Hoy es 6 de octubre
El valenciano Diego Fuentes acusa menos la cuarentena debido a que su trabajo consiste en jugar varias horas al día encerrado en una habitación
VALÈNCIA. La vida de Diego Fuentes va dando continuos saltos, como los protagonistas de las Crónicas de Narnia, de la vida real a la virtual. Y pasa de pedirle unas hamburguesas al carnicero o de ponerle gasolina al coche a pelear de manera estratégica junto a Neeko o Jayce y su martillo demoledor. Y así, con un segundo mundo a su alcance en el que se defiende y se ha hecho un nombre, es más fácil sobrevivir cuando el planeta, el real, el de un buen tardeo en Ruzafa, un atasco en la V-30 o un gol celebrado en el viejo Mestalla, se ha ido al garete durante unas semanas.
Entonces, mientras media València se deprime entre cuatro paredes y la otra media se bate contra un virus letal, Diego Fuentes se convierte en Evangelion y se refugia en su otro mundo, el de Teamfight Tactics (TFT), el juego de Riot Games, con el que, además de evadirse, se gana la vida tan ricamente.
Evangelion tiene 30 años y ya hace tiempo que es uno de los gamers y streamers más reputados de España. Este estatus, además, le permite contemplar el futuro sin la incertidumbre y la angustia que acechan a casi todos. Su sector apenas sentirá la crisis que se aproxima como un leve soplido en su larga y lacia melena.
Pero regresemos al presente, al mundo que se abre tras la pantalla de su ordenador, el refugio que permite a Evangelion llevar el confinamiento mucho mejor que el resto de la gente. "Yo, la verdad, es que lo llevo bastante bien", advierte con el tono sosegado que utiliza cada vez que habla. Sin alterarse ni cuando el ignorante del reportero le suplica que le deletree Hearthstone, el juego de cartas de Blizzard –¿de qué?, ¿con dos zetas?– con el que ya se hizo un especialista antes del TFT.
Aunque toca dar otro brinco. Esta vez al pasado. A Dieguito, el niño que, influido por su hermano, comenzó jugando al Magic. "Con cartas físicas", matiza, como queriendo empatizar con un periodista que ya intuye presumiblemente analógico. "De ahí pasé a juegos de cartas on line, y de ahí a juegos de estrategia con más acción. Fue entonces cuando empecé a streamear y la gente comenzó a seguirme". Streamear, por si el periodista no es el único antiguo que avanza por este territorio ignoto minado por anglicismos, sencillamente es retransmitir on line las partidas que juega con una pericia, se supone, superior al resto.
Dieguito ya era Diego y estaba convencido de que quería ser Evangelion para siempre. Tenía 24 años –seis menos que ahora– y quería dejar su futuro en manos del nick, el sobrenombre, vaya, con el que se había labrado una reputación en el mundo gamer. Evangelion derrotaba en la partida de la vida a Diego Fuentes, el estudiante de Económicas al que solo le faltaba un curso para regresar un día a casa con un título firmado por el Rey, el sueño de cualquier padre convencional. "Decidí pausar la carrera indefinidamente. Entonces pensé que esto era un tren que solo pasa una vez". Fue entonces cuando llegó el momento de comunicarle a esos padres que aspiran a que su hijo se coloque en una empresa solvente que él, Diego, ya Evangelion, iba a dedicar los próximos años a jugar. "Es una conversación complicada, pero hay que entender que yo no partía de cero, yo no iba a intentar ganarme la vida: yo ya me la estaba ganando".
Entonces se metía en el bolsillo algo más de mil euros todos los meses. Hoy, ya con 30 años, le va mucho mejor. "Los ingresos dependen un poco de la gente que te vea. Ahí hay varios rangos: los streamers medios; los grandes, que ganamos bastante; y luego está la gente tipo El Rubius, que directamente se forran". El Rubius es un malagueño que se ha convertido en una celebridad. Tiene millones de seguidores y es el tercer youtuber del mundo en lengua española. Es tan famoso que los niños ya no quieren ser Kempes o Maradona de mayores, ahora quieren ser El Rubius.
Evangelion no es El Rubius, pero tiene su público. En sus retransmisiones le siguen unas tres mil personas en cada momento y cerca de 70.000 en conjunto. El valenciano, para fidelizar a sus seguidores, ha fijado un horario concreto, de 14 a 19 horas todos los días de la semana salvo el sábado. Así escapa del prototipo de gamer noctámbulo que se levanta a las cuatro de la tarde. "Yo no. A mí me gusta acostarme temprano y levantarme a una hora ‘normal’. Generalmente a las nueve ya estoy levantado, juego un poco y luego salgo a comprar y a hacer algo de ejercicio. Como sobre la una y a las dos comienzo a streamear. Cuando acabo, meriendo o directamente tiro a cenar, y luego, antes de dormir, me gusta leer un rato".
Su vida no ha cambiado mucho desde el 14 de marzo. Solo que no puede salir al gimnasio, donde hacía "pesas y algo de cardio", y ahora tiene que darle caña al cuerpo en casa. Ahora vive con sus padres para echarles "una manilla" con su abuela, Enriqueta, una mujer de 95 años que perdió hace unos meses a su marido. "Ella no entiende a qué me dedico. Mis padres sí. Ella solo sabe que me encierro en mi cuarto con el ordenador y piensa que soy algo parecido a un informático".
En su habitación no entra ninguno de los tres, ni sus padres ni la abuela Enriqueta, en su horario de trabajo. Por allí solo pasan Perkins y Tsuki, sus gatas. El primer nombre gatuno viene de una broma familiar con sus dos hermanos. Tsuki es una entente con su madre. "A ella le gustaba el nombre de Luna y a mí no, pero yo accedí si ella me dejaba ponérselo en japonés, que es tsuki". Porque a Evangelion le gusta lo japonés. Su nick, de hecho, viene de una serie de anime, animación japonesa dirigida a adultos. "Me pilló viéndola cuando empecé en esto y me lo puse. No hay nada más profundo detrás...".
Pero no todo es ficción, también le gusta el fútbol. Es del Valencia, como sus padres, así que no se lo pensó cuando hace tres años el Valencia CF creó una sección de eSports y le hizo una propuesta. Ahora es el más veterano del equipo. Aunque tampoco se ve toda la vida como gamer. "Sé que esto tiene fecha de caducidad. No sé cuándo pero pienso que después me gustaría seguir en el sector, trabajando para alguna empresa de videojuegos".
Mientras sigue con sus torneos y los streaming por las tardes, acomodado en su silla gamer, "no muy cara, de unos 200 euros", y un ordenador con un par de monitores: uno para hacer la retransmisión y el otro para leer los comentarios de la gente y poder interactuar con los que le están viendo. Su ordenador cuesta tres mil euros y todo lo que tiene, salvo la silla, por miedo a que se la destrocen los felinos, "es de lo mejor".
Evangelion pasa mucho tiempo en casa y por eso no se le está atragantando esta cuarentena. "Mi trabajo está en mi habitación, así que solo echo de menos los sábados, que es el día que aprovecho para desconectar, veo películas, salgo a cenar, de fiesta... Es importante desconectar al menos un día y ahora la verdad es que algunos sábados, como no puedo salir a la calle, acabo jugando también".
Su familiaridad con las pantallas parece evitar uno de los problemas que han brotado con esta pandemia: el insomnio. "Yo estoy acostumbrado a leer y, en mi caso, considero que es importante tener una zona de trabajo diferente a tu dormitorio. Puede parecer una tontería, pero a mí me ayuda mucho cambiar de habitación".
Su dominio del TFT, el juego de League of Legends, "una especie de ajedrez de combate", como él lo define para que lo entienda alguien más acostumbrado a un alfil y un peón que a seres fantásticos que escupen fuego y blanden espadas inmensas, no impide que jugar muchos días equivalga a trabajar sin ganas. No siempre es divertido, pero hay que ganarse el jornal... Porque hay días en los que apetece más una narrativa inflexible, como la literatura medieval fantástica que le pirra. La saga de Malaz o la serie de El archivo de las tormentas. Libros fantásticos, y otros algo menos, como El nombre del viento, de los que va saltando, de uno al otro y de este al siguiente, con la facilidad de quien ha solapado la vida real con la virtual.