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ME QUEDA LA PALABRA / OPINIÓN

La viga en el propio

Foto: KIKE TABERNER
12/10/2020 - 

València. Sábado 3 de octubre. Centenares de jóvenes asisten a una fiesta de alta graduación alcohólica saltándose todas las normas y recomendaciones sanitarias. Disfrutan del momento y lo inmortalizan con vídeos dignos de ser firmados por los mejores influencers. Se abrazan y besan felices, sin ser conscientes del terremoto sanitario, político y social que causará su jornada de divertimento.

En los días posteriores, algunos asistentes comienzan a notar síntomas compatibles con la covid. Confinamiento, PCRs masivos, detección de casos y suspensión de clases universitarias se suceden. Se cumple el guión esperado tras ver las imágenes del desafortunado encuentro festivo.

València. Martes 6 de octubre. Aparecen pancartas en la residencia estudiantil en las que se puede leer “Gobierno dimisión” o “Coletas Rata”. Algún inquilino de la residencia Galileo Galilei señala al Gobierno de España y, especialmente, a su vicepresidente segundo, como responsables de la situación de confinamiento en la que se encuentran los estudiantes.

Vaya por delante que este artículo no pretende ni criminalizar a las personas que tomaron parte en la fiesta celebrada en la residencia, ni tener efectos moralizantes respecto a lo que se debe o no se debe hacer. No soy nadie para hacerlo y tampoco es esa mi intención. La Justicia y las instituciones universitarias darán cuenta de la responsabilidad de cada uno por su comportamiento.

Reparto a los estudiantes de la declaración responsable en la UPV. Foto: KIKE TABERNER

Pero sí me quiero detener en la aparición de las pancartas, cuyo desafortunado texto me ha animado a escribir este artículo sobre un mal endémico de nuestra sociedad: echar la culpa al otro en lugar de asumir nuestra propia responsabilidad.

No me atrevo a afirmar si los políticos somos reflejo de la sociedad en la que vivimos o si la sociedad es reflejo de sus políticos. Probablemente, ambas afirmaciones tienen parte de razón y parte de verdad. Pero, independientemente de quién sea causa y qué sea efecto, vemos que, tanto en la sociedad como en la política, se viene instalando la praxis de culpar al otro en lugar de asumir las consecuencias de nuestros propios actos.

Probablemente, estos chicos del Galileo que cuelgan pancartas estén siguiendo el camino marcado por alguna presidenta autonómica. Una estrategia basada en desviar la atención de su propia responsabilidad. No sé si para engañarse o para tratar de engañarnos.

El sainete protagonizado por la máxima dirigente madrileña viene de meses, prácticamente desde el inicio de la pandemia. E incluye escenas de todo tipo. Empezó por ausentarse de las Conferencias de Presidentes para fotografiarse con aviones proveídos de cargamento sanitario, siguió con un hilarante reportaje en el que, con los brazos cruzados, lloraba frente a la cámara, repartió delante de las cámaras bocadillos de calamares en IFEMA celebrando el ¿fin de la pandemia? y, mientras tanto, seguía reclamando la revocación del estado de alarma jaleando concentraciones en el barrio de Salamanca que no respetaban las mínimas recomendaciones sanitarias.

Foto: EUROPA PRESS/J. Hellín. POOL

Durante todo este tiempo dedicado a derribar al Gobierno de España, Díaz Ayuso “olvidó” preparar a Madrid para el momento en que recuperara sus tan reclamadas competencias. Despidió a personal sanitario imprescindible para fortalecer la mermada sanidad pública madrileña, dejó de contratar rastreadores y profesores para el inicio del curso escolar, mientras incumplía sus propios compromisos de realización de PCRs. La lista de irresponsabilidades alcanza cotas tan gigantescas que ningún trampantojo victimista maquinado por su asesor de cabecera, M.A.R, puede ocultar.

Hemos presenciado el cénit del sainete esta última semana a raíz del endurecimiento de las medidas impuestas finalmente por el Gobierno de España.

Debería recordar la indolente presidenta que Madrid se ha convertido en la región de Europa con mayor incidencia de contagios. Y sí, se debían tomar medidas drásticas sin pensar en cálculos electorales. Medidas, por cierto, aplaudidas por el vicepresidente del Gobierno andaluz, Juan Marín (C´s), socio de gobierno del PP, quién afirmó que el Gobierno central “intenta, con buen criterio, salvar vidas y dar cobertura jurídica y legal”. Más claro agua.

Juan Marín. Foto: MARÍA JOSÉ LÓPEZ / EP

Todo esto obliga a cuestionarse si existe un paralelismo entre el comportamiento de los estudiantes que colgaron la pancarta en la residencia Galileo Galilei y la actitud de Díaz Ayuso. Más allá de la graduación de responsabilidades, resulta evidente la coincidencia de un mínimo común denominador: no asumir la responsabilidad y culpabilizar a un tercero de sus propios actos. En ambos casos, la identificación del culpable es idéntica: el Gobierno de España.

 Como decía antes, dudo si esta actitud de despeje de responsabilidad proviene de algunos políticos o de alguna parte de la ciudadanía. Pero la solución es bien sencilla. Todos deberíamos empezar por ser humildes, reconocer nuestros propios errores, hacer propósito de enmienda y mejorar desde una posición de honestidad. En definitiva, dejar de señalar la paja en el ojo ajeno y ser conscientes de la viga en el propio.

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