aprobado por el consistorio supone una "competencia desleal" porque los nuevos puestos "no van a tener que cumplir medidas a las que nosotros sí estamos obligados" y cuestiona el beneficio de la venta en el exterior: "No van a tener que vender el precio a cierta altura como nosotros, se van a exponer a la polución de la calle, etcétera", explica.
Así pues, García recuerda que en los puestos de los mercados municipales se venden "sus productos", los de los agricultores valencianos, por lo que exige respetar la cadena de producción y distribución. "Es como si los pescadores en lugar de ir a la lonja se pusieran a vender en la calle; hay una cadena que respetar", critica la representante de los mercados municipales, que recuerda asimismo que "en ninguna ciudad como Barcelona, Madrid, Bilbao, ni en ninguna parte de Europa esto existe". ¿Cuál es la alternativa que proponen desde los mercados? García asegura que "si hace falta ayudar a vender el género de los agricultores en nuestras paradas o en otras tiendas, nosotros ayudaremos".
También opina que todo este producto debería canalizarse a través de la implantación de nuevos puestos en el interior de los mercados municipales. "Si hay muchas paradas vacías", lamenta, "la alternativa es que dentro del mercado pueden adquirir cualquier parada y vender sus productos igual que muchos agricultores que ya lo están haciendo, pero no jugando con ventaja". Sin embargo, hay vendedores de los propios mercados, que también son productores, que parecen no estar de acuerdo con esta postura.
Mireia Vidal es, por su parte, vendedora del Mercado de Algirós, y además es productora y secretaria general de la Coordinadora Camperola. "Se ha demostrado en algunos mercados como en Zaragoza, donde se montó el mercado agroecológico en el Mercado Central que el impacto ha sido positivo porque ha atraído a más público y otro público diferente". En este sentido, Vidal defiende que los productos que no se puedan comprar al productor, que serán muchos, se podrán comprar dentro de los mercados.
Por ello defiende la convivencia de ambas tipologías de comercio. "Los productores también deben tener el derecho en la venta de sus productos sin distribuidor", explica, porque esto ayudará a evitar "el abandono de las tierras" y a que los jóvenes "puedan vender sus productos a precios justos".
La tesis de la que parten es que esta venta directa genera un precio justo "tanto para vendedores como para compradores", además de "favorecer el producto de proximidad" y restar una gran cantidad de huella de contaminación dado que son productos de kilómetro cero. "En otros pueblos lo que ha pasado es que tanto restauración como otras tiendas han conseguido hacer tratos con los productores para servir su producto", relata Vidal, por lo que asegura que esta herramienta es positiva para "enderezar la economía local y mover el producto de aquí".
María Viana, por su parte, es vendedora del Mercado de Rojas Clemente, y además también ostenta un puesto de venta directa ya en el Mercado de Mossen Sorell. "Vender productos directamente estaba generalizado antiguamente", asegura. Dice tener la legitimidad de la experiencia "en las dos cosas" y con ella ve "positivo que los mercados agroalimentarios salgan a la calle además de que se han de potenciar los mercados municipales también".
La venta directa, dice, "nos reporta cierta seguridad". Y en esta línea, explica que además de vender sus productos directamente, continúa vendiéndolos "a través de otros". Por eso cree que "se intenta generar un conflicto que realmente no tiene por qué existir: aumentar la oferta es positivo y significa que la gente se va a acercar porque va a tener más opciones y más calidad".
A su juicio, que la alimentación salga a la calle "no resta" porque "las condiciones de los mercados municipales son otras". Así que subraya que "si las opciones cada vez son menos por miedo a la falta de clientes, al final estos clientes se van a grandes superficies; pero si haces un comercio rico de proximidad en cada barrio, no tendrás que ir a la gran superficie".